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Libros diseñados

Lo que más me interesa del diseño de un libro no es que sea bello, sino que tenga identidad.

En la biblioteca que tengo a mis espaldas en el taller mecánico en el que trabajo por las tardes encontré Vicente Rojo. Diseño gráfico (copyright de cuatro editoriales e instituciones mexicanas, cuarta edición, D.F., México, 2014) con prólogo de Monsiváis y testimonios, entre otros, de José Emilio Pacheco y José Luis Cuevas. Publicado originalmente en 1990 como catálogo que acompañaba la gran exposición sobre los 40 años de trabajo de Rojo como diseñador, hoy es un bello libro que se sostiene solo, muy bien editado y presentado, de venta en librerías. Diseñador de algunos de los más característicos libros de la vieja Joaquín Mortiz, de la célebre primera edición de Cien años de soledad (Sudamericana, Buenos Aires, 1967) y del diseño original de la muy querible Gaceta del Fondo de Cultura Económica, Rojo, muerto en 2011, fue sobre todo sinónimo de la editorial ERA, de la cual fue fundador (la “r” de Era le pertenece) e histórico director artístico.

Leyendo el libro, pensé en si con el auge del libro digital (auge no obstante mucho menor que el esperado o promocionado) el diseño editorial tendría los días contados, como lo tuvo el arte de tapa de los antiguos discos. Pero en vez de avanzar por esa vía –entre melancólica y resignada– me puse a pensar en cuáles son los diseños que me gustan, y por qué razón. Creo que lo que más me interesa del diseño de un libro no es que sea bello, sino que tenga identidad. De hecho, considero a Rojo como uno de los más grandes diseñadores de libros y productos editoriales de América Latina, pero no estoy tan seguro de que me gusten demasiado sus trabajos. Pues no importa: importa que cada libro, cada colección, cada editorial tenga una fuerte identidad. De pocas cosas sospecho más que de los libros lindos, bellos, atractivos. Muchas veces los diseños de Rojo se me hacen aburridos, previsibles y hasta anodinos, pero entro a una librería y a veinticinco metros de distancia reconozco que el que está sobre la mesa es un libro de ERA (así encontré inmediatamente, entre miles de libros, en una librería de la calle Donceles, en Ciudad de México, la primera edición de La muerte de Miss O. de Ulises Carrión).

Otro tanto podría decir de los diseños de Alberto Corazón para la colección de poesía de Visor. Maliciosamente, en España los llaman “ataúdes” (por su fondo negro pleno y su formato largo y vertical) pero el mundo entero reconoce que ese es un libro de Visor, y que Visor es una buena editorial de poesía, con libros de buen precio, accesibles y con un aceptable catálogo. El caso de la vieja Anagrama no fue diferente, al menos en sus tres colecciones insignes: pocas colecciones más feas que Panoramas de narrativas (las ediciones de tapa amarilla, dedicada a ficción traducida), Narrativas hispánicas (gris, de autores de lengua castellana) y Compactos (libros de bolsillo de todos los colores imaginables), pero a la vez, por décadas, fueron las tres colecciones más reconocibles en todo el territorio español.

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Entre nosotros, es imposible no mencionar las ilustraciones de tapa de Daniel García para la editorial Beatriz Viterbo (a veces pienso que Aira le debe su carrera al diseño de la Viterbo de aquel entonces). El diseño de la colección Conocimiento de Katz Editores es también muy bueno. Por supuesto que hay muchos más para nombrar, pero, como de costumbre, me quedé sin espacio.