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Los riesgos de devaluar sin un plan

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Luego de muchas idas y vueltas el Gobierno terminó devaluando. Dos años más tarde y con US$ 22 mil millones menos en el BCRA, termina haciendo lo que no quiso hacer en 2011. Desde la asunción del nuevo equipo económico el 20 de noviembre pasado, el tipo de cambio oficial subió 32%.

Lógicamente, la aceleración de los últimos días disparó la incertidumbre, que alimentó cualquier tipo de especulaciones. Ayer por la mañana el jefe de Gabinete y el ministro de Economía comenzaron a calmar las expectativas anunciando la apertura del cepo y dejando entrever que el Gobierno se siente confortable con un tipo de cambio oficial en torno de $ 8. La reacción fue positiva, el tipo de cambio paralelo comenzó a desinflarse y el oficial parece mantenerse en la zona de confort. El mercado entiende que el Gobierno está haciendo un esfuerzo por cerrar la brecha. ¿Es sostenible esta dinámica? ¿Cambiaron los problemas de fondo?

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Veamos. Abrir el cepo en las condiciones actuales (sin financiamiento externo) y con un muy bajo nivel de cobertura de los pasivos monetarios puede ser letal para las reservas internacionales, por lo que la cláusula de “previa autorización de la AFIP” puede terminar siendo demasiado restrictiva.

Es probable que el Gobierno haya calzado este previsible aumento de la demanda de dólares “oficiales” con un compromiso por parte de las exportadoras de liquidar parte de los stocks retenidos. De lo contrario la medida sería temeraria. La expectativa es  generar un “puente” de divisas hasta el segundo trimestre, cuando vuelven a aparecer los dólares de la nueva cosecha gruesa. Luego debería llegar el financiamiento externo que permita afrontar los vencimientos de deuda sin una caída significativa de reservas. Hoy por hoy, esta secuencia es sólo una hipótesis.

Lo cierto es que estamos ante un equilibrio delicado; el Gobierno está abriendo un nuevo canal para que salgan dólares con un stock de reservas declinante y acotado. En 2011, por caso, se fugaron más de US$ 20 mil millones en concepto de salida de capitales (o atesoramiento). Nadie espera un monto similar, pero la presión compradora sin duda va a ser significativa. 

Es por ello que si quiere contener la demanda de dólares el BCRA deberá convalidar un marcado ajuste en las tasas de interés. El ahorrista tiene que percibir que existen otras alternativas rentables y los bancos deberán competir por los depósitos, presionando en toda la estructura de tasas. El costo de financiamiento de las familias y las empresas deberá aumentar.

La onda expansiva de la devaluación también terminará acelerando la dinámica inflacionaria. No se trata de una cuestión menor. Los productos y servicios que dependen directa o indirectamente del tipo de cambio acusarán el impacto del salto en el tipo de cambio oficial. El problema es que esta nueva escalada se monta sobre un proceso de aceleración inflacionario ya instalado luego de la salida de Guillermo Moreno.

Con la inflación en franco ascenso, el Gobierno deberá lidiar con negociaciones paritarias muy complejas. Los trabajadores, con justa razón, exigirán una importante recomposición salarial y cláusulas gatillo de revisión trimestral en caso de que los precios vuelvan a escalar. Se presentan dos alternativas: si los aumentos no logran compensar el incremento en el costo de vida, el consumo resultará golpeado. Si por el contrario las subas son elevadas, probablemente las empresas licúen sus costos con una nueva ronda de aumento de precios. No casualmente el Gobierno lanzó el plan Progresar, que constituye una transferencia de recursos directa para los sectores más afectados por los recientes anuncios.

En este escenario, si el Gobierno no logra revertir en forma sistemática y consistente la escalada ascendente de inflación y suba salarial, será difícil contener las expectativas de un nuevo salto en la cotización del dólar.

Para lograr un verdadero quiebre de las expectativas, es necesario que se explicite e instrumente un plan económico integral con objetivos de corto y mediano plazo que apunten a resolver el desequilibrio cambiario sin descuidar el frente interno. Es prioritario reducir los niveles actuales de inflación y ajustar precios relativos, buscando el equilibrio fiscal y monetario. No hay margen para que el Gobierno siga manejando la economía a partir de ajustes parciales como los que estamos viendo.


*Economista. Director de Analytica.