COLUMNISTAS
Antiperonismo

Maldición familiar

Tengo dos recuerdos de 1955, cuando yo tenía cuatro años. El primero, del 16 de junio, es el de los aviones volando sobre el patio de mi casa para ir a bombardear Plaza de Mayo.

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Tengo dos recuerdos de 1955, cuando yo tenía cuatro años. El primero, del 16 de junio, es el de los aviones volando sobre el patio de mi casa para ir a bombardear Plaza de Mayo. El segundo, de septiembre, es el de mis padres volviendo de festejar la caída de Perón. Como todos sus amigos, eran fervientes antiperonistas por diversas razones, aunque entre ellas contaba fuertemente la humillación que sufrió mi viejo cuando se tuvo que afiliar compulsivamente (¿al partido, al sindicato?, la memoria se pierde) para conservar su trabajo en la Municipalidad. Después, gracias a la Revolución Libertadora, mis padres moderaron un poco su gorilismo y su hijo, como muchos de sus amigos, elaboró esas memorias para revertirlas y concluir que el primer gobierno del General no había sido una dictadura, sino una epifanía nacional y popular. Un poco más de medio siglo después, vuelvo a estar en una situación parecida a la de mis padres. Me he convertido en un fervoroso opositor al gobierno peronista de estos años. Cada tanto se me ocurre que si tuviera hijos, tal vez alguno peregrinaría en el futuro a El Calafate para borrar la culpa de sus mayores. Pero más que esos pensamientos fantasmales, me preocupa morirme con los Kirchner en el poder. Los hijos de los amigos de mis padres me dicen que hago mal en no acompañarlos, que esto es lo más parecido que tuvimos al viejo sueño progresista. Les contesto –como poseído por la voz contrera de mi padre– que los K no son progresistas, ni peronistas, ni personas respetables. Que son una pesadilla. Pero casi nadie me cree alrededor y al resto del país no lo conozco. Ya no importa si el INDEC, la corrupción, la pobreza, la exclusión, la propaganda y la mentira hacen que este Gobierno tenga del primer peronismo sólo buena parte de sus defectos. Lo que me atormenta es esa sensación de despertar cada día tratando de leer en el diario las líneas del destino. Supongo que mis padres pasaron por la misma experiencia, aunque los diarios de entonces eran todos oficialistas. En mis peores momentos, pienso que tal vez falte poco para eso.


*Periodista y escritor.

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