Uno de los principales problemas de la política reside en cómo se financia. A comienzos del siglo pasado, en algunos países la mafia compraba políticos y candidatos. En México hoy hacen lo mismo los carteles de la droga. En Brasil Lula prohibió los bingos porque sostenía que eran el mayor sistema de corrupción de la política, pero parece que después el sistema se mudó a Petrobras. La codicia podrá cambiar de ramo, pero siempre buscará dónde infiltrarse. En la Rusia de Putin el sistema tiene sus similitudes con la Argentina, y el método consiste en concesiones del Estado a cambio no sólo de retornos sino de compras de medios de comunicación que se colocan al servicio del gobierno.
Enriquecerse con el Estado es algo viejo: en los 80 se lo llamaba “la patria contratista”, y Macri padre fue uno de sus máximos exponentes, y en el siglo XXI Cristóbal López se define como “especialista en ganar licitaciones”. Cambian los nombres pero el método, en el fondo, es el mismo: un empresario negocia lo que será dinero propio con un funcionario que lo que cede no es dinero de él. Mucho más fácil que competir en el mercado, donde todos defienden su propio dinero.
Pero lo que sí es novedoso es la compra de medios, que tiene que ver en parte con la propia debilidad de éstos, atravesados por los cambios tecnológicos que multiplican sus fuentes de competencia, y también porque en el pasado lo autoritario se convertía directamente en dictadura con cero libertad de prensa, mientras que hoy es preciso cumplir ciertos visos democráticos controlando a los medios de otras formas.
El más clarividente ejemplo argentino de esta tendencia es Cristóbal López, quien siendo “un experto en ganar licitaciones” logró monetizar con casinos y petróleo, esencialmente, más otros servicios, el poder político que dan los medios, transformándolo en dinero en otras actividades cuya rentabilidad depende directamente de los funcionarios que son sujetos noticiosos en sus medios.
Vale reconocerle a López que los medios de comunicación no fueron la causa de su fortuna sino su consecuencia; primero hizo dinero con el Estado y luego compró medios para garantizar poder seguir siendo “un especialista en ganar licitaciones” con el gobierno que venga.
El camino inverso –aspirar a ganar licitaciones desde los medios de comunicación– trataron de hacerlo otros advenedizos en los medios de comunicación y hasta algunos con cierta trayectoria, pero ninguno tuvo previamente aceitada la maquinaria de ganar licitaciones ni tampoco la estructura organizacional para luego implementar esos negocios eficientemente creando la caja necesaria para retroalimentar esos medios.
López usó sus contactos con el Estado para comprar medios, primero con Hadad, a quien obligó a firmar un compromiso de no competencia hasta agosto de 2017 con una indemnización de 200 millones de dólares si lo incumpliera, y recientemente con el diario Ambito Financiero, haciendo que el vendedor, Orlando Vignatti, rompiera su compromiso firmado con el Grupo Uno, que ya le había adelantado 20 millones de pesos. Después de comprar también la productora La Corte (Fútbol para Todos y actos presidenciales), dicen que la próxima anexión a su collar de medios podría ser el diario Página/12.
Es interesante el modus operandi: López no aspira a ser dueño pleno de los medios que compra y siempre prefiere –quedándose con el control– mantener los socios anteriores. En el caso de los medios de Hadad, Jorge Brito terminó consolidando la suma de otros socios minoritarios de Hadad: el propio Brito más Moneta y Colella. En el caso de Ideas del Sur mantuvo a Tinelli con un porcentaje minoritario, y en Ambito Financiero mantuvo al propio Vignatti, también con una participación sin control.
Con el tiempo, quizá sus socios comiencen a sentirse incómodos por la forma en que López usa esos medios para atacar directamente a adversarios sin el más mínimo disimulo, porque terminarán siendo corresponsables de lo que esos medios difundan. También es probable que termine perdiendo a todos los periodistas profesionales de cierto prestigio que se cansen de ser usados haciendo operaciones que parezcan periodismo. Fue hasta de mal gusto ver a Gustavo Sylvestre, con un informe especial sobre Papel Prensa y delitos imprescriptibles cometidos durante la dictadura, salir a atacar al Grupo Clarín, donde trabajó y condujo durante años A dos voces en TN.
López tiene 33 casinos, pero sumados los dos que posee en la ciudad de Buenos Aires, el del Hipódromo de Palermo y el de Puerto Madero, son mayores que los otros 31 juntos. Y su funcionamiento nunca fue dificultado por el gobierno del PRO.
Es vox pópuli en la Ciudad que el temor de Macri con la candidatura de Gabriela Michetti para jefa de Gobierno tiene que ver con su poca sensibilidad comercial y predisposición para las posibilidades de negocios que genera el control del presupuesto del gobierno porteño. Quizá sean muy injustos con Macri y Rodríguez Larreta todos los comentarios que se realizan sobre las relaciones entre el amigo de Macri, Nicolás Caputo, y Cristóbal López, pero después de haber hecho público su rechazo a la candidatura de Michetti, deberá ser doblemente cuidadoso de demostrar a cada paso que no eligió a Rodríguez Larreta para mantener sin ruido relaciones comerciales sospechosas, como las que se dieron con el casino del Hipódromo de Palermo (el mayor del mundo) y el de Puerto Madero.
Si el PRO quiere enarbolar la bandera de la nueva política, debe comenzar por dar todas las demostraciones posibles de alejamiento de quienes financiaron la vieja política con métodos subdesarrollados.