Los resultados de nuestra encuesta predicen que el PRO se impondrá cómodamente en las PASO. Sin embargo, lo que normalmente sería una buena noticia aparece teñido de problemas inesperados. Primero, porque la eventual victoria de Michetti representaría también una derrota para Mauricio Macri, en la medida en que iría en contra de su voluntad. Pero, adicionalmente, la innecesaria disputa entre Michetti y Larreta rompe esa armonía imaginaria de la gestión en equipo que el PRO se empeña en comunicar como sello diferencial respecto de la vieja política.
Ese fondo de disputa larvada resultó indisimulable durante el reciente debate televisivo, donde ambos candidatos parecían más concentrados en impostar una falsa cordialidad que en expresar cuáles eran sus propuestas.
Lamentablemente para el macrismo es probable que el problema trascienda las PASO y termine comprometiendo su desempeño en la primera vuelta. En efecto, nuestros números indican que sea quien fuere el ganador de las PASO, luego no logrará traccionar la totalidad del voto del perdedor. Lo cual resulta una derivación natural de una lógica donde el votante termina simpatizando con un candidato y generando antipatía hacia el otro. Así, la innecesaria confrontación entre Michetti y Larreta podría costarle al PRO una pérdida comprendida entre 5 y 8 puntos, que serían capitalizados por Martín Lousteau o por Mariano Recalde y, por ende, complicarían un eventual escenario de ballottage.
La interna del macrismo es un buen ejemplo de cómo la autosuficiencia triunfalista puede ocasionar riesgos innecesarios. A Macri se le venía dando todo y quizás eso lo envalentonó desmedidamente. Es sabido que el éxito suele ser traicionero cuando genera la ilusión de invulnerabilidad. La primigenia y acrítica certeza sobre un triunfo inexorable en las elecciones porteñas podría explicar por qué el jefe de Gobierno se metió en un laberinto. Porque si gana Gabriela Michetti, Macri pierde en tanto líder contrariado; mientras que si gana Rodríguez Larreta, pierde el PRO porque la mayoría de los “Gabrielistas” decepcionados podrían migrar hacia formas aún no contaminadas de hacer política (Martín Lousteau) o hacia sus variantes más clásicas (Mariano Recalde y el FpV). Un politólogo quizás tienda a justificar la razón política tras la decisión de Mauricio Macri que engendró problemas inesperados. En cambio, un observador más avezado en cuestiones del alma humana quizás sólo tienda a ver las pasiones de siempre: deslealtad, capricho, soberbia. Acaso ambas miradas tengan su cuota de verdad
*Director de González y Valladares.