Tucídides, hace 2.500 años, o Hans Morgenthau, en 1947, dos de los mas destacados padres del estudio de la política internacional, advertían que el máximo activo de un Estado era la prudencia de sus dirigentes para manejarse en la anarquía del sistema internacional. Asimismo reafirmaban la necesidad de limitar lo declamativo y centrarse en consolidar los recursos humanos, militares y económicos de poder. Esto no implica renunciar a los principios y convicciones, sino recordar que el terreno mas apto para todo ello era la política doméstica en donde existe un “Leviatán” o Estado dotado de una historia, instituciones, usos y costumbres en común. Y no olvidar que los demás también tienen convicciones y principios. Sumado a ello, la importancia de impulsar la unidad nacional y no priorizar las divisiones internas como forma de acumulación de poder. Nada más lejos estaban estos pensadores de proponer el conformismo y el statu quo. La cuestión era no caer en lo gestual y declamativo y sí en lo conducente.
El reciente incidente con EE.UU. por el avión militar con personal, armamento y tecnología para un ejercicio con el grupo de elite de la Policía Federal, es un caso testigo en donde las “convicciones” y la combinación de internas domésticas, cálculos electorales y alianzas internacionales con Estados o centros de pensamiento, derivan en un incidente diplomático mayúsculo. Sin renunciar al control soberano del territorio y sus leyes, la prudencia hubiese exigido darle una solución reservada, seria y constructiva. Por ejemplo, utilizar los canales pertinentes para regresar a su origen el material no declarado o, previa revisión técnica, darle la autorización para su ingreso si el tipo de ejercicio así lo ameritaba. Para la Argentina, que desde 2003 ha colocado en el centro de la agenda el esclarecimiento de los atentados de 1992 y 1994 y ha apuntado abiertamente a Irán y a Hezbollah como eventuales responsables, un ejercicio antiterrorista con EE.UU. es algo lógico. Ni que decir de la condición de aliado extra OTAN que detenta nuestro país desde 1998, que entre sus ítems destaca la cooperación y coordinación en temas de seguridad internacional y antiterrorismo. Ningún gobierno argentino ha anunciado que reniega o renuncia a dicha categoría con Washington. Más allá del timing desafortunado que implica esta escalada con la superpotencia luego de la no visita de Obama al país y las fuertes críticas de parte del canciller al centro de formación policial en El Salvador, no hay dudas de que el pataleo o las declaraciones altisonantes no parecen el mejor camino. Si uno mira alrededor, Brasil ha generado serios malestares en EE.UU. por sus lazos con Irán, las negativas a transparentar en su totalidad el programa nuclear y la supuesta, según Washington, predilección oficial por parte de Lula y su gobierno por aviones de combate franceses, no fue impedimento para que en 2010 ambos países firmaran el primer acuerdo de cooperación militar en cuarenta años. El propio Chile mantuvo una aguda negativa a respaldar la guerra con Irak en 2003 sin que ello implicara abandonar proyectos de modernización de sus FFAA con tecnología de EE.UU. y concretar la Zona de Libre Comercio. Una relación seria y constructiva con EE.UU. es un factor clave para dotar de coherencia y equilibrio a las profundas y activas relaciones que tenemos y tendremos con Brasil. Esto no implica burdos y desactualizados juegos de equilibrio de poder y competencia, sino sinergias positivas que Argentina debe articular con paciencia e ingenio en sus relaciones con países claves en el hemisferio como son los EE.UU., Brasil y México y a escala subregional con Chile y Perú. A nuestros decisores cabe pedirles prudencia y visión de largo plazo, a los estadounidenses pensar en términos estratégicos y de futuros escenarios geopolítico (un mayor hegemonismo de Brasil, un estrechamiento de la alianza entre esta potencia latinoamericana y China) que podrían acercar más los intereses de Buenos Aires y Washington, que debe evitar la tentación de mirar a la Argentina con ojos de “blanco-negro” o clichés y estereotipos propios de situaciones de desinterés.
*Profesor de la UCA y de la Universidad Torcuato Di Tella.