No tuvo mucha suerte Cristina Kirchner con sus jefes de Gabinete. Mejor dicho, acaso nunca eligió muy bien, justo ella, promotora del “elegir seguir haciendo”. Repasemos la lista para los desmemoriados: Alberto Fernández (una de las herencias que en vida le dejó su esposo), Sergio Massa, Aníbal Fernández y Juan Manuel Abal Medina (el actual, aunque esté invisibilizado).
Nos ocuparemos aquí de los extremos, ya que de los intermedios –sobre todo de uno de ellos– se ha dicho y se seguirá diciendo, al parecer, mucho.
Menemista, duhaldista, cavallista, kirchnerista, sciolista y ahora massista, el prontuario político de Alberto F refleja que no es un experto en el mercado de las lealtades políticas. Su foja de volteretas sumó el domingo una nueva medalla desde el comando de campaña del triunfante Massa, cuando se erigió de vocero ante los micrófonos de los medios para lanzar que “hoy empezamos a escribir una nueva historia”.
Lo más llamativo del caso no es el camaleonismo, al que varios dirigentes nos tienen acostumbrados, sino sobre qué está construido. Alberto F armó un relato –sí, él también– en el que aparece como dialoguista, flexible, trasparente, democrático... Casi un prócer, mire.
Como superintendente de Seguros de la Nación con Menem, recaudador de campaña de Duhalde, jefe de campaña y de Gabinete de Néstor y Cristina, Alberto F debería explicar alguna vez su sólido nivel de vida, surgido en la función pública. Analista de la realidad, hasta los principales fiscales periodísticos de la corrupción K (algunos de ellos tradicionales, otros novedosos) no le preguntan de bolsos, bóvedas, libretitas y dinero negro del kirchnerismo, siendo él miembro fundador y mano derecha clave de ese sistema político-dinerario. Semejante protección mediática no es casual: entre otros nexos, Alberto F era el letrista oficial de los panoramas dominicales de Clarín y La Nación cuando los Kirchner eran altos, rubios y buenos. Hasta se animó a filtrar la noche de furia cuasirrenunciante de El y Ella tras el “no positivo” de Cobos con la 125. Y salió eyectado del planeta K cuando detonó la ruptura oficial con el Grupo Clarín.
Pongamos blanco sobre negro: el republicano Alberto F fue un ejecutor implacable de la férrea e inédita política discriminatoria que tuvo el kirchnerismo con PERFIL en materia de publicidad e información oficial. Tampoco ninguno de los que lo viene consultando como analista le pregunta sobre eso.
Menos hipócrita al respecto, pero igual de democrático, se comporta Abal Medina. El ex ladero de Chacho Alvarez respaldó a su entonces jefe cuando éste decidió pegar el portazo a la vicepresidencia de la Nación durante la Alianza, asqueado con el escándalo de las coimas en el Senado. Y en la Jefatura de Gabinete desde 2011 y antes en la Secretaría de Comunicación, también propicia beneficiar económica y periodísticamente a medios afines y castigar a los críticos.
Con más medallas académicas (es el cientista político con mejores notas de la UBA) que prácticas, enfrenta por estos días no pocos cuestionamientos puertas adentro del Gobierno. Como jefe de campaña del Frente para la Victoria, gobernadores, intendentes y varios funcionarios le pasan la factura de su escasa pericia para el armado de la oferta electoral que cosechó el 25% a nivel nacional. Nadie lo hace público, porque sería olvidar que la que manda es Cristina Kirchner y Abal Medina sólo cumple órdenes, en apariencia con casi nulo margen de maniobra. Mejor que trascienda que la Presidenta retó a Julio De Vido, ¿no? Lo mismo hacía Alberto F. Y Rasputín, a inicios del siglo pasado, con la zarina rusa Aleksandra Fiódorovna Románova, hasta que una revolución acabó con ellos.