Hace un año y pico, cuando le preguntaron si era cierto que había ofrecido mil millones de dólares a través de su ex chófer Rudy Ulloa para comprarse el diario Clarín, Néstor Kirchner respondió elípticamente, citando el libro Memorias de Adriano, escrito por la belga Marguerite Yourcenar y traducido al español por Julio Cortázar, el escritor preferido de Cristina:
–Tener razón demasiado pronto es lo mismo que equivocarse –dijo entonces el Pingüino Mayor, sin dar señales de que estaba planificando algo aún más ambicioso que una simple, aunque polémica, transacción comercial–. Vean, sino, de qué estamos hablando ahora.
Adriano fue un emperador de Roma a quien le tocó calzarse los laureles allá por el año 117, cuando, según Gustave Flaubert (sí, el autor de Madame Bovary), “los Dioses ya no existían y Cristo no era adorado aún, en un momento único en el que sólo estaba el hombre”.
Kirchner y Cristina han sabido leer como nadie que, de alguna manera, también les tocó colgarse sucesivamente la banda en un momento único, cuando los dioses del mercado habían volado por el aire junto a su bendita Teoría del Derrame y quién sabe si aparecerá otro mesías al que el pueblo entero le cante “qué grande sos”. Antes de que a nuestro estelar matrimonio le llegara la hora de gobernar, solía decirse que los presidentes subían “por izquierda” para después gobernar “por derecha”. Pero a ellos no les hizo falta nada de eso, ya que un puñadito de votos en 2003 les sobró para subir por la ventana del “que se vayan todos”, y una vez instalados allá arriba, se dedicaron a decir “por izquierda” y a hacer lo que más le conviniera montados en el aparato del Estado con el pragmatismo clásico de cualquier gobernante anterior.
¿Quiénes son los Kirchner?
¿Su alianza político-comercial con Daniel Hadad o su amistad de contornos ideológicos con Horacio “El Perro” Verbitsky?
¿La intransigencia blindada de Hugo Moyano y Guillermo Moreno o los modales académicos de Horacio González y Ricardo Forster?
¿La SIDE o las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo?
¿El poder económico de los Eskenazi-Werthein-Mindlin-Eurnekian o los palos callejeros de los D’Elía-Pérsico-Sala?
¿Son la esperanza en las buenas intenciones de Obama o la versión Hermès de Hugo Chávez?
Cualquiera de los mencionados respondería que los acuerdos con ellos son los que valen y que los otros son apenas circunstancias más o menos pasajeras u obligatorias, dado el momento único en que a Néstor y a Cristina les tocó gobernar.
Después de casi seis años y medio de observarlos, yo tiendo a creer que los Kirchner son los Kirchner, nomás. O mejor dicho: que son su proyecto político, caiga quien caiga.
Han tenido una habilidad muy particular, de alguna manera inédita: gobernaron como si fueran la oposición, dejando a los supuestos opositores propiamente dichos más confundidos que Adán el domingo anterior.
¿Dónde quedó la buena estrella de Francisco de Narváez a ciento veinte días de su rutilante victoria bonaerense? Ahí anda el Colorado, subiéndose a la ola de los puteadores televisivos, solito de Solá y acompañado por un Mauricio Macri al que los espías le pasan por entre las chuecas.
¿Y el huracán Cobos? ¿Y la gran esperanza rubia del Lole?
¿Cuál será el próximo partido de Lilita Carrió?
Todos le fueron dejando la política a los Kirchner, que este miércoles se darán el lujo de meter en el Congreso una reforma política con la que buscarán legalizar un sistema de internas abiertas inspirada en la que impuso en Santa Fe el ¿opositor? Hermes Binner. Habrá que estar atentos: parece que quienes se opongan serán aquellos que, a falta de estructuras partidarias medianamente serias, se saben a priori incapaces de hacerle frente a nadie en una primaria democrática.
La amenaza piquetera oficialista pareciera apuntar, en principio, en esa dirección. Regados de billetes y estimulados con palabras de combate, los “movimientos sociales” vendrían a ser el aparato muleto de las próximas batallas kirchneristas, luego de la “traición” de ciertos intendentes bonaerenses que ven en esos mismos “compañeros” una amenaza desestabilizadora para sus eternos procederes punteriles (ver notas anteriores). Esa militancia está siendo fogueada para alcanzar un triunfo sorprendente en 2011 o una retirada inolvidable. Ambas chances entrañan riesgos de violencia.