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Lista la política

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¡Qué bueno, la literatura argentina salió en la tele y en los programas de radio de Lanata y Longobardi! ¡Era hora! Lástima que fue en la sección Policiales, pero ese es un detalle apenas. Perdón, aquí me dicen que no fue en Policiales. Pero si yo vi en un bar, en TN, mostrar mi foto y la de muchos otros escritores bajo la estética del prontuario. Qué curioso. Formulemos entonces una pregunta primera: ¿cuál es uno de los rasgos típicos del fascismo ambiente? Que antes de hablar sea necesario mostrar el documento. Responder a preguntas como “¿desde dónde hablás?”, “¿En qué bando de la guerra estás?”. En mis columnas de los domingos en este medio y en otras intervenciones, he intentado sustraerme una y otra vez a esta lógica. No porque no piense que existen causas justicieras, no porque no formule un pensamiento crítico sobre nuestro tiempo, sino precisamente por ello mismo: porque me interesan realmente lo político y la literatura es que no acepto el debate tal como hoy se presenta. Alcanza con leer mi columna de hoy en el suplemento Cultura para entender mi posición frente a muchos aspectos del Gobierno. Alcanza con leer mis columnas de las semanas pasadas para entender mi postura frente a los multimedios y sus voceros políticos.

En diferentes medios, en estos últimos días, se mencionó la presencia del grupo de escritores argentinos invitados a la Feria del Libro de París, a realizarse en marzo de este año. Organizada en conjunto por la Secretaría de Cultura de la Nación y el Centre National du Livre de Francia, soy uno de quienes integran la delegación. Tal vez sea a causa de que cuatro de mis libros han sido traducidos al francés (y un quinto está en curso de serlo) en la editorial Christian Bourgois. Pero en más de un medio se insinuó –a veces más que una insinuación– que quienes fuimos invitados somos todos cercanos al Gobierno. En 2007 fui invitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Nación a la Feria del Libro de la Habana. Y en 2011 fui invitado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad –es decir por el gobierno de Macri– precisamente a la Feria del Libro de París, cuando Buenos Aires fue la ciudad “invitada de honor”. Pero sobre todo, no he sido invitado a muchas, muchísimas otras ferias, encuentros y congresos, como la Feria de Frankfurt de 2010, donde Argentina fue “invitada de honor”, pese a estar algunos libros míos traducidos al alemán. Y de hecho, perfectamente podría no haber sido invitado esta vez. Porque las invitaciones, en estos casos, siempre son un tanto aleatorias, están sujetas a toda clase de razones, muchas de ellas incomprensibles. Como lo son también las de la Feria del Libro de París de 2014: a mí también se me hacen incomprensible algunas de las invitaciones, y también algunas de las ausencias. Martín Caparrós –como otros escritores que no están en la delegación– tiene una obra que ameritaría su inclusión en esa lista. Si lo que se abatió sobre él –y otros como él– no fue el malentendido o el azar que siempre opera sino un caso de censura ideológica, entonces es un asunto que no debemos dejar de señalar. A la vez, también me parece correcta la presencia de gran parte de los que van. Incluso me parece bien que se invite a más de un escritor mediocre: están traducidos al francés, y la franja mainstream de la literatura también debe estar representada. Una delegación a una Feria del Libro no es un concurso literario ni un reconocimiento prestigioso. Tampoco es un club de amigos. Debe ser un índice del estado del mercado literario en un momento dado.

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Todo esto es parte de la necesaria discusión sobre política literaria, y sobre la relación tensa entre literatura y Estado. Sobre las políticas públicas en relación con la literatura y la edición. Brasil fue invitado de honor a la Feria de Frankfurt en octubre pasado, y las discusiones sobre las ausencias en la lista y sobre el tono del discurso inaugural de Luiz Ruffato todavía perduran. Chile fue el invitado de honor en 2012 en Guadalajara –la feria literaria más importante del habla hispana– y las discusiones y disputas fueron aun más intensas que las nuestras. Argentina será invitada este año, a fines de noviembre, también en Guadalajara, y otras discusiones sobrevendrán. Dejando atrás el tono veleidoso –del que fue invitado, del que no lo fue–, tiendo a pensar que las discusiones son siempre más interesantes que las listas.

Pero la estética del escrache al que he sido sometido –junto con otros– pertenece a otra lógica que a la de la discusión sobre política, o sobre política literaria: a la lógica de la guerra, a la que no pertenezco. Volviendo al comienzo, ¿desde dónde hablo, entonces? Desde lo más alejado posible del fascismo.


* Escritor y columnista de PERFIL.