COLUMNISTAS
triunfos y derrotas

Los pañuelos no se guardan

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Cruces. Se produndizaron las diferentes entre Macri y el Papa. | cedoc perfil

El Palacio le dio la espalda a la calle. No es la primera vez que ocurre. Pero pocas veces una multitud tan enorme, compacta, decidida, autoconvocada y convocante, desafió desde sus convicciones a un poder elegido en las urnas, pero que se deslegitima en su práctica. La “grieta” entre “representantes” y sus potenciales representadas se extendió y profundizó al calor de un debate que amplió sus propios márgenes.
Hubo de todo. Nombres casi desconocidos que dieron cátedra. Pero también legisladoras y legisladores que exhibieron sin filtro pensamientos que no dejan de sonrojar al alma humana. Ya no se trata de estar a favor u oponerse a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, sino de dar la talla en un debate histórico que condiciona la vida de muchas mujeres e induce a la muerte a otras tantas. Leyendo mal o cometiendo exabruptos, algunas retóricas reflejaron un mundo que inevitablemente se evapora y el intento por encorsetar bajo sus creencias a aquéllos que no las tienen.
La ley quedó encajonada en los laberintos de un Senado que persiste en renunciar a su condición de “Honorable”, en convicciones personales agazapadas tras los credos, en una división ficticia entre “el Norte y el Sur” o “la Capital” y el “interior profundo”. El miércoles, sin embargo, redobló la certeza de que su aprobación es una cuestión de tiempo.
La lluvia intensa sobre el Congreso presagió un final no querido y previsible. La espera del resultado en el sector del “lado verde de la vida” fue igualmente una fiesta. El despertar que resultó de décadas de luchas del movimiento de mujeres y que hoy se traduce en una fuerza imparable y arrolladora, interpreta a jóvenes con ganas de construir otras relaciones, otros presentes y otros futuros. Esas pibas y pibes que colmaron como pocas veces las calles, son parte de una amplia transversalidad generacional, política, etaria. Han accedido a la conciencia acerca de la libertad antes que a su ejercicio. Si el disparador fue la violencia machista que nos hiere y nos mata, las nuevas generaciones, casi sin distinción de sexos, entendieron un mundo “entre pares”, en el que la igualdad de derechos es condición necesaria. Vale la pena dar la batalla, conquistarla y exigir políticas públicas que ayuden a lograrla. 
En este país de complejidades inéditas, los supuestos “triunfos” y “derrotas” no se miden con exactitud matemática. Es probable que el mayor afectado –en términos políticos– sea el propio Gobierno que habilitó un debate necesario e impostergable, con final incierto. La “liviandad” con que encara temas de densidad estratégica, supuestamente para “tapar” otros, muestra límites y riesgos. Los efectos colaterales de la discusión de una ley resistida por el Presidente, su vice, la gobernadora Vidal o Carrió, entre otros, produjo un sismo interno que costará reacomodarlo. Michetti festejó sin tapujos, Vidal se sintió “aliviada” y Macri banalizó el tema: “Ganó la democracia”. Pero las divisiones profundas que provocó no se saldarán fácilmente, ni interna ni externamente.
Varios mitos quedaron desterrados en las conciencias de muchos de los que acudirán en el 2019 a las urnas. La UCR rompió con su supuesta trayectoria laica y “reformista”. Su rechazo fue masivo: nueve votos sobre 12. El PRO hizo lo propio, pero dividió votos tratando de mostrar amplitud y disminuir un costo político que se tornó inevitable.
También perdió el “cambio”. La idea de que el oficialismo era una fuerza joven, moderna, adaptada al siglo XXI y a un mundo que supuestamente le abre sus puertas. Los principales diarios del planeta refutaron el relato. Mostraron una dirigencia aferrada a sus creencias, incapaz de legislar desde una perspectiva de Estado o desde las necesidades de parte de la sociedad que destierra imposiciones y prejuicios.
Pese a ello, en este juego dual de Macri de plantear el tema y sacar el cuerpo, profundizó las rispideces históricas con el Papa y las extendió, sin buscarlo, a la Iglesia en su conjunto. Son los efectos de intentar sobrevolar la realidad con un único radar: el marketing.  
Hay una multitud que no retrocede. Dispuesta a dar muchas batallas. A no permitir que determinen sus vidas quienes cuentan con más pasado que futuro. A oponer al poder formal el contrapoder de la calle.

*Politóloga. Experta en Medios, Contenidos y Comunicación.

 

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