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Los gemelos y la abuela

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Muchos deben conocer a Agatha Christie y pocos a Agota Kristof. Estaba sentado en medio de un bosque sin nada que hacer y me puse a prestarle atención al viento que soplaba en pequeñas rachas. Me recomendaba un libro que se llamaba Claus y Lucas, pero no pude escuchar el nombre de la autora. El viento tiene esas cosas, a veces es más claro y a veces es más críptico. Jimmi Hendrix, por ejemplo, escribió, “el viento grita Mary”. Me puse a buscar el libro y descubrí que eran, en realidad, tres: El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira, y que los tres habían sido publicados juntos en un volumen titulado Claus y Lucas. Acababa de nacer mi hija y yo estaba en esa etapa de la paternidad muy intensa, de insomnio y cansancio y angustia. Y este libro me rescató. Era un cuento de hadas perverso, un libro sobre el destino inexorable de los hombres. Parece un libro sobre la guerra pero es una reflexión sobre la existencia de la cual la guerra es una modalidad expresionista. Agota Kristof escribe como un funambulista en la cuerda, cada paso debe ser perfecto y la tensión, suprema. En el comienzo es la historia de dos gemelos a quienes la madre deja al cuidado de una abuela que vive en el campo. Hay una guerra y todos huyen de las ciudades bombardeadas. La abuela, se sabe, envenenó a su marido, a quien odiaba. Los gemelos dejan de ser hijos de la madre para ser hijos de la abuela, es decir, hijos de la época, de la guerra. Practican métodos para no sufrir el dolor, el hambre, el miedo. El primer libro está narrado por una voz plural, indistinta: los gemelos. El segundo libro está narrado en tercera persona y al tercero lo cuenta uno de los gemelos, pero ¿existieron los gemelos?, ¿existió la abuela?

Hay una película reciente que se llama El gran cuaderno, de János Szász, que es una adaptación extraordinaria del primer libro. No la vean de noche.