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Levantando el nivel

No hay riesgo de que a Fogwill le suceda lo de Bolaño. La obra completa de Bolaño no le llega a los talones a Fogwill.

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Un tomo. Hasta su muerte, los libros de poesía de Fogwill –algunos inhallables– no fueron tan valorados como su narrativa. | Enrique Abbate

Es posible usar la jerga del fútbol para el periodismo cultural? Por ejemplo la noción de “racha”. Un equipo pierde seguido, significa que está de “mala racha”. Un jugador hace varios goles, se dice que está “en racha”. ¿Vengo yo escribiendo en “mala racha”? Las últimas columnas no me salieron como quería, están por debajo de mi nivel habitual, no logré hincar el diente en los asuntos que tratan. Chistecitos fáciles y no mucho más. No fue falta de interés, entusiasmo o trabajo. Al contrario, como de costumbre fui pensando en la columna durante toda la semana, luego me dispuse a escribir con los rituales de siempre, con el arrebato habitual. Pero no salió. A veces se gana y a veces se pierde. Hay que agachar la cabeza y seguir trabajando: el periodismo cultural siempre te da revancha. De hecho, para levantar la puntería, hasta llegué a someterme a una cura de desintoxicación: pasé días sin leer, ver o escuchar ningún medio del grupo Clarín, como un modo de evitar caer en la trampa de reproducir la agenda que proponen (ellos o Macri o Peña o Duran Barba, valga la redundancia entre los cuatro), profundamente tóxica. Pero tuve una y mil recaídas. La lucha contra las toxinas es ardua y dura la vida entera. Cada recaída terminó derivando en una columna mía aún peor que la anterior. Y aquí estoy ahora, en plan confesional, declarándome vulnerable al clima de época, a esta guerra civil solapada y mediática en la cual no hay buenos, pero hay un bando que es mucho peor.

Nada mejor, entonces, que volver a lo mío, a los libros, a mi valija portátil siempre presta en casos de emergencias (divorcios pasados y futuros, etc., etc.). La valija portátil: unos libros, cigarrillos negros, un whisky que estaba de moda hace veinte años y yo debo ser el único que sigue tomándolo, fotos de dos personas. Con eso alcanza y sobra (casi diría que sobra). Armando el breve equipaje, preparé tres libros que me dispongo a leer con total alegría, sabiendo que me van a gustar, no hay modo de que no sean buenísimos. El primero es César Aira, un catálogo, de Ricardo Strafacce (Mansalva, Buenos Aires, 2018), que funciona como el catálogo razonado de los primeros cien libros de Aira. Ilustrado con la reproducción de la tapa de cada libro y un breve extracto de cada uno, es lo que se dice “un libro de referencia”, de esos que se hojean, se miran en diagonal, se lo abre de vez en cuando. No será mi caso: ni bien termine esta nota pienso leerlo completo, de principio a fin. No hay frase de Aira que no sea perfecta ni trabajo biográfico de Strafacce que no lo sea tampoco.

Blatt & Ríos acaba de publicar Memoria romana, y otros relatos inéditos de Fogwill. No hay riesgo de que a Fogwill le suceda lo de Bolaño. Primero, porque la obra completa de Bolaño no le llega a los talones a Fogwill. Segundo, porque no dejó ninguna viuda dispuesta a publicar sobras de sobras bajo el nombre de “inéditos”. Por lo tanto, los inéditos que se fueron publicando (como la novela inconclusa La introducción) mantienen el encanto del resto de su obra. Como imagino que sucede con Memoria romana, si no, Blatt & Ríos –editorial que sigo con particular interés– no lo habría publicado. De Luis Sagasti pienso leer Cybertlön (Tenemos las máquinas, Buenos Aires, 2018). Estoy seguro de que no me va a defraudar. Como espero yo tampoco a ustedes, la semana que viene.

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