Intentaremos en esta columna brindar información estadística útil para observar la modalidad de las sustancias de adicción dominantes y su evolución en la última década y, colateralmente, resituar la discusión sobre el impacto del paco en nuestra población, en especial en jóvenes y adolescentes.
Al respecto, recientemente el acceso a la información estadística disponible en el Departamento de Epidemiología de la Subsecretaría de Adicciones de la Provincia de Buenos Aires permite subrayar la enorme distorsión mediática que se imprime sobre el despliegue del paco respecto a otras adicciones.
En efecto, en ronda de análisis con el autor de esta columna sobre diversos temas vinculados a las adicciones de jóvenes y adolescentes, fue compartido por todos los profesionales de la Subsecretaría la sobredimensión que se asigna mediáticamente al paco como modalidad central de intoxicación.
Como primera aproximación al tema y situados en provincia de Buenos Aires, donde se concentra el 40% de la población nacional, en el gráfico se observa sobre población bajo tratamiento en la red de centros de asistencia dependiente de la Subsecretaría de Adicciones el impacto de la droga que promueve su adicción principal y por la que el paciente recibe el tratamiento.
Como se observa en el gráfico, en una tendencia ascendente que se inicia en el año 1998, ya en 2008 el alcohol superó a la marihuana, no sólo en uso habitual sobre población sin tratamiento, sino ya como primera adicción de la población bajo tratamiento en Buenos Aires, reuniendo entre ambas sustancias, alcohol y marihuana, más del 60% de los pacientes bajo tratamiento.
En tercer lugar la cocaína y en cuarto lugar otras drogas, conjunto que impacta sobre más del 30% de la población bajo tratamiento.
Recién en quinto lugar aparece el paco, que efectivamente es un fenómeno nuevo que inicia su registro en 2005, crece hasta 2007 y se estabiliza en torno al 4% de la población bajo tratamiento.
Se coincide, sin embargo, en la caracterización de los pacientes tratados por paco: todos son de nivel económico social bajo o muy bajo, a diferencia de otras drogas, que involucran diversos segmentos sociales.
De todas maneras, siendo tan bajo el registro (4%), aún no se pueden sacar conclusiones contundentes acerca del clivaje social definitivo del paco, pero es altamente probable que mayoritariamente impacte sobre los segmentos de la base de la pirámide social.
Como se observa, los caminos estadísticos disponibles no dan sustento a la sobredimensión del paco que replican los medios de difusión, y probablemente entonces este proceso de agigantamiento obedezca a otros factores.
Quizá trate de una estrategia comunicacional que, involucrando muchas veces a gente muy bien intencionada, es resultante de una estructura ideológica de matriz conservadora, que ve en el paco y su impacto mediático la vía regia para expulsar el fenómeno de la drogadicción hacia los márgenes de la sociedad y asociarlo entonces cuasi mecánicamente a comportamientos delictivos juveniles para la construcción mediática del perfecto asesino.
Sin embargo, cualquier estudio estadístico serio muestra al alcohol, muy lejos, a la cabeza del ranking de sustancias adictivas; y sobre él, comparativamente se habla poco y se hace menos, tal vez como consecuencia de los grandes intereses económicos que se mueven alrededor de la industria de bebidas alcohólicas, muchas de ellas, hay que recordarlo, grandes auspiciantes en medios masivos y sponsors privilegiados de eventos de gran convocatoria. “El sabor de la guita.”
*Director de la Consultora Equis.