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Los tres desafíos de Xi Jinping

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Desde su ascenso a la cima del PC Chino en noviembre de 2012, Xi Jinping tiene confundidos a los observadores: si su estrategia política incluye el refuerzo del control ideológico por parte del PCC, el combate a la corrupción, la represión del disenso y una política exterior más nacionalista, en economía anunció un plan de reformas extraordinariamente audaz.

¿Será el rumbo conservador en temas políticos un medio para facilitar sus reformas económicas promercado? Pronto se sabrá. Tras dedicar 2013 a consolidar su posición y formular su agenda, Xi deberá comenzar a cumplir sus promesas y demostrar que es tan capaz de usar el poder como de acumularlo. Y su éxito dependerá de cómo encare tres grandes desafíos.

El primer desafío al que se enfrentará en 2014 es la implementación de su paquete de reformas económicas, que despierta entusiasmo y escepticismo desde su anuncio. Los optimistas señalan las ambiciosas metas como prueba de su compromiso con la reforma; los críticos hablan de vaguedad y falta de plazos concretos.

Xi necesita resultados concretos y medibles. Esto implica implementar las reformas que sólo requieran de medidas administrativas, como la concesión de licencias a bancos privados, la eliminación de barreras de ingreso para las empresas privadas, la liberalización de las tasas de interés y de cambio, y la extensión de permisos de residencia a trabajadores migrantes en ciudades pequeñas.

Pero después necesitará leyes que den marco formal a las reformas más cruciales, de las que la reforma del uso de la tierra será la más difícil. El programa de Xi sólo ofrece promesas vagas de aumentar el derecho de propiedad de los agricultores sobre sus tierras, pero ciertos pronunciamientos oficiales recientes indican que la burocracia intentará restringirlo. Xi deberá convencer al pueblo de que no permitirá que los cambios cedan a la presión de intereses creados.

El segundo gran desafío de Xi es sostener su campaña anticorrupción, popular y arriesgada. Como decidió no movilizar al pueblo en apoyo de sus reformas, el único medio que tiene para obligar a la burocracia a adherir a su programa es la amenaza de investigar y enjuiciar corruptos.
Pero esta estrategia es de difícil ejecución por la inmensa magnitud del fenómeno de la corrupción en China, y por su papel crucial en la distribución de renta entre facciones y grupos de intereses. Si la campaña anticorrupción afecta a un gran número de funcionarios, suscitará rechazo, malestar y división en las élites gobernantes.

El tercer desafío es evitar un conflicto innecesario con Japón. La reciente creación por parte de China de una “zona de identificación aérea” sobre las disputadas islas Senkaku (cuyo nombre chino es Diaoyu) y la posterior visita del primer ministro japonés Shinzo Abe al polémico santuario Yasukuni son indicios de que la relación bilateral (que ya se encuentra en su peor nivel en los últimos 40 años) seguirá deteriorándose.

Xi y sus asesores deben evitar el error de creer que un conflicto con Japón fortalecería su imagen ante el pueblo. Si hubiera conflicto, y con apoyo de Estados Unidos, Japón propinaría a China una derrota militar humillante. El futuro político de Xi depende de su capacidad para cumplir sus promesas de reforma; lo que menos necesita es una distracción externa (y ni hablar de una aventura militar que termine en desastre).

Así que en 2014, hay mucho en juego para Xi y para China. Y por eso mismo, para el resto del mundo.
 

*Profesor del Claremont McKenna College. Copyright Project-Syndicate.org.