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Marchar

Cuando ya para mí es de noche, veo las fotos de la marcha que cada una va colgando en su Instagram: los encuentros, los abrazos, las caras pintadas, el glitter verde...

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Marchar. | marta toledo

Es 3 de junio y estoy muy lejos de casa. Cuando se zanja un poco la diferencia horaria y mis amigas comienzan a despertarse les mando mensajes de WhatsApp preguntándoles por la marcha: si van, con quiénes, dónde se juntan… este año me hubiera gustado estar, más que nunca. Estar en las calles, cantar consignas, saltar porque la que no salta… ya sabemos. Leer los carteles, los nombres de las muertas que, desde el primer Ni Una Menos, son más de 2.500. Nombres, vidas, muertes, cifras que engordan. Pamela, Roxana y Andrea, las tres víctimas del lesbocidio ocurrido en Barracas unas semanas atrás, y el de Sofía, que sobrevivió. Las cuatro compartían una pieza en una pensión y un vecino, que las había amenazado varias veces, una madrugada pasó de boquear a la acción: arrojó una molotov adentro de la habitación provocando un incendio y cuando las chicas intentaron salir lo impidió. 

A lo largo de estos años, diez desde que publiqué Chicas muertas, escuché varias veces: “También matan hombres”, “si revisamos las estadísticas, vamos a ver que hay más hombres muertos que mujeres”, “los hombres también sufren violencia de género”. Esas frases salían de la boca de personas poco informadas, que aún no terminaban de comprender la real dimensión de lo que llamamos violencia de género, crímenes de odio, femicidios, lesbocidios, travesticidios… estos meses, escuchar frases tan estúpidas de las personas que gobiernan nuestro país me da vergüenza: “Matan mujeres y matan hombres”, dijo una funcionaria.

Hace unos días murió Norita Cortiñas. Las redes sociales se inundaron de sus fotos a lo largo del tiempo: desde una de las primeras, seguramente, que la muestra de unos cuarenta y pico de años con los brazos levantados y un reclamo que se le nota en la boca abierta: ¡dónde están nuestros hijos!, hasta las de la última década: una vieja diminuta con el pañuelo blanco en la cabeza pateando una pelota cuando reclamaba por la absolución de Higui; con el pañuelo verde en la muñeca cuando pedía por el aborto legal, seguro y gratuito. Este 3 de junio también será el primer NUM sin Norita: un poco más solas de ahora en adelante.

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Cuando ya para mí es de noche, aunque aquí gloriosamente la luz del día recién empieza a irse cerca de las 10, veo las fotos de la marcha que cada una va colgando en su Instagram: los encuentros, los abrazos, las caras pintadas, el glitter verde, los cuerpos amuchados frente al Congreso, los cantitos que asoman en los videos y que se pueden seguir en las fotos, en las caras que cantan aunque no pueda escucharlas.

El desfinanciamiento de las políticas de género, los ataques abiertos a los movimientos feministas, la reproducción de los discursos de odio hacia las diversidades sexuales, el racismo, el desprecio a las pobres, todo esto perpetrado desde el Estado nacional, haciéndose eco en parte de la población. Es un panorama desolador al que solo puede oponerse la hermosura de las fotos de la marcha: los puños levantados, las lenguas desatadas, nosotras otra vez en la calle porque “con odio y hambre no hay libertad y porque el hambre es violencia”.