En Venezuela, todos hablan de dos oponentes, dos intereses, dos salidas: Maduro contra Guaidó. Para algunos, la dictadura contra la democracia. Para otros, el imperialismo contra la soberanía nacional. Ninguna de estas oposiciones representa el problema real, porque el chavismo y la oposición se parecen demasiado.
Pensemos en las libertades democráticas. Es cierto que en Venezuela gobierna una dictadura militar. Maduro dio su propio golpe en mayo de 2017. Hoy, los partidos opositores están proscriptos. Dirigentes sindicales y de izquierda son perseguidos sistemáticamente. Los militares se hicieron con las principales empresas estatales y son quienes realmente manejan el poder. Además de la fuerza militar, el régimen cuenta con organizaciones paramilitares como la Organización para la Liberación del Pueblo (OLP) que ya lleva más de mil activistas muertos desde el año pasado. Curiosamente, lejos de realizar un “golpe”, los militares defendieron al gobierno y asesinaron a 26 manifestantes.
¿Guaidó se opone a todo esto? Nada de eso: apela a los militares. Ya les propuso, incluso, una “amnistía” para todos sus crímenes. No dijo nada sobre desmantelar las fuerzas paramilitares ni sobre los dirigentes sindicales presos. Es decir, se va a hacer sostener por los mismos elementos criminales que sostuvieron a Maduro.
Sigamos con la “injerencia extranjera”. Es cierto que a Guaidó lo apoya Trump (pero no los demócratas). Una invasión es altamente improbable y sería un escándalo que EE.UU. no está dispuesto a afrontar. Por su parte, Maduro tiene el apoyo del imperialismo chino-ruso, con despliegue de tropas extranjeras y todo…
Vayamos a la economía. Se acusa a Guaidó de querer imponer un plan de ajuste “brutal”, sin tener en cuenta que el ajuste llevado adelante por el chavismo es uno de los más sanguinarios de la historia económica mundial reciente: 1.600.000% de inflación en 2018. El 70% de los venezolanos está por debajo de la línea de pobreza. Hay 4 millones de exiliados por el hambre. Ahora comenzó un proceso de privatización de empresas estatales para buscar fondos. Si eso no es ajuste…
¿Guaidó propone algo diferente? Para nada. Su única propuesta es el “corredor humanitario” para ayuda alimentaria. Que es simplemente cambiar el nombre de lo que hoy hace el chavismo.
Es decir, unos y otros son lo mismo: dos bloques que defienden diferentes alianzas de empresarios locales con sus pares extranjeros, apoyados por Estados fuertes.
Ahora bien, ¿por qué semejante enfrentamiento? Hay un elemento interno de arrastre: la forma de procesar la desmovilización social –sobre la que inicialmente se tuvo que apoyar el chavismo– y el lugar del empresariado arribista (“boliburguesía”). Y hay un elemento internacional que aceleró los tiempos: el enfrentamiento internacional entre EE.UU. y China-Rusia. Maduro venía recostándose en este segundo bloque. El escándalo estalló cuando, en el proceso de privatizaciones, el gobierno decide vender la empresa que exporta crudo a EE.UU., Petromonagas, a la rusa Rosneft.
Y sin embargo falta algo más, un tercer actor no contemplado por nadie y que dificulta una salida “negociada”: la entrada en escena de la clase obrera más empobrecida. Venía manifestándose muy esporádicamente y era muy rápidamente reprimida. El 23 de enero, los barrios más sumergidos de Caracas, los que habían sido bastiones del chavismo, realizaron una verdadera demostración de dónde yace el poder real. Los levantamientos, bloqueos, saqueos y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad muestran la inutilidad de los carnets de la patria, las cartillas de racionamiento y los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Querían que se vaya Maduro, sí, pero tampoco soportarían la salida que propone Guaidó. Ellos son lo otro. La verdadera piedra en el zapato de esos que son lo mismo. La única salida ante el abismo. Si toman esa conciencia, Venezuela albergará al proceso histórico más importante de este siglo.
*Historiador, docente de la UBA y UNSL. Dirige el Laboratorio de Análisis Político del Ceics. Universidad Austral.