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Literatura y tribunales

En las últimas semanas hubo un tema que no tuvo mucha repercusión, quizá porque fue leído como demasiado francés, como un asunto interno, cuando en realidad toca nudos de la cultura global –en caso de que algo así exista–, es decir, nexos de la economía internacional, del capitalismo mundial y, por qué no, de la propia la literatura (¿pero entonces la literatura tiene que ver con el capitalismo? ¡Quelle horreur!).

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En las últimas semanas hubo un tema que no tuvo mucha repercusión, quizá porque fue leído como demasiado francés, como un asunto interno, cuando en realidad toca nudos de la cultura global –en caso de que algo así exista–, es decir, nexos de la economía internacional, del capitalismo mundial y, por qué no, de la propia la literatura (¿pero entonces la literatura tiene que ver con el capitalismo? ¡Quelle horreur!). Según informa Le Monde, el jueves 24 de septiembre, en la Tercera Cámara del Tribunal de Gran Instancia de París, el grupo multimedia La Martinière (propietario, entre otras, de la gran editorial Seuil) llevó a juicio al buscador norteamericano Google. “Hasta ahora”, continúa Le Monde, “ningún editor se había animado a acusar judicialmente al gigante californiano”. Con los apoyos del muy local Sindicato Nacional de la Edición (que nuclea a 530 editores) y de la aún más local Sociedad de Gente de Letras, Seuil pide 15 millones de euros, y la suspensión inmediata de la digitalización de libros que, sin autorización, lleva adelante Google. Yann Colin, abogado de Seuil, acusa: “El sistema de Google es ilegal, es peligroso y es perjudicial para los editores”, ante lo cual Alexandra Neri, abogada de Google, responde: “Lo que hace Google es absolutamente legal. Jamás negamos que Seuil controlaba los derechos de las obras en papel, pero nunca probaron que tenían los derechos para las versiones digitales de esos textos”. El veredicto se espera para el 18 de diciembre.
Entre tanto, la literatura, o mejor dicho, los autores, ¿qué opinan? El debate parece darse entre editores y gigantes de Internet, ¿tienen los autores algo para declarar? ¿Y los lectores? En mi opinión, que no soy autor, ni tampoco editor, y apenas algo gigante (mido 1,87 cm, lo suficiente como para que en el blog de mi amigo DGT me traten de “oso”), todo me resulta levemente absurdo. No. Está mal expresado, retiro lo dicho. No es levemente, ni tampoco absurdo: es insuficiente. Todo me resulta insuficiente. Los grandes debates económicos-culturales no se resuelven nunca por vía del derecho administrativo. No alcanza con la instancia de los tribunales y los expertos abogados. Al contrario, ese régimen finalmente tiende a obstaculizar, a obturar cualquier pensamiento radical sobre el tema. En la Argentina hay también una gran jurisprudencia sobre un caso literario-policial: el affaire entre Gustavo Nielsen y Ricardo Piglia/Planeta, por el premio otorgado por esta última editorial a ese anteúltimo escritor. La Justicia –en varias instancias y apelaciones– falló siempre a favor de Nielsen, seguramente con razón. La valentía de Nielsen fue notable (como diría Le Monde, “nadie se atreve a acusar a un gigante”) pero al instalarse el tema –en el campo intelectual y editorial– sólo como un asunto judicial, se perdió la oportunidad para encarar una reflexión profunda y consecuente sobre la relación entre literatura y mercado, entre prestigio cultural e interés económico, sobre los modos de consagración literaria y los diversos caminos alternativos de circulación de los textos. La Justicia falló, una pequeña cena de desagravio ocurrió, y el tema se terminó.
Otro tanto ocurre con el caso Seuil/Google. En el fondo, me es indiferente quién gane. La tensión entre la imprenta y la pantalla de computadora debe leerse como el choque entre dos formaciones del capitalismo, uno moderno, el otro posmoderno (por llamarlo de alguna forma). Y si algún interés tiene el juicio, es quizás el de hacer luz sobre los modos en que Google organiza la cultura. Nunca en la historia un medio ocupó un lugar tan central en la vida cotidiana, apareciendo como supuestamente “neutro” o “a-valorativo” (simplemente como un “organizador”, un “buscador” de informaciones preexistentes). Discutir a fondo a Google ya sería un éxito inesperado del juicio. Aunque no creo que a Seuil le interesen demasiado estas cuestiones.