“Cuando a la gente que quiere ser mejor se le proponen modelos torpes y valores ilegítimos, el ridículo, la parodia instalan su reino.”
Manuel Puig (1932-1990)
Escena 1. (Atardece. Martín ha regresado del entrenamiento y, tirado en el sofá de su living, escucha su tema preferido de Pimpinela. Canta Lucía: “…Hace dos años y un día que vivo sin éééél…”. Suena el teléfono. Martín sonríe. Del otro lado de la línea, le habla su amigo del alma. ¡Acción!)
—Pablo Alejandro… ¡Qué alegría! Pero… no debes llamarme desde la concentración. Es peligroso. Podría enterarse Sabino o Sebastián Ariel…
—Oh, Martín, Martín... Estoy dispuesto a todo. Sé que me necesitas. Tu vida con Juan Román es un infierno y debes alejarte de su lado. ¡Ya mismo!
—No es tan fácil, Pablo Alejandro. La convivencia con él es una tortura y sólo nos unen cosas materiales pero todos nos ven como la pareja perfecta. ¡Hasta recibimos una oferta de Brasil para irnos juntos! ¡Un contrato fabuloso y vacaciones pagas en la isla de Caras!
—Mmm... El mundo Boca es cruel, Martín. Tú lo sabes. Debí alejarme de ti por aquel horrible pelotazo en contra y su cruel acusación ante todos, ¿lo recuerdas? Pero ya está. Si necesitas hacer más goles, cuenta conmigo. A él se las pararé con el codito si puedo, pero a ti… No podría hacerte daño. Te quiero. ¡Te llevo en mi piel!
—Lo sé. Pero no, no... Tú eres bueno. No debes serle infiel a quien ahora te ama. Ataja. Igual, si puedo, la meteré. Está en mi naturaleza, entiéndeme.
—Claro que sí. ¡Inténtalo! Sólo me importa tu felicidad. Pero si te tapo un mano a mano… abrázame fuerte antes que pateen el corner, ¿sí?
—Lo haré, Pablo Alejandro. ¡Nada podrá separarnos!
—¡Nada!
Escena 2. (Juan Román suelta la carcajada. El grupo entero lo imita. Le festejan cada cosa que dice. Están felices. Son los de siempre y una sorpresa, Pablo Nicolás, que debuta con ellos, lejos de Martín. Sabe que Osvaldo Nicolás Fabián se irá a Portugal y, si se hace amigo, quizá consiga un lugar en la delantera. Comen pizza en el quincho del club. Invita el enganche melancólico. Todos sienten que tocan el cielo con las manos.)
—¡Qué rica está la grande de jamón y morrones, Juan Román!
—Buenísima, Pablo Nicolás. ¡Casi como María Lucila, tu novia! (Se ríe, todos ríen. Pablo Nicolás congela una mueca de angustia en su boca.)
—Descuida, es una broma. ¡Jamás me metería con el bombonazo de tu chica, Pablo Nicolás! (Se ríe, todos ríen. Se calla, todos callan.) Oye, relájate. Tienes mi bendición. Si estás con nosotros, nadie te hará daño. ¿Verdad, Osvaldo Nicolás Fabián?
—¡Claro! ¿O qué me pasó a mí, que me enferma tirarle centros al 9? ¡Nada!
—¿Y a mí, que casi me lo ahorco al pobre Abel Aníbal cuando me quitó del arco? –recuerda Javier Hernán– ¡Naaaaada!
—¿Y a mí, que no juego desde que Menem era presidente? –se divierte Hugo Benjamín.
—Esto me hace muy felí... (Juan Román se emociona, todos se emocionan.) No me importan los dirigentes. La gente me quiere y ustedes, ustedes…
—¡¡Te queremos, Juan Román, te queremos!! ¡¡Vos, sí; el otro, no; vos, sí; el otro, no!! (Aplausos, palmeadas, saltos, algunos se secan las lágrimas.)
—¡Uy, mírenlo a Palermo! ¡Viene para acá corriendo como loco! –advierte Juan Román. Miradas de asombro. Pablo Nicolás, pálido, traga saliva.
—¿Sobró algún hueso? ¡Ven, Palermo! ¡Dame tu patita! ¡Come perrito!
Riquelme juniors llega con la correa en la mano. Palermo lame la mano de Juan Román (todos lamen la mano de Juan Román). Sonrisas cómplices.
—Aaaahhh. ¡Es la mascota de tu hermanito…!
(Fundido a negro con publicidad del alimento balanceado para ejemplares de raza. Fin del bloque.)
Escena 3. (Martín, melancólico, sigue tirado en su sofá. Ahora escucha otro clásico de Pimpinela, con Dyango: “…Ese hombre, no quiso hacerte daño, no le guardes rencor, compréndelo; no lo dudes, es tu amigo y te quiere, porque ese hombre, ese hombre… soy yoooooo”. Otra vez suena el teléfono. Es él. Suspira. Sabe lo que va a pedirle…)
—Vuelve conmigo, Martín. Te necesito. ¡Basta de sufrir al lado de quien no te valora y te hace desdichado! ¡Mereces la felicidad! ¡Lucha por ella!
—El primer amor nunca muere, Juan Sebastián... Conoces mi sentimiento. Me lo recordaste en aquella final y nos disgustamos, es cierto. Pero yo estaba comprometido y… tú sabes.
—Oh, basta de pasado, Martín. Vuelve a casa. Olvida a quien burló tu corazón y regresa. Es tu familia la que te está esperando… (Se quiebra.)
—Yo, yo… Oh, Juan Sebastián…
—Martín… Mi Titán…
Escena 4. (El hombre robusto se toma la cabeza detrás del escritorio. Enfrente de él, su interlocutor despliega una carpeta con números. Su voz es fría, despiadada.).
—Estos dos son imbancables y nos salen más caros que una francesa, don Jorge. ¡Acabemos con ellos! Lo haré parecer un accidente. Al 9 le caerá encima un piano de cola mientras firma autógrafos y el 10 derrapará en una curva, por ir demasiado rápido. Ese es mi plan. ¡Vamos…! Nadie lo sabrá.
(¡Chan…! Plano a don Jorge, ojos abiertos, gesto de horror. Lento fundido a negro. Van los títulos. Escenas del próximo episodio después del clásico de hoy contra San Lorenzo. Fin del capítulo).