Siempre ha habido intelectuales y grupos de intelectuales que han apoyado a un gobierno de un signo o de otro.
Seguramente a los integrantes de Carta Abierta no les molestaría que se los considere “intelectuales orgánicos” aunque de algo que trasciende al kirchnerismo, como parte de un proyecto emancipador nacional y popular (del cual los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández han sido sus expresiones “sorprendentes y anómalas”).
Sin embargo, Carta Abierta se ha convertido en el referente ideológico de las políticas del Gobierno quizás porque el kirchnerismo no se ha caracterizado por explicar demasiado el Modelo que dice proseguir, siendo casi ágrafo en cuanto a documentos políticos y doctrinarios. En ese sentido, no deja de ser sorprendente la poca atención y reconocimiento público que ha recibido Carta Abierta por parte de la Presidenta.
En el Grupo priman dos supuestos: que el poder de los poderosos siempre crece en desmedro de quienes no tienen poder, perjudicándolos, y que los gobiernos kirchneristas, pese a todo, al luchar al menos contra algunos de esos poderosos, han logrado avances muy importantes para el bienestar de los que menos tienen.
Los sonantes casos de corrupción o los crecientes problemas económicos han sido considerados, cuanto mucho, como problemas secundarios que no hacen a lo esencial que para este Grupo son, más que las medidas que toma el Gobierno, el compartir la definición de quienes son sus “enemigos”.
Así, casos extremos, que en otras épocas hubieran significado lisa y llanamente la extinción del grupo de apoyo intelectual, por ejemplo, el nombramiento del general Milani o la adopción de políticas de “ajuste”, han sido tratados en todo caso como derrotas parciales de una guerra en la que el Gobierno está comprometido y que en todo caso merece seguir siendo acompañado.
Tal es el caso de la Carta Abierta 15, aunque en ella se admita amargamente la debilidad actual del gobierno kirchnerista y la posibilidad de la reversión de sus políticas luego de una década en la que dominó la política argentina.
El tono de la carta revela una crítica a la falta de decisiones contundentes para disminuir el poder corporativo, que ha podido así “torcer el brazo del Gobierno”. El título de la carta en ese sentido es dramático: “La Patria en peligro”, ese grito de guerra de los revolucionarios franceses de 1792 contra la reacción absolutista europea, tal como ahora estos intelectuales advierten que “una gran restauración del viejo país oligárquico está pronta a mostrar sus dientes de hierro”.
Y aquí se nota la distancia entre el Grupo y el núcleo de dirección kirchnerista: jamás la Presidenta y los suyos admitirían semejante diagnóstico, porque más allá de bravatas y hostigamientos a la propiedad privada, a Cristina Fernández no se le ha ocurrido nunca ir más allá de un populismo “frío” y personalista que hoy choca contra sus límites concretos, políticos y económicos.
En lo político, con la derrota electoral del año pasado, la imposibilidad de la reelección de la Presidenta y en la ausencia de una sucesión en su núcleo interno institucionalizada. En lo económico, con la imposibilidad de mantener la composición del gasto público actual sin aumentar la inflación y que mermen las divisas.
La propuesta de la Carta Abierta 15, de realizar una convocatoria entusiasta para recargar de energía al proyecto es así solo un ejercicio teórico, nostálgico de los fastos del Bicentenario.
Hoy el Gobierno se encuentra abocado a la dura tarea de sobrevivir, tomando justo el tipo de medidas que siempre se jactó de evitar, en lo que fue base de su coincidencia y acercamiento con este grupo de fieles intelectuales.
*Politólogo. Director de la carrera de Ciencia Política de la UBA.