En etapa de preautopsia ya se repiten en los medios distintas comparaciones entre la presidencia de Mauricio Macri y la de Fernando de la Rúa. Se discute quién recibió peor herencia, quién deterioró más lo recibido, quién tenía más recursos que desaprovechó, quién había generado más ilusiones y las frustró más.
La Alianza entre el radicalismo y el Frente Grande de Chacho Alvarez era mucho más frágil que Cambiemos. Con Alfonsín vivo, los radicales aceptaron poco la autoridad de su correligionario De la Rúa, mientras que los gobernadores radicales actuales acataron siempre la de Macri aun sin compartir sus ideas. Ni que hablar de Elisa Carrió, quien actuaba más como opositora que como aliada de De la Rúa mientras que a Macri lo defiende incondicionalmente. El presidente anterior a De la Rúa, Menem, y sus principales funcionarios habían dejado el gobierno con causas de corrupción pendientes pero incomparables con las que enfrentó Cristina Kirchner, con pruebas irrefutables y hasta escatológicas, como los bolsos de López y las propiedades de Lázaro Báez.
El optimismo que transmite Macri en campaña vuelve a ilusionar a quienes no digieren el kirchnerismo
De la Rúa perdió las elecciones de medio turno a los dos años de asumir, mientras que Macri las ganó. A De la Rúa, el Fondo Monetario Internacional le soltó la mano al no otorgarle un desembolso de 1.200 millones de dólares, y a Macri le dio el mayor crédito de la historia de ese organismo. De la Rúa había hecho campaña prometiendo un gobierno aburrido, mientras que Macri, una lluvia de dólares. Con Menem el antiperonismo había decrecido porque él mismo no representaba cabalmente su sentir, mientras que Macri pudo cosechar ser el receptor del reavivamiento del antiperonismo tras 12 años de gobiernos kirchneristas con estilos más combativos.
Es este último recurso con el que contó Macri, y no De la Rúa, el que continúa usufructuando en sus marchas del “Sí, se puede”, generando en el tercio de la población que rechaza visceralmente al peronismo nuevas ilusiones de un triunfo electoral que desde la lógica es inalcanzable.
Comparaciones del “Sí, se puede” con la epopeya de San Martín y su cruce de Los Andes transmiten el grado de relato fútil al que Macri apela en su gira, que –de darse el 27 de octubre el resultado previsible– terminaría habiendo sido la gira de despedida de quien quiere guardar el recuerdo del calor de las masas.
Pero no poca gente se ilusiona confundiendo esos actos numerosos, totalmente esperables cuando un tercio de la población votará por Juntos por el Cambio, con un cambio de clima en el electorado que permitiría dar vuelta el resultado de las PASO.
El propio Carlos Pagni escribió en La Nación esta semana una columna titulada “Con Macri en las plazas la campaña se juega en varios frentes”, donde comenzó diciendo: “La que ocurrió en Tucumán el lunes pasado, por ejemplo, además de llamar la atención por su caudal, asombró por la composición social de los participantes. Sectores postergados cuya representación, se supone, monopoliza el peronismo. (...) Anoche la misma vibración que se verificó en las calles tucumanas sorprendió a los misioneros en Posadas. Macri y su jefe de campaña, Marcos Peña, apuestan a potenciar el impacto simbólico de esta liturgia el sábado 19 en el Obelisco”.
También comenzaron a circular versiones sobre que Macri estaría mejorando en la intención de voto hasta en el Conurbano, retroalimentando suposiciones sobre que hubo “fraude” en las PASO bonaerenses y en los más sensatos sobre que hubo errores de fiscalización por parte del macrismo, lo que corregido permitiría llegar a un ballottage haciendo que obtenga menos del 45% de los votos la fórmula Fernández-Fernández (en los medios de los países desarrollados aclaran que no se trata de un matrimonio, por el prejuicio de que en los países políticamente más emocionales los cargos también puedan ser bien ganancial de un matrimonio).
Pero hasta el momento previo al inicio de los debates presidenciales esas versiones recuerdan a las que circulaban la semana anterior a las PASO dando empate o ganador a Macri, mientras que lo que se registra es que el corrimiento a la derecha de Juntos por el Cambio, con –por ejemplo– Macri pronunciándose en contra del aborto (un año después del debate en el Congreso), les quitaría votos a Gómez Centurión y a Espert, alrededor del 1% de cada caso, pero perdería dos puntos de los moderados que engrosarían la intención de voto de Lavagna.
Es curioso ver a quien fue vendido como un ingeniero que abjuraba de todo misticismo promover el entusiasmo teológico de sus partidarios con el milagro como concepto del mundo real. Y a quien se quejaba del uso del relato en la construcción de subjetividad política elaborar un relato insustancial y hasta frívolo, salvo cuando apela a su principal fortaleza: ser la oposición al kirchnerismo más numerosa.
Como el sábado antes de las PASO, Macri llega al debate creyendo que el ballottage es posible
Pero quizás esta metafísica actual que evidencia Macri creyendo en milagros estuvo siempre solapada por las planillas de Excel porque solo alguna forma de creencia podía hacerlo estar convencido de que existía “un solo camino” hacia el desarrollo y que, aplicando ideas que funcionaron con éxito en otros países, se crearía empleo, crecimiento económico y reducción de la pobreza en Argentina. Una mirada menos idealizada hubiera tenido en cuenta que a China le llevó 22 años comenzar a cosechar lo sembrado por Deng Xiaoping, que también dos décadas tardó Chile con un gobierno dictatorial como el de Pinochet y que, aun en 1983, nueve años después de haber asumido, tuvo que cruzar una recesión de tres años durante la cual se fundió su sector financiero, fue nacionalizado el conglomerado empresario más grande de Chile (llamado Grupo Piraña por la voracidad con que creció) y la desocupación se acercó al 40%.
Solo una convicción metafísica (otro milagro) pudo permitirle creer que el peronismo no volvería más y contaría con el tiempo suficiente para que un plan como el suyo diera resultados, obviando construir alianzas con el peronismo más afín mientras podía.