El síndrome del miembro fantasma ocurre cuando una extremidad es separada del cuerpo y, pese a ello, sigue transmitiendo sobre el cuerpo la sensación de que todavía es parte de él.
Es lo que le pasó a Daniel Scioli después de perder su brazo manejando una lancha: sentía que su cerebro seguía recibiendo impulsos nerviosos de su extremidad amputada.
La ciencia todavía no encontró las razones exactas de por qué sucede esto, aunque la explicación más aceptada es que el cerebro, tras toda una vida de tener un área dedicada a la relación funcional con ese miembro, genera estímulos propios para reemplazar a los que ya no recibe. Parece que el miembro sigue estando, pero es una extremidad fantasma.
Los pacientes que padecen este síndrome dicen incluso que el miembro ausente les provoca fuertes dolores.
Mensaje multidireccional. Mauricio Macri y Cristina Kirchner acaban de avisar que ellos están dispuestos a competir en las elecciones presidenciales del próximo año. No importa ahora si las candidaturas de estos extremos de las dos grandes coaliciones realmente existen. O si son expresiones fantasmas de ex presidentes que ya no podrán volver a serlo.
Lo que importa es que sus respectivas internas sigan sintiendo los impulsos nerviosos de esos miembros. Aunque se trate de miembros fantasmas.
Ninguno de ellos lo dijo formalmente, pero ambos lo mandaron a decir, casi con las mismas palabras: “Hoy no se descarta nada”.
El objetivo inicial de los dos también es similar: revivir como miembros políticos que no solo siguen existiendo para condicionar alianzas y listas, sino que pueden ser ellos mismos los que vuelvan a vivir en la residencia de Olivos.
Ni ella ni él lo dijeron formalmente, pero lo mandan a decir: "Hoy no se descarta nada"
Están convencidos de que desde el lugar de potenciales candidatos presidenciales lograrán una mayor centralidad electoral, aun cuando finalmente la utilicen para garantizarse cuotas más altas de poder.
Además, es un mensaje para los competidores del otro lado de la grieta. Y, sobre todo, es un mensaje para los jueces. Una advertencia de que pueden volver o permanecer en el poder en 2023.
Macri y Cristina son los dos dirigentes con peor imagen de la Argentina, aunque con una alta base de adhesión cada uno.
En 2019 ella entendió que ese techo electoral le impedía ser candidata y por eso optó por Alberto Fernández. No parece que, en este tiempo, algo hubiera cambiado para mejor.
Si el último mandato de Cristina Kirchner obtuvo malos resultados económicos (alta inflación, más pobreza, cero crecimiento), el de Mauricio Macri fue peor. Duplicó la inflación, incrementó la pobreza y contrajo en más de cuatro puntos el Producto Bruto. En 2019 la mayoría no quiso un segundo tiempo suyo. Tampoco estaría claro por qué lo querría esta vez.
Pero que una mayoría los haya “amputado” a ambos como opción electoral, no significa que ellos lo acepten ni que dejen de enviar impulsos nerviosos al resto del cuerpo institucional del país.
“Otro Alberto”. Quienes más sienten los efectos del síndrome del miembro fantasma, son el jefe de Gobierno porteño y el Presidente.
Aunque lo cierto es que Larreta no va a dejar de presentar su candidatura presidencial dentro de un año, ni siquiera en el caso de que deba competir con el fundador del PRO (Patricia Bullrich dice lo mismo, pero probablemente ceda si Macri se lo pidiera).
La cuestión es que la hipótesis de una competencia interna entre Macri y Larreta podría terminar con un radical ganando las PASO de la oposición.
En ese caso, quien más perdería no sería Larreta, cuya edad le daría otras oportunidades. Sería Macri, quien volvería a caer, pero ya no frente al peronismo sino ante su adversario interno. Y si ganara y después en las generales volviera a imponerse el peronismo, su futuro político y judicial sería más complejo. En el oficialismo, el fantasma de la candidatura de la ex presidenta asola al peronismo en general y a Alberto Fernández en particular.
No porque se crea que ella de verdad piense que puede regresar como jefa de Estado, sino por la siguiente hipótesis: ante su certeza de que este gobierno terminará mal, preferiría competir con el Presidente para (aun perdiendo en las PASO o luego en las generales), recuperar centralidad y ganar con candidatos propios en la Provincia de Buenos Aires.
Gallina. Ese escenario es alimentado en las últimas semanas por la hiperactividad de Máximo Kirchner en el Conurbano Bonaerense, las reuniones con los intendentes y la reconstrucción de vínculos con el gobernador Axel Kicillof.
La otra hipótesis en el albertismo es que la candidatura fantasma de Cristina solo sea para reinstalar su centralidad electoral y elegir luego a “otro Alberto”. Un Sergio Massa o un peronista en el que se pueda fiar más que en el actual mandatario.
El problema es que, más allá de lo fiable que vaya a resultar “otro Alberto”, lo cierto es que, si como ella supone este gobierno no llega a buen puerto, no habrá un candidato asociado a él que vaya a ser competitivo.
Más: sería raro que, en el escenario de una eventual debacle de la gestión nacional, los bonaerenses igual terminen votando a alguien vinculado con el frente electoral que la provocó.
Si Milei y JxC cumplen en ir separados y si el cristinismo va a las primarias sin Alberto, habrá cuatro candidatos
La pregunta es si existe algún escenario en el que las candidaturas imaginarias de Macri y Cristina se hagan realidad.
Quizá exista uno y solo uno: que tanto él como ella estén convencidos de que el otro de verdad se presentará y crean que, ésta vez sí, podrían vencerlo.
Es el escenario de un país más polarizado que el actual, en el que se genere un espectacular show de la grieta en torno a sus dos mayores exponentes y que divida al electorado, casi en partes iguales.
Una suerte de “game of chicken”. Dos automovilistas que conducen en sentido contrario, rumbo al choque: el primero que se desvía del impacto pierde, es un “gallina”. Es aquel juego de locos que James Dean hizo famoso en la célebre Rebelde sin causa.
Pero también ese escenario presenta dos obstáculos evidentes. Uno se llama Javier Milei. El otro, Alberto Fernández.
El primero es un candidato en ascenso con chances de llegar a la Presidencia. El segundo es un político que se cree con derecho a ir por la reelección si muestra que sus resultados (pandemia mediante) son sustancialmente mejores que los obtenidos en sus gobiernos por Cristina y Macri.
Si Milei ratifica su postulación y Juntos por el Cambio su declarada promesa de que no se aliará con el libertario, la oposición llegará a competir en la primera vuelta electoral con dos candidatos fuertes que, en algún punto, se dividirán votos.
Frente a eso, si Alberto Fernández lograra terminar su mandato con dos años más de cierto crecimiento del Producto Bruto y, sobre todo, si consiguiera reducir la inflación a niveles tolerables, su posibilidad de ser reelecto aumentaría. Pero de lo contrario, aumentaría la opción de que también se produjera un desprendimiento en el oficialismo.
Juntarse o unirse. La de despegarse del Gobierno es la alternativa cristinista cuyo relato en construcción se profundizó en las últimas horas.
Dirán (dicen) que, con Guzmán como ministro, el Presidente apostó a un proyecto más cercano a la ortodoxia liberal que al modelo nacional y popular, y que la gota que rebalsó el vaso fue el acuerdo con el FMI que “entregó la soberanía económica del país”.
Así, se llegaría a un escenario electoral con cuatro candidatos fuertes compitiendo en la primera vuelta. Dos por la oposición y dos por el oficialismo.
Esa sola posibilidad es una advertencia de que, quien no se divida, tendría más oportunidad de llegar al poder.
Lo que abriría un dilema más profundo. Juntarse para llegar al Gobierno de cualquier modo, o unirse detrás de un plan que no solo sea para ganar sino también para gobernar.