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DE CAMPORA A VIDELA

Los idus de marzo de Cristina

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Marzo aparece como un mes clave para la “construcción” de la historia reciente, según el kirchnerismo, con dos eventos en los que la presidenta Cristina Kirchner podrá, además, reafirmar su voluntad de presentarse para un nuevo mandato, a tono con la estrategia de “ya ganó” o “nadie le puede ganar” diseñada por el oficialismo.
¿Los idus de marzo, como llamaban los romanos a los días de buenos augurios de ese mes, favorecerán al oficialismo?
El primero de esos eventos será el viernes 11 de marzo, cuando la Presidenta hablará por primera vez en un acto público luego de la muerte de su marido, Néstor. Ese día ya ha sido apropiado por el ala progresista del peronismo, que conmemora el triunfo de la fórmula encabezada por Héctor Cámpora, “el Tío”, en los comicios de 1973.

Cámpora es visto por esos sectores, que forman parte de la coalición kirchnerista, como “el presidente que no fue”, que es el título de la biografía de Miguel Bonasso, o como “el presidente al que no dejaron ser”. ¿Quiénes no lo dejaron? El eje del mal que, según el kirchnerismo, recorre la historia nacional abortando los modelos que benefician a las mayorías populares: la oligarquía campestre, sus aliados en las transnacionales, el imperialismo yanqui, los militares, la Iglesia Católica, los políticos corruptos o traidores, la burocracia sindical, la corporación mediática y las clases medias conservadoras o cipayas.

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El acto es organizado por dirigentes que en los setenta formaban parte de la Juventud Peronista, que era hegemonizada por Montoneros en su doble carácter de organización política y militar. Y está siendo muy promocionado por grupos juveniles como La Cámpora. Enemigos de aquellas épocas de utopía y violencia, los sindicalistas alineados con Hugo Moyano han comprometido su presencia.
Desde el punto de vista oficial, Néstor primero y Cristina ahora encarnan aquellos sueños juveniles, y la promesa es que esta vez los enemigos de siempre no podrán impedir que se concreten. Claro que son sueños remozados, moderados, adaptados a los nuevos tiempos: ya no apuntan a una patria socialista, sino a una distribución equitativa del ingreso.

El otro evento importante del mes será el 24 de marzo, rebautizado como el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia. Será el aniversario número 35 del último golpe y los organismos de derechos humanos, liderados por las Madres, preparan una fuerte concentración para ese jueves en la Plaza de Mayo.
Si el 11 de marzo es un día de fiesta en el imaginario kirchnerista, el 24 de marzo es la otra cara de la moneda: la derrota del pueblo a manos del eje del mal.
La reconstrucción de los setenta que hace y auspicia el oficialismo tiene la fuerza de las antinomias simples y fáciles de comprender. Lástima que no sea cierta y que cuente tan mal algunos hechos y deje tantos otros sin contar. El problema básico es que un objetivo político la sobrevuela: la justificación del Gobierno y de todas sus decisiones.

Como señaló Tzvetan Todorov en un artículo de El País, de España, reproducido por La Nación, “la Historia no se hace con un objetivo político (o si no, es una mala Historia) sino con la verdad y la justicia como únicos imperativos”. Todorov escribió ese artículo luego de una vista a la Argentina y a la ESMA y es muy oportuno para comprender el caso nacional al señalar las diferencias entre la Historia y la memoria: “Una sociedad necesita conocer la Historia, no solamente tener memoria. La memoria colectiva es subjetiva: refleja las vivencias de uno de los grupos constitutivos de la sociedad; por eso puede ser utilizada por ese grupo como un medio para adquirir o reforzar una posición política”. En otras palabras, la memoria es siempre parcial. Un ejemplo es el discurso habitual del Gobierno sobre el golpe de 1976, que deja afuera, a salvo, el rol de los grupos guerrilleros, de Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo, cuya violencia favoreció objetivamente a los militares y civiles que tomaron el poder.

*Periodista. Autor de Operación Primicia.