No fue sólo el cambio de tempo y la renovación de ministros y funcionarios lo que introdujo nuevos horizontes a 2017 del Gobierno. Sobre las mismas urgencias y escenarios de hace pocas semanas, salen a la luz nuevos actores, novedosas formas de los problemas o aparecen otros protagonistas. Algunos son abordajes originales. En la primera semana del año nomás, surgió con fuerza el debate acerca de los costos laborales, su composición y peso en la falta de competitividad de la economía.
Mientras el proceso de desinflación de precios va desnudando que no había valores reales en la economía, la franqueza propia de una administración que se define a sí misma como de derecha con objetivos sociales pudo poner el tema sin rodeos en la discusión. A pesar de la protesta que activó la CGT, el plan que apunta a reducir los aportes patronales como estímulo para la generación de empleo fue la propuesta que discutieron el flamante ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, con su par de Trabajo, Jorge Triaca.
No es casual que el apuro pase por un eje que combina la necesidad de introducir mayor competitividad a la economía como la búsqueda de un sustento político alternativo. A la par de las posibilidades técnicas (discutidas aun dentro del flamante equipo de Dujovne), la señal de preocupación por la formalización del trabajo va al ángulo de una de las agendas exteriores, la que impuso el papa Francisco.
Triaca, uno de los lazos más directos de la administración Macri con el Vaticano, lleva adelante la idea de este estímulo al trabajo, precisamente cuando el Vaticano, a través de sus voceros autorizados para la Argentina, viene recalcando la preocupación de Francisco por el tema. No fue en vano la nota editorial del decano de la UCA, Víctor Fernández, en la edición inaugural de L’Osservatore Romano Argentina (que mensualmente se distribuirá con PERFIL) acerca de la precisión de la preocupación del Sumo Pontífice.
Se explayó sobre la cuestión del asistencialismo o, lo que es lo mismo, la polémica que se abrió al “bancar” Francisco a los movimientos sociales que sobre finales del año lograron sentarse a la mesa con el Gobierno para negociar mejoras en los planes de asistencia. Franciso, precisó Fernández, ya ha dicho que tal mecanismo atiende situaciones de emergencia, pero que es prioritario asegurar acceso al trabajo por parte de todos. Recuerda que el Papa dijo que ayudar a los pobres con dinero debe ser una solución de urgencia y que “el gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”.
Apenas días después, el Gobierno puso en marcha dos abordajes para un mismo problema. El más abarcativo, con la agenda que se impuso Dujovne, encabezada por la reducción racional del déficit fiscal (o del gasto del Gobierno), la necesidad de una armonización fiscal y la reducción de la informalidad laboral.
Aunque la agenda de la competitividad de la producción argentina es indiscutible para todos los sectores –incluso los sindicales–, el modo del Gobierno no alcanza a conformar las ansias de todos. No llega a los sindicatos, y para los empresarios es insuficiente. Pero por lo menos es una señal para el Vaticano, desde el costado del fomento del empleo.
Proteccionismo. ¿Alcanzará para que las empresas abran la mano y tomen nuevos recursos? Otros de los actores que llegan a las definiciones provienen del exterior. Por un lado, los industriales siguen expectantes de la resolución del Gobierno sobre el reconocimiento de China como economía de mercado. “Si lo hacen, se acabó el tejido industrial argentino”, asegura un líder de la UIA. Por otra parte, los recursos necesarios para las obras de infraestructura que el ministro de Interior y Obras Públicas, Rogelio Frigerio, gestionó hace dos semanas son indispensables.
En ese contexto de incertidumbre –y de mejores intenciones que gestión, según evalúan en la industria–, empieza a presionar también desde el exterior la política de Trump (ver página 27). La admonición a la industria automotriz para que no traslade la producción a México. El proteccionismo pre Casa Blanca despierta cada vez más admiración en un sector como el manufacturero, que en la Argentina lleva cuatro años en retroceso. Y que recibe del gobierno de Macri las señales de que debe ir a una reconversión... pero sin siquiera luz al final del túnel. El faro trumperiano recuerda al peronismo antialfonsinista que por el 85 pintaba en las paredes “Ay patria querida, dame un presidente como Alan García”, quien encabezaba entonces un proceso nacionalista que terminó sepultado en la hiperinflación, aunque eso es otra historia.
Con Dujovne, sí dejará de ser un problema la comunicación de las políticas, la definición de los trazos de la política económica, algo de lo que adolecía Alfonso Prat-Gay. El problema es que algunos de esos objetivos pueden tropezar con las propias limitaciones políticas de un año electoral. Como se escribió aquí, es muy poco probable que la reforma fiscal vaya más allá del solapamiento de impuestos. Una reforma más abarcativa que deba contar con el aval de las provincias y de los legisladores que les respondan es muy poco probable que se concrete en 2017.
Quizá el mayor mérito, sin modificar grandes objetivos, que tuvo el Gobierno es el de poner otro pingo sobre la cancha económica. Los mercados escucharon a Dujovne sin cortocircuitos con el Banco Central, sembrando optimismo en brotes verdes que se adivinan pero que la distancia no permite percibir. Aparecen nuevos interlocutores conocidos (aunque más no sea, de la tele) y se plantean las tareas titánicas como la de cambios al sistema impositivo.
En pocos días más lo mostrarán en Davos, donde hace un año Macri comenzó la conquista del mundo de la mano de su entonces amigo y contrincante Sergio Massa. Además de las inversiones, se evaluarán los avances o retrocesos respecto de la inflación, el mal endémico argentino que sigue despertando extrañeza en el mundo. El presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, se encargará de fijar el dato de que ya estamos en un sendero del 20% y bajando. Dujovne tratará de explicar su plan para reducir el gasto. Se buscará más comprensión, nuevo entusiasmo, y renovar la esperanza para la Argentina.