El principal problema que enfrenta el nuevo presidente de Paraguay, Fernando Lugo, es la gobernabilidad del país. Triunfó por 10 puntos de diferencia (40,1%) con respecto a la candidata del Partido Colorado, Blanca Ovelar, pero no controla ninguna de las dos cámaras del Congreso, y los colorados mantienen su supremacía en las gobernaciones:de los 17 departamentos, 10 fueron ganados por la Asociación Nacional Republicana (ANR, Partido Colorado).
La coalición de Lugo (Alianza Patriótica para el Cambio, APC) es reciente y ampliamente heterogénea. Fue fundada hace ocho meses y la integran nueve partidos y trece movimientos sociales, en su mayor parte con orientación de izquierda. Por eso Lugo y el vicepresidente, Federico Franco (Partido Liberal Radical Auténtico, PLRA), llegaron a un acuerdo con Lino Oviedo y su partido (Unión Nacional de Ciudadanos Eticos, UNACE) para lograr mayoría en el Congreso.
El verdadero problema de gobernabilidad que enfrenta Paraguay no está en el Poder Legislativo; tiene un carácter estructural y se refiere al hecho de que amplios sectores del Estado paraguayo, tanto vertical como espacialmente, están controlados por el contrabando y el crimen organizado desde la década del setenta.
Entre 1970 y 1979, el PBI en Paraguay creció 8,3% anual promedio y el PBI per cápita aumentó 5,4% anual. Fue obra de tres factores: en primer lugar, el auge de la economía brasileña. Brasil creció 10% anual promedio entre 1968 y 1973; fue el “milagro brasileño” de la segunda etapa del régimen militar (1964-1985). En ese período, Brasil era una de las economías más cerradas del mundo, y el contrabando desde Paraguay (Puerto Stroessner/Ciudad del Este) cumplió un papel funcional de inserción internacional en el boom brasileño. Por último, la construcción de Itaipú, sobre todo entre 1975 y 1981: el gasto por la represa binacional ascendía a 25/30% del PBI de Paraguay por año.
El contrabando en gran escala adquirió características de triangulación internacional entre las importaciones del Sudeste Asiático y Estados Unidos, por un lado, y las ventas al mercado brasileño, por el otro, en todos los casos en una dimensión de ilegalidad.
Entre 1989 y 1990, tanto Brasil como Argentina abrieron sus economías. La triangulación internacional (contrabando en gran escala) continuó, pero cada vez más en negro, profundizando sus aspectos oscuros, con un énfasis creciente en el narcotráfico, el tráfico de armas y el lavado de dinero.
El Partido Colorado fue un sistema de poder que, junto con el Ejército, gobernó Paraguay durante 61 años. Hay dos grandes etapas en estas seis décadas de hegemonía colorado-militar. Entre 1947 y 1973, el Estado fue una estructura de distribución de privilegios para afirmar y consolidar el sistema de poder que ganó la guerra civil de 1947. Allí, la minoría del Ejército, en la que se destacó en la batalla decisiva de la defensa de Asunción el entonces mayor de artillería, Alfredo Stroessner, y las milicias coloradas se impusieron a las unidades liberales y febreristas. Esa primera fase del régimen colorado terminó en la década del 70, cuando a través de la “colonización” de amplios sectores del Estado, la triangulación internacional y el contrabando convirtieron al Paraguay en plataforma de una actividad ilegal en gran escala. Ese Estado “colonizado” por el contrabando está por encima (y por abajo) de los cambios políticos. No es un fenómeno de corrupción, sino de apropiación sistémica de las estructuras estatales por el crimen organizado.
Este es el principal problema de gobernabilidad, de carácter estructural, que tiene Paraguay hoy.
En la década del 70 también se modificó la estructura productiva paraguaya. Comenzó el cultivo en gran escala de la soja en la Región Oriental, aledaña a Brasil, y gran parte por obra de agricultores brasileños (los “brasiguayos”). Paraguay es hoy el sexto productor mundial de soja y el cuarto exportador mundial, con una cosecha de 5,8 millones de toneladas en 2007 y 4,3 millones de toneladas exportadas. El crecimiento de la economía paraguaya de los últimos cinco años es obra directa de la producción de soja. El año pasado, el PBI aumentó casi 7% (por arriba del promedio de América latina); y con un aumento extraordinario del precio de los commodities agrícolas en el mercado mundial (aumentaron 40% en los últimos seis meses), la soja es responsable por el 33,26% del total de las exportaciones.
Sobre una población de seis millones de habitantes, hay al menos 2,5 millones de paraguayos en el exterior. Por eso, las remesas de los paraguayos en el exterior son la tercera fuente de divisas del país, después de la soja y la carne.
Las grandes transformaciones económicas y estatales experimentadas por el Paraguay desde la década del 70 no se reflejaron en el sistema hegemónico colorado-militar vigente en 61 años. El régimen colorado más que estable fue inmóvil. Ahora las fracturas que recorren sus estructuras estatales pueden convertirlo rápidamente en lo que ya es en forma virtual: un “Estado fallido”.
Este es el problema de gobernabilidad que enfrenta Fernando Lugo.