Alberto Locatti fue un conocido actor cómico que falleció en diciembre de 2007. Forjó su popularidad desde La revista dislocada y pudo mostrar su extraordinaria capacidad como imitador al lado de figuras como Carlitos Balá. Su apellido saltó de las marquesinas del burlesque a los títulos catástrofe de la crónica policial cuando tiró a su esposa por la ventana. Todo ocurrió en el primer piso de un departamento de Mar del Plata y en 1980, Locatti, ya convertido en protagonista de todos los chistes machistas de mal gusto que se pueda imaginar, pagó con 6 años en la cárcel su particular forma de terminar una discusión.
Hoy varios de los intendentes del Conurbano que más desprecian a Néstor Kirchner se refieren a él como “Locatti”. Un par de ellos aseguró a PERFIL que fue Sergio Massa el que inventó ese “apodo” como una forma de devolverle la gentileza. El ex presidente lo había bautizado peyorativamente “massita”.Se puede asegurar que los caudillos bonaerenses mas jóvenes desconocían que el término “Locatti” utilizado como calificativo tiene dos niveles de ironía. No sabían de la existencia de Alberto Locatti y por lo tanto interpretaban la chicana sólo como una deformación de la palabra “loco”. Los más veteranos, en cambio, entendieron la segunda acepción referida a las agresiones contra su propia cónyuge.
Lo más grave desde el punto de vista institucional es que este “Locatti” al que se refieren en voz baja los muchachos peronistas está casado con la Presidenta de la Nación. Resumen en una palabra irrespetuosa lo que muchos analistas políticos creen: que Néstor es el primer destituyente. El que más daño le produjo a la investidura presidencial de Cristina Fernández. El que busca obsesivamente la suma del poder público. Desde las sombras de Olivos ya se convirtió en presidente de facto, ministro de Economía, secretario de Comercio y, ahora, se dispone a ser gobernador de Santa Cruz y de Buenos Aires. Lo que supera toda la lógica racional es que ese hombre, “Locatti”, formalmente es solamente un diputado nacional electo, que usa y abusa de un gran poder producto de su infinita capacidad de daño, pese a que como candidato nunca pudo ganar una elección fuera de su provincia y que llevó al Partido Justicialista al peor resultado electoral de la historia y que –finalmente– puso a su matrimonio al tope de la tabla de posiciones de los dirigentes políticos con peor imagen en la sociedad.
¿Cómo explicar semejante contradicción? Se queman los libros de muchos politólogos que comparan los altísimos niveles de rechazo que tiene el matrimonio presidencial en la última etapa de su gobierno con los excelentes números de aprobación que exhiben con orgullo Lula, Tabaré Vázquez y Michelle Bachellet, quienes también están muy cerca de dejar sus cargos.
¿Es posible atribuir a un concepto individual como la locura o el fanatismo negador el motivo principal de una decadencia política? La psicología de bolsillo mediático ha divulgado dos maneras de entender popularmente la irracionalidad. Hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos es una definición de locura muy utilizada en estos últimos tiempos. Y decir que no se siente miedo ante nada y ante nadie es también una forma de confesar que no se tienen todos los patitos en fila, como diría Aníbal Fernández.
¿Kirchner es loco o se hace el loco para meter miedo y negociar con más dureza? Toda su vida construyó desde el precipicio y siempre le fue bien. Menos ahora. Su enfermizo ataque cotidiano a los medios de comunicación en general y a Clarín en particular, a los productores agropecuarios y a las clases medias urbanas y rurales y su alucinada expedición punitiva contra los que considera traidores lo colocan siempre como alguien que ha perdido el juicio y termina dañándose a sí mismo.
La explicación más simplista que recorre los pasadizos secretos de la política es que Kirchner sabe que la única forma de no ir preso que tiene es domesticando al sistema de medios. Por eso en esta batalla se juega la vida. Quiere poner de rodillas al periodismo, al campo y a los que considera quintacolumnistas.
Separando los fuegos de artificio, las preguntas de fondo que sería conveniente hacerse en la discusión sobre la nueva ley de medios audiovisuales tienen que ver con aferrarse eternamente al poder, con intereses económicos poderosos y de negocios absolutamente sospechosos. Si el proyecto del Gobierno es aprobado sin modificaciones, aparecen algunas inquietudes de este tipo:
◆ ¿Qué testaferros o empresarios amigos del Gobierno van a comprar los medios de los que Clarín, Telefónica y el Grupo Vila-Manzano-De Narváez deberán desprenderse en un año?
◆ ¿Nadie habla de que van a estar obligados a vender a precio vil, urgidos por plazos tan cortos? ¿Cómo evitar que una desmesura reemplace a otra de igual o mayor tamaño y peligrosidad?
◆ ¿Si es genuina la intención de aumentar la libertad de prensa y evitar monopolios privados y estatales, por qué no se adopta la propuesta de Miguel Bonasso? Plantea que las licencias y los controles sean responsabilidad de organismos autárquicos y tengan matriz parlamentaria que es la institución más pluralista.
◆ ¿O Bonasso es un agrogarca mediático y destituyente?
◆ ¿Permitir el ingreso de las telefónicas al negocio de los medios es una manera de parir un monopolio K similar al que intentó Carlos Menem con el CEI?
A esta altura los odios políticos y personales y la voracidad del combate por los negocios y negociados tienen un subproducto positivo que es que se caigan muchas caretas de hipocresía. El cruce entre Daniel Vila y el Gobierno no tiene desperdicio. Vale la pena leer en forma completa el discurso “revolucionario” del empresario mendocino. Rebotaron con más fuerza periodística sus palabras referidas a este proyecto de ley como “la violación jurídica e institucional más grande que haya sufrido el país desde el golpe de Estado de 1976” . Pero hay otras perlitas imperdibles. Vila se preguntó: “¿Quién mejor que el matrimonio presidencial puede conocer la diferencia entre libertad de expresión y de extorsión? ¿Acaso los insistentes y constantes llamados para despedir a tal o cual periodista que tuvo la valentía de denunciar alguno de los tantos actos de corrupción cometidos por este gobierno bajo pena de levantar la pauta oficial no es una extorsión?”.
Al final de su discurso, Vila enumeró las “mentiras que son la materia prima” de los K y entre otras, señaló que se “nos mintió cuando se dijo que los fondos de Santa Cruz habían sido repatriados”.
Debo pedir disculpas por la autorreferencia pero es al sólo efecto de mostrar de adentro el concubinato de muchos medios con el gobierno K y el cambio de línea editorial según sus fugaces, circunstanciales y alternativas cachetadas y besos traducidos en negocios compartidos y medidos en pautas oficiales.
“Hijo de puta, comprate un canal si querés hacer periodismo”, me dijo a los gritos y por teléfono Daniel Vila un día antes de que se emitiera el último programa de Fuego cruzado, que yo coconducía con Marcelo Longobardi por América TV. Fue la última vez que hablé con él. Se negaba a que emitiéramos un informe riguroso (que guardo en mi archivo con orgullo) precisamente sobre el origen, la ruta y el destino incierto de los tristemente fondos de Santa Cruz. “Esa investigación no va”, me dijeron a dúo Vila y su comisario político Román Lejtman, delegado por entonces de Alberto Fernández y Enrique Albistur en el canal.
“Si no va el informe de los fondos de Santa Cruz, yo no voy el domingo a hacer el programa”, contesté absolutamente asqueado por las presiones brutales que ya veníamos recibiendo diariamente durante meses y que, curiosamente, Vila recordó como un adalid de la libertad de prensa en su discurso. “Me querés extorsionar, hijo de puta. Querés que yo quede como un censurador y vos como un ídolo. Ahora te ordeno que vengas y hagas el programa”, dijo antes de cortar la comunicación. Hice el último programa solo. Nerviosamente, dije varias cosas entre líneas porque confieso que tuve temor. A la respuesta violenta de Daniel Vila que tiene un par de causas en la Justicia por sus reacciones contra dos periodistas, y a que el resto de los empresarios periodísticos no me diera trabajo porque una parte importante en ese momento jugaba para Kirchner por terror o conveniencia.
Hoy la explosión del debate público permite poner más verdad en muchas de estas verdades a medias. Sin ánimo de venganza. Sólo para que, de una vez por todas, la relación entre los medios y los gobiernos de turno no sean carnales si hay negocios de por medio o de guerra, si se caen esos acuerdos.
Tal vez sea demasiada ingenuidad de mi parte. Por eso creo que sería un gran avance que se convirtiera en ley el proyecto de la diputada y periodista Norma Morandini para establecer la “cláusula de conciencia”. En los considerandos, ella plantea que los periodistas deben “mediar entre la ciudadanía y el Estado. Una función social que exige que actúen según su propia conciencia, de manera independiente, protegidos en su dignidad profesional, no maniatados por esas relaciones no reglamentadas entre las empresas para las que trabajan y los gobiernos. Sobre todo, cuando el cambio de manos en la propiedad de algunos medios de comunicación es cada vez menos transparente”.
A propósito de la propiedad de los medios, Daniel Vila dio una clave interesante para la Justicia ante la denuncia que hizo el titular del Comfer, Gabriel Mariotto, sobre el ocultamiento de información por parte de Francisco de Narváez. Promediando su alocución, Vila cuestionó a la Presidenta por “las recientes intimidaciones judiciales” que padeció el diputado “cuyo entorno profesional y familiar forma parte del accionariado de América de manera pública y ostensible” (sic). Los que siguen estos temas con lupa en los tribunales cuentan que es el hijo de Francisco de Narváez el que figura formalmente como dueño de las acciones y por eso Vila habría apelado a tan intrincada redacción.
Ya convertido en literatura indispensable y después de haber celebrado junto al Gobierno la posibilidad de transmitir fútbol a través de sus pantallas –acuerdo que al parecer se hizo trizas–, Vila no anduvo con eufemismos para denunciar que: “Tampoco se ha podido ocultar su ingreso (el del Gobierno) a los medios de comunicación de la mano de Verbitsky en Página/12 o de Szpolsky y Electroingeniería en Radio del Plata y revista 23, por citar algunos ejemplos; ahora quiere quedarse con el resto de los medios de comunicación y con el negocio de las telecomunicaciones, vía su arreglo con la empresa Telefónica de España. Para eso, los empresarios bendecidos por el poder son otros, pero el accionista final siempre es el mismo”.
Aníbal Fernández, que brindó junto a Daniel Vila en el programa de Alejandro Fantino por “el fútbol gratis para todos”, fue feroz en su devolución. Dijo que Vila “no tuvo inconveniente en pasar por la casa de gobierno todas las veces que fuera necesario y casi convertirse en un chupamedias del Gobierno para poder regularizar su situación de deuda de casi 48 millones en sus medios. Pasó de tener un gesto alcahueteril para buscar una ventaja, sentado a dos metros de la Presidenta, a decir todas estas barbaridades para defender su kiosco”.
Hasta la Presidenta atendió en su discurso de Berazategui a Vila: “Hace dos meses firmó la refinanciación de la deuda que su medio tiene con la AFIP. Eso es doble discurso y dobles contabilidades”.
Toda la lógica del kirchnerismo aparece encuadrada en lo que podríamos llamar “extorsión de Estado”. Ofrecen beneficios ofensivos para aquellos que pagan todos los impuestos religiosamente con el sudor de su frente como una forma de cooptar voluntades y terminar con todo tipo críticas en esos medios. Si a pesar de todo los cuestionamientos aparecen lo mismo, llevan el péndulo hasta el casillero de los traidores y apelan al apriete y el castigo. Esta es la forma de acumular poder y gobernar que hay que desterrar de la Argentina y de muchas provincias donde ocurren cosas similares. Lo mismo pasó en la relación con el Grupo Clarín y la autorización de la fusión de Cablevisión y Multicanal que firmó Kirchner a horas de abandonar el gobierno. En esa época estaba en pleno romance con quienes hoy acusa de “extorsionadores” y de querer someterlo a “su poder monopólico”. La certera pluma de Mario Wainfeld de Página/12, a quien nadie podrá acusar de antikirchnerista, lo describió así: “No contender con el poder mediático es una clásica premisa de partidos y dirigentes que gobiernan o aspiran a hacerlo. El kirchnerismo no fue la excepción hasta el año pasado”.
El odio de hoy es tan fuerte como el amor de ayer. Hoy Mariotto da marcha atrás y anula esa fusión. Las leyes y reglamentaciones se utilizan con una eficacia e impunidad inéditas para intentar enriquecer a los amigos y tratar de fundir a los enemigos. En los medios, en el campo, en el peronismo, en los derechos humanos. En todo. Desde los tiempos de Perón, no se registra semejante nivel de fractura social y de multiplicación del rencor. Si estás conmigo te perdono las deudas impositivas. Si estás en contra mío, te mando la AFIP. Si estás conmigo la Justicia te trata bien. Si estás en contra mío, la Justicia te investiga. Hay fondos nacionales o no según en qué lugar te ubiques. Hay licencias de radios y tevé de acuerdo a qué camiseta te pongas. Los empresarios privados y los funcionarios entraron en ese juego que los termina atrapando sin salida. Adentro te convierten en un ente sin pensamiento propio y con la palabra prohibida. Afuera, te combaten y te persiguen hasta las últimas consecuencias. Por eso cada vez se va más gente del lado de los Kirchner. Se abrió una gran oportunidad histórica para poner todo sobre la mesa y debatir a fondo. ¿Seremos capaces de encontrar una ley que regule la circulación informativa con un consenso de la mayoría de esta sociedad? ¿Podremos quebrar las extorsiones políticas y empresarias y establecer relaciones transparentes, plurales y equilibradas entre el Estado y el periodismo? ¿O todo se hará de prepo, a paso redoblado y tambor batiente con el único objetivo de enriquecerse fácilmente o de quedarse eternamente en el poder? Es verdad lo que dijo Cristina: ahora vamos a comprobar la calidad de la democracia que nos supimos conseguir. Tenemos acechanzas importantes por delante. La atomización y la anomia social aparecen en el horizonte. El pánico no para de crecer. Ojalá la poética filosófica de Santiago Kovadloff se transforme en realidad y el temor no derrote al pensamiento crítico. Para que la palabra importe más que el silencio.