Estamos en tiempos de un dramático vaciamiento del fútbol argentino. Pese a todo, hay jugadores que vuelven al país y de eso tratan estas líneas...
Juan Roman Riquelme y Diego Placente –los repatriados de mayor cartel– regresan tras situaciones incómodas. El 10 de Boca intentó hacer lo que se le dio la gana en el Villarreal y el entrenador, Manuel Pellegrini, le hizo conocer el lado duro del principio de autoridad que todo líder debe tener. El resultado fue el conocido. Román estuvo seis meses sin jugar, la directiva del Villarreal apoyó a Pellegrini y no hubo manera de sacarlo de España, hasta que Boca se comprometió a pagar 9 millones de euros y contratarlo hasta 2010.
Riquelme fue el principal responsable de que Boca ganara la Libertadores. Pese a que en Europa está en desuso, su función en un equipo sigue atrapando adeptos de este lado del mundo. Y es lógico. Un jugador como Riquelme hizo y hace diferencia acá, la diferencia que aún no hizo ante rivales importantes jugando para la Selección.
No soy fanático de Riquelme y sí lo soy de Verón por razones que no vienen al caso. Pero tampoco soy ciego. Hay cosas de Riquelme que recuerdan al mejor Bochini o al mejor Alonso, pero el Bocha y el Beto siempre estuvieron al servicio del equipo. Con Riquelme, es al revés. Si no se juega a su ritmo, no juega. Así y todo, los jugadores como él no sobran en nuestro fútbol.
Román –junto a Verón, repatriado en 2006– integra la elite del fútbol argentino. Son los únicos capaces de ganar un partido por su cuenta en el ámbito local y los que, puestos en el gran fútbol del mundo, podrían jugar en el mismo nivel que los monstruos que la tele nos muestra cada fin de semana.
Los unos. Placente fue convencido por Ramón Díaz para venir a San Lorenzo. En realidad, lo convencieron Díaz, Tinelli y algún dinero extra que alguien acercó. La realidad, también, es que Placente volvió porque en Europa se quedó sin equipo. Jugó por última vez el 17 de junio de 2007. Lo hizo para el Celta de Vigo, equipo que descendió a la Segunda española. El lateral regresa a la Argentina luego de una muy buena campaña, que incluyó la titularidad en un Bayer Leverkusen “triple subcampeón 2002” (Champions, Bundesliga y Copa de Alemania) y en el que tuvo compañeros del porte de Ballack, Basturk y Lucio. Placente aún tiene nivel internacional y, sin ser Roberto Carlos o el francés Patrick Evra, podría ser un perfecto sucesor del transferido Osmar Ferreyra. Salvo en la precisión con pelota detenida, asegura una aceptable capacidad de marca cuando retrocede y un muy buen manejo para subir las veces que la ambición del equipo lo requiera. San Lorenzo, además, está por repatriar a Cristian Ledesma –piedra angular del campeón del Clausura ‘07– y recibió a Sebastián Saja desde Gremio de Porto Alegre, aunque no lo tendrá en cuenta.
Los otros. River no está fuera de esto. En estos días, podría llegar Rodrigo Archubi, jugador al que Ramón Cabrero excluyó del Lanús que fue campeón y que ahora integra el plantel del Olympiakos griego. Archubi llegaría por una metodología conocida, aunque por un camino nuevo. El método es el preferido del tándem Aguilar-Israel. El empresario israelí Pinhas Zahavi (socio de Arribas e Hidalgo en la empresa HAZ, repetidamente vinculada a las transferencias de River, vía Locarno de Suiza) compró el ciento por ciento de su pase a través del ignoto KSP Polonia Varsovia en 2.200.000 dólares y lo colocará en River. El “KSP Polonia Varsovia” (o Sarasa Futbol Club, es lo mismo) se lo compró a Lanús y se lo da a Simeone, que no pregunta de dónde ni cómo vienen mientras vengan. HAZ, además, le dio a River la posibilidad de tener a Gustavo Cabral como refuerzo.
Sebastián Abreu y Lucas Castromán tienen carisma, buen pasado e importantes expectativas. Abreu ya firmó con River, Castromán está intentando disolver un compromiso con el Birmingham inglés para ponerse la camiseta de Boca. Acaso porque vienen desde México, no tienen la trascendencia de Riquelme, y Placente los tapó un poco, pero sus llegadas hicieron ruido. Y todavía hay gestiones por Andrés D’ Alessandro (desde Zaragoza a River o San Lorenzo) y Leonel Núñez (desde Olympiakos a Independiente)
En medio de la crisis terminal, algunos apellidos importantes pegaron la vuelta. Dicen que cuando uno está abajo –basta con recordar el pésimo Apertura ‘07– sólo resta subir. Esperemos que con estos regresos el salto de calidad sea muy alto.
Si no fuera así, esto va a estar muy aburrido. De nuevo.