COLUMNISTAS
conflicto en medio oriente

Mandarines e incendiarios

El rol de Estados Unidos en el demorado plan de paz entre Israel y Palestina. La presión de los halcones israelíes. Y el peligro de un diálogo que se demora, entre armas de guerra y discursos de trinchera. El pasado que vuelve.

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El 12 de febrero, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, dijo que “a los ojos de la Unión Europea y de la comunidad internacional, el hecho de que Jerusalén Este permanezca desconectado de Cisjordania es un obstáculo para una solución pacífica” del conflicto palestino israelí. Además, cuestionó el bloqueo de Gaza y el hecho de que los israelíes reciban mucha más agua que los palestinos.

Habló ante la Knéset (parlamento unicameral de Israel) y en alemán (su lengua). Los 12 diputados por la derecha religiosa nacional sionista “La Casa Judía” (liderado por Naftali Bennett, ministro de Economía), abandonaron el recinto encrespados: culparon a Schulz de propagar embustes enemigos y de hacerlo por añadidura en alemán (un idioma en el que “cada frase es como un latigazo”, gráfica frase de Napoleón). El Holocausto, donde Hitler puso la sobriedad, el tesón y la limpieza extrema –cualidades alemanas eficaces en la industria– al servicio de la comisión de crímenes contra la humanidad (Vasili Grossman), es una herida que sangra al menor toque.

A fines de enero de 2014, el ministro Bennett había creado una crisis en la coalición gubernamental que lidera Benjamín Netanyahu al declarar durante una conferencia en Tel Aviv que, si se dejaba una minoría judía bajo soberanía palestina en un futuro Estado con esta hegemonía, sus compatriotas morirían. “¿Saben por qué los judíos no pueden vivir bajo el gobierno palestino, por qué los palestinos no pueden gobernar sobre judíos? Debido a que los matarán. ¿Y saben cómo lo sé? Debido a que ya ha sucedido”. Palabras ígneas sobre un océano inflamable.

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Bennet creyó oportuno indicar en su página de Facebook que dicha idea –que el primer ministro Netanyahu evalúa– “refleja la pérdida de una brújula moral”. Agregó: “No tuvimos la experiencia de dos mil años de anhelo de la Tierra de Israel para que podamos vivir bajo el gobierno de Abu Mazen”, el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abas.

Las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes desfallecen, aunque esta vez con otro estilo: al modo mío, como en la canción de Claudio Baglioni. Una parte del rumbo está al comando del secretario de Estado norteamericano John Kerry, por lo que lo erigido –si existe– se desmorona en medio del fragor de un bombardeo mediático. El fracaso en encontrar un acuerdo marco y regresar a la mesa de negociación, sermoneó el yanqui, “podría dar lugar a un boicot”.

Mahmud Abas aceptaría que tras un eventual acuerdo de paz, una fuerza internacional resultante de la OTAN y los Estados Unidos se encargase de la seguridad, previniendo el tráfico de armas y el terrorismo; también que Palestina fuera un Estado desmilitarizado con sólo un cuerpo de Policía; que las tropas israelíes se retiraran de forma gradual; y que las colonias ilegales se tomaran hasta cinco años para ser desmanteladas.

En este contexto, una amenaza de boicot a Israel sólo podía provocar la cólera del gobierno, y fue contraproducente: yuguló lo frágil. Las restricciones ya existen: Alemania, aliada europea de Israel por antonomasia, resolvió no beneficiar con financiamiento a empresas de alta tecnología israelíes asentadas en las colonias de Cisjordania y Jerusalén Este.

Pero Bennett también tenía algunas balas reservadas para Kerry y dijo que Israel confía en que sus amigos permanezcan a su lado y “en contra de las acciones de boicot antisemitas”, en vez de exaltarlas, bufó. Lo mejor que puede sucederle a Kerry no es precisamente ser tildado de “antisemita” en Tierra Santa; lo mejor que puede sucederle a Israel tampoco es que aumenten los asentamientos de Cisjordania que extasían a Bennett y, con ello, las limitaciones al comercio de empresas y fondos de pensiones de Europa.

En este cuadro atribuible al Bosco (Hyeronimus Bosch), no puede faltar una alusión a Tony Blair. Enviado especial del Cuarteto de Oriente Medio (ONU, UE, EE.UU. y Rusia) para el proceso de paz, se comenta sobre él que en este momento el peso y la atención se centran sobre las iniciativas de Kerry, razón por la cual conserva un discreto tercer plano, aunque no se priva de echar leña al fuego. Sacó de quicio a Abbas cuando le aconsejó que no pidiera el ingreso en la Asamblea General de la ONU porque ello sería “profundamente beligerante”. Palestina fue acogida como Estado observador no miembro (2012). Levantó polvareda árabe al calificar a Ariel Sharon en sus exequias como “un gigante de esta tierra, la unión de gran espíritu y gran corazón”.

El Cuarteto insiste en que su papel es facilitar el desarrollo económico; sin embargo no se lo vio demasiado cuando el gobierno israelí respondió al reconocimiento de Palestina en la ONU, con el bloqueo de los impuestos que recauda en nombre de la Autoridad Palestina, medida luego dejada sin efecto. Referentes palestinos dicen de él, cuanto menos, que es una presencia ausente, y como promedio, que está completamente “alineado a los intereses israelíes”.

Blair, a quien los medios de comunicación de su país atribuyen una fortuna cercana a los noventa millones de euros, mira todo desde sus oficinas en el barrio árabe de Sheikh Jarra, incluso las revelaciones de que estaría viviendo un afecto con Wendi Deng, la ex esposa del magnate Rupert Murdoch. Y es que la tranquilidad económica exacerba la flema británica o la oferta de compañía.

Entre la necesidad de que Rusia garantice la protección para el Estado de Israel sin que Occidente pierda demasiada influencia en Oriente Medio, pero sin olvidar tampoco que el problema palestino debe ser solucionado, y las diversas posiciones de tensión y equilibrio con Irán y con Siria, Kerry encuentra dificultades en la simultaneidad que debieran tener ciertas jugadas. La fragmentación interna de actores e interlocutores tampoco lo ayuda.

En este rubro, Bennett es materia siempre dispuesta. Días después de Facebook y Tel Aviv, abrió el frente derecho contra el ministro de Exteriores Lieberman, quien dijo que: “Kerry es un verdadero amigo de Israel y las duras palabras contra él no van a ayudar”. Después, Bennett se hizo oír: “El futuro de nuestros hijos es más importante que elogios de nuestros amigos. Vamos a seguir para defender los intereses de Israel, incluso si no somos elogiados”.

Pero faltaban sus allegados: “Es claro que no hay diferencia entre (la ministra de Justicia) Tzipi Livni y Lieberman. Ambos están a favor de un acuerdo y la división del país. Sugerimos que expresen sus opiniones izquierdistas antes de las elecciones y no después de ellas”. ¿Cómo?, se preguntará el lector, ¿y no hay nada para los estadounidenses? Sí que hay: “Con los norteamericanos siempre hay que conceder. Preferimos no rendirnos y no conseguir alabanzas. Lieberman está zigzagueando sin cesar.” El gran actor Harvey Keitel dijo que “todo es difícil, y todo lo que vale la pena es difícil”. Efectivamente. Si Blair y Bennett echan una mano, aún más.

Israel, Arabia Saudita, Irán, Siria, Irak, Afganistán, Egipto y Turquía, están tensando y tensando las cuerdas de los conflictos y usando simultáneamente la fuerza de modo creciente e irremisible.  Rusia y Estados Unidos no parecen querer asumir otra responsabilidad que rebase la protección de sus estados amigos y la de sus propios intereses.

No alcanza; un infierno se cierne.La fisionomía política, el sufrimiento de millones y la desdicha y el odio que abruman a Oriente Medio son principalmente, que no únicamente, el resultado de la Conferencia de Yalta (1945), de Teherán y del retiro de Gran Bretaña de Palestina (1948).
En otros tiempos, en verdad no muy remotos, cuando la negociación por el poder había sido remplazada por el recurso a la guerra, o bien estaba a horas de serlo, los líderes del mundo solían reunirse para organizar el reparto de los países, los recursos y los sobrevivientes; o para apagar las mechas explosivas de conflictos inminentes.

Es de desear que una Gran Conferencia sobre la Paz en Oriente Medio ocurra. Antes que se realice otra, pero convocada luego de una ¿eventual? ¿posible?, guerra en Medio Oriente.