Cualquier Pérez o García, por no mencionar otros apellidos comunes de diverso origen, ante la perspectiva de competir por la presidencia del país en 20ll, exigirían ciertas condiciones económicas y políticas para ganar esa elección: una tasa de crecimiento del 7% para este primer trimestre, una cosecha récord de soja y con excelentes precios internacionales para el “yuyito”, exportación creciente de automóviles (aunque este rubro puede ser cuestionado por el grado de importaciones incorporadas a esas exportaciones, ya que en la Argentina casi ni se fabrican motores ni carrocerías), disponibilidad augusta de unos l8 mil millones de dólares, una oposición fraccionada, líderes contrarios sin una gota de carisma o penetración en la gente, hambre y sed en las administraciones provinciales que habiliten apoyos legislativos tras elementales promesas de gratificación y una reconocida necesidad social en todo el territorio que garantice, previa sesión de dádivas, un piso electoral. Con esos elementos en su alforja basta, entonces, para que cualquier ciudadano común de los apellidos más comunes, pueda consagrarse presidente en 20ll. De Perogrullo. Sólo una o dos personas no alcanzarían esa meta a pesar de contar con todas esas ventajas: los Kirchner.
Para salvar esta manifiesta discriminación personal, el dúo oficial pretende revertir augurios y tendencias. A veces con inteligencia, en la mayoría de los casos con enfado y obstinación, identificando toda clase de enemigos presuntos (incluyendo abstracciones como la soja o la carne vacuna), acusando e imaginando un complot mayúsculo, padeciendo en ese avatar sufrimientos en la salud, insomnio, jaquecas, hasta engorrosos disturbios matemáticos para la cabeza de dos abogados. Mejor no indagar en los paliativos que un ser humano puede buscar para salir de ese encierro.
En ese intento, luego del grotesco que significó la despedida de Martín Redrado, se concibe el posterior reemplazo al frente del Banco Central de Pesce por Marcó del Pont, dama que parecía con destino incierto ya que la prolongación de su mandato en el Nación constituía una dilación para cederle el cargo al gerente Fábregas, un cercano a Néstor, quien nunca pareció convencido de la conducción femenina. Sin embargo, como se supone que la mujer es de extrema fidelidad encajaba mejor para el BCRA, al menos frente a un Pesce más inestable políticamente por su vínculos con los radicales Cobos, Baglini y Rodríguez, el que se había calzado el sayo presidencial desconociendo una máxima histórica: Roma no paga. Perseguir la subordinación es desvelo de los Kirchner, aún cuando la procedencia de Marcó del Pont venga de la mano del desarrollismo, de esa línea política frigerista que tanto entusiasmaba al irredento Héctor Magnetto y que él, con Clarín, siempre protegió además de auspiciar (por ejemplo, el centro de estudios Fide que todavía dirige Hector Valle, numen de la nueva funcionaria del BCRA).
Sostiene ella, aunque cierto escozor ahora le hace decir lo contrario, un esquema de dólar más alto: 4,20 a fin de febrero, dirán sus críticos atrevidos y quizás con escaso sustento, para congraciarse con los “sectores concentrados” de la economía, aunque el objetivo sea una mayor recaudación a través de las retenciones. También, se cree –por lo menos, así lo entiende buena parte del mercado– que Marcó del Pont habrá de monetizar en el año los 6.500 millones de dólares del inminente Fondo del Bicentenario (se calcula una emisión extra de 20 mil millones de pesos) y, en un intento por cebar aún más la actividad económica como desea el kirchnerismo, se instrumentará algún sistema de redescuentos para que los bancos presten dinero a las empresas a tasa subsidiada. Quienes se escandalizan con esta política –que supone tambien alguna libérrima reforma de la Carta Orgánica del Central– anticipan picos de inflación descontrolada, desconfianza en los depositantes. Tienen el matrimonio oficial y la nueva dama, el desafio de mostrar que lo ya escrito y vaticinado no habrá de producirse. Caso contrario, los votos a demandar no quedarán en la estantería.
Esta política de más reparto alegra a las provincias exhaustas y tranquiliza, claro, a ciertos sectores de la Provincia de Buenos Aires. Por ejemplo, la Tota (intendente de Florencio Varela que coordina la Tercera Sección electoral) y la Porota (intendente de Ituzaingó que coordina la Primera Sección) comienzan a respirar aliviados junto a quienes sin otras opciones, como Balestrini y los poderosos de Tres de Febrero, Avellaneda y La Matanza, se mantienen alineados bajo la tutela que imponen los porteños, calificación despectiva del aparato que rodea a Scioli a través de Pérez, su jefe de Gabinete. Poder concluir obras emprendidas y empezar nuevas es una bandera que no le disgusta a nadie en la Provincia de Buenos Aires. Tal vez recupere votos.
Con recursos, claro, se ampliará la obediencia debida y el propósito de retaliación a los objetores. Ya se advirtió con el ministro de Economía y el jefe de Gabinete defendiendo las operaciones comerciales de un diputado –a Néstor Kirchner por la compra de dos millones de dólares en plena corrida de octubre de 2008–, abuso inexcusable del Estado como el de la imputación aquella contra el jardinero de De la Rúa (rol tan protagónico de los funcionarios que permitió ocultar la compra de dólares que ejercieron las organizaciones de Moyano).
O con el ataque a quien durante un lustro compartió techo y comida con la pareja, Alberto Fernández, al que parecen haber responsabilizado por la difusión del operativo en dólares de los Kirchner. Le imputaron en réplica, como se sabe, haber comprado tierras privilegiadas en El Calafate –como los Kirchner– a través de su socia en el estudio (Losardo, señora de Mitjans, apellido cercano a Clarín, obvio), antes de influencia notoria en la Justicia. Hecho que el ex Fernández negó, justificando sí la cesión de tierras a gente amiga y con precios cuestionables, ya que de ese modo los intendentes cobran impuestos en lugar de conservar hectáreas baldías. Curioso razonamiento de quienes, a través de la revisión de la historia política argentina, se encarnizaron siempre contra Roca porque éste concedió tierras libremente para poblar la Patagonia.
Están claros el curso, la política, los castigos. Lo que se ignora es si esos elementos contribuirán para que los Kirchner se conviertan en otro apellido común del país para renovarse en el poder en 20ll. Por ahora, sólo ganan tiempo y al precio de dormir mal.