COLUMNISTAS
VELEZ, UN LEGITIMO CAMPEON

Los números gobiernan el mundo, señores

¿Por qué nos instalaron la idea de que no es justo que Vélez haya sido el campeón del Clausura 2009? Es cierto que no fue un campeón brillante… pero ¿fue menos que Huracán?

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¿Por qué nos instalaron la idea de que no es justo que Vélez haya sido el campeón del Clausura 2009? Es cierto que no fue un campeón brillante… pero ¿fue menos que Huracán? Que Vélez haya ganado el torneo… ¿habilita a hablar de “robo”? ¿Es serio que un grupo de personas llenas de impotencia vayan a la puerta de la AFA a comportarse como energúmenos? ¿O acaso el domingo pasado Huracán jugó mejor que Vélez y perdió injustamente? ¿Por qué se obvia –deliberadamente, en algunos casos– que minutos antes del gol de Maxi Moralez hubo una falta brutal de Arano a Cubero, que además era expulsión de Arano? ¿Por qué se obvia –también deliberadamente, en otros casos– que Gastón Monzón fue amonestado por demorar el juego adrede y se repite como un disco rayado que “Vélez escondió la pelota”? ¿Por qué la prensa insiste en rescatar un estilo de fútbol que continúa sin ganar torneos y, peor, flaquea en momentos decisivos? ¿Por qué se obvia –deliberadamente, en otros tantos casos– que lo que Gabriel Brazenas hizo es lo que pudo haber hecho cualquier árbitro del fútbol argentino? ¿Por qué no se dice enfáticamente que el arbitraje argentino es de regular para abajo?

El choque entre Larrivey y Monzón previo al gol de Moralez era inevitable. Brazenas salió el lunes a decir que se había equivocado, pero lo hizo sabiendo que la presión obligaría al Colegio de Arbitros a imponerle una durísima sanción. Lo que está haciendo Brazenas con este mea culpa es intentar reducir el castigo. La colisión entre delantero y arquero fue producto del estado de la cancha y de la inercia de los cuerpos. La materia es impenetrable. Habría que explicarle a Monzón que una jugada no se abandona. Y que debió haber intentado algo más, aunque sea con su pierna dolorida. Moralez mandó la pelota adentro, atento a otro precepto del fútbol: “Vos hacé el gol. Después que te lo anulen, si quieren. Pero meté la pelota adentro”. Monzón hizo lo inverso: se cobró el foul solo, se tiró al piso dándolo por cobrado. Con el nivel arbitral actual, no hay que dar nada por sentado.

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Las campañas de Vélez y Huracán tuvieron rasgos particulares que las emparejan, por un lado, y, por el otro, hasta podrían explicar por qué el campeón fueron los de Liniers. Los de Gareca perdieron un partido de 19. El no perder no es sinónimo de ser “defensivo”, como tantos cráneos intentaron explicarnos en estos días. De hecho, Huracán perdió cinco partidos, más de la cuarta parte de los que disputó, y terminó definiendo (y perdiendo) en la última fecha en casa de su competidor directo. Vélez levantó partidos que estaban perdidos, en situaciones harto desfavorables, como contra Argentinos, Colón y Racing.

Otro dato para reforzar su solidez está en los números, que en el fútbol como en todas las cosas son indicativos de algo. En 10 de los 19 partidos a Vélez no le hicieron goles. Cinco de sus once titulares tuvieron asistencias perfectas (Montoya, Domínguez, Papa, Razzotti y Hernán Rodrigo López). Cubero, Otamendi y Zapata jugaron 17 veces, Larrivey 16 y Cristaldo y Moralez 14. Armar una base, darle continuidad y confiar en ellos es tarea del entrenador. En este rubro, Ricardo Gareca cumplió con creces. Vélez metió seis goles menos que Huracán, pero le convirtieron seis menos. Y terminaron con la misma diferencia de goles.

Algunos otros datos injustamente escondidos detrás de la anécdota del gol del partido final son las rachas positivas de Vélez. Tras los empates iniciales con Independiente y Argentinos, obtuvo tres victorias consecutivas; después de otras dos igualdades, tuvo una nueva racha ganadora, esta vez de cuatro partidos al hilo. Tras esta seguidilla, empató con San Martín de Tucumán (debió haber ganado holgadamente), igualó con Racing (pudo haber perdido) y cayó con Gimnasia en el Bosque. Luego ganó tres partidos seguidos otra vez, empató como visitante con Lanús y finalmente derrotó con absoluta justicia a Huracán para consagrarse. Todo esto, sin mencionar que no pudo contar con Somoza en todo el torneo (la vuelta de Razzotti desde Perú y la confianza de Gareca fueron indispensables para el equilibrio del equipo), que Cabrera se quedó afuera en la quinta fecha, que Cristaldo se fue a un juvenil, que Moralez estuvo varios partidos afuera después de que lo lesionaran contra Estudiantes, que el pibe Ocampo tampoco tuvo un gran rendimiento físico… Ya hemos hablado en este espacio del hallazgo de Otamendi (perdón, pero los defensores también son parte de un equipo de fútbol), del excelente rendimiento de Domínguez, del caudillo moderno que fue Cubero… Y la recuperación de Hernán Rodrigo López, la confirmación de ese arquerazo que es Montoya…

Además, jugó como tenía que jugar el partido final y lo ganó. Huracán jugó mal o, al menos, no jugó como nos decían desde los grandes medios. Podemos discutir una vez más el gol de Moralez, podemos pelear por los estilos toda la vida. Pero los números gobiernan el mundo. Nos dan mensajes todo el tiempo. Y los números de Vélez son indiscutibles. Fue un campeón con todas las letras.