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econOMISTA DE LA SEMANA

Metas de inflación: batalla de expectativas

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EXIGENTE. Sturzenegger fijó la inflación 2017 entre 12 y 17%. | PRENSA BCRA
Federico Sturzenegger lo adelantó a fines de abril, cuando presento el programa monetario de la entidad que preside. Palabra más, palabra menos, el número uno del Banco Central dijo en aquella oportunidad que, en septiembre, cuando pasaran los efectos transitorios de los cambios en los precios relativos (léase devaluación + tarifazo) y ya dispusiéramos de los datos oficiales del nuevo Indec, la política monetaria convergería a un esquema de metas de inflación.

El mecanismo que ha sido aplicado exitosamente por Chile, Colombia, Perú, Brasil, México y tantos otros países que lograron eliminar la inflación en los años 80 y 90, consiste en mucho más que una expresión de deseos.

El sistema funciona de la siguiente manera: el Central fija una banda de fluctuación de la inflación con un límite inferior en 12% y un tope superior en 17%. Si la inflación está por encima de ese parámetro, una política monetaria contractiva eleva las tasas de interés para que los precios se desaceleren por cuatro canales distintos pero complementarios.

En primer lugar, las tasas más altas generan ingreso de capitales, lo que hace bajar el dólar y contiene los precios de los bienes potencialmente exportables (porque ahora la alternativa de vender la producción al exterior resulta menos atractiva), al mismo tiempo que aumenta la competencia en los sectores que disputan mercados con bienes importados (porque estos resultan más baratos).

En segundo lugar, endurecen la creación de dinero bancario, porque el crédito se encarece y por lo tanto baja la demanda de fondos.

En tercer lugar, la suba del costo del dinero presiona a la baja al consumo y a la inversión, enfriando la economía y empujando de ese modo precios y salarios a la baja.

Los riesgos del sistema. Lo cierto es que cualquiera de las tres alternativas recién descriptas implica una contracción de la demanda agregada, porque tanto sea que caigan el consumo, la inversión o las exportaciones netas, el resultado es un menor nivel de actividad económica.

Como atenuante, Argentina tiene un mercado financiero muy poco desarrollado y además la apreciación cambiaria suele mejorar las expectativas de los consumidores, porque baja el precio relativo de bienes aspiracionales como autos, motos, celulares o computadoras. En ese contexto el efecto contractivo de un crédito más caro, puede verse compensado por la tendencia a un mayor consumo que se observa cuando el dólar se pone más barato.

En cualquier caso, también existen riesgos de pasarse para el otro lado, porque como bien acaba de señalar el Economista Jorge Carrera, si la inflación se desacelerara muy rápidamente eso puede terminar impactando de manera negativa en el déficit fiscal, toda vez que la recaudación de impuestos asociados a los precios, como el IVA, caería más rápido que el gasto público, cuya inercia está garantizada por el propio presupuesto.

Las expectativas; clave del Оxito del sistema. El objetivo central del sistema de metas es coordinar las previsiones de todos los actores, para que gremios, empresarios y consumidores convaliden aumentos dentro de los márgenes de la banda establecida por la autoridad monetaria.

El supuesto (fuerte) es que los formadores de precios están más preocupados por las variables reales, que por los valores nominales, de manera que si por ejemplo un gremio quiere ganar en 2017 el equivalente a 
20 mil pesos de hoy y proyecta un 15% de inflación, pues no cerrará el acuerdo paritario por menos de $ 23 mil. Si luego la inflación termina siendo mayor, los salarios perderán capacidad adquisitiva, pero esa mala noticia para los trabajadores ocupados es música para los oídos de los empresarios porque acabarían pagando menores salarios reales, lo que incentivaría una mayor creación de empleo, al abaratarse su costo.

Queda configurado de esta manera un escenario que los economistas denominamos “curva de Phillips”, porque si la autoridad monetaria sube la tasa para bajar la inflación, eso encarece los salarios reales, produciendo más desempleo y viceversa si la decisión es contraer el precio del dinero.

Sin embargo, el dilema de la Curva de Phillips por el que los gobiernos están aparentemente en la trampa de tener que elegir entre la inflación y el desempleo, tiene una salida si los hacedores de política económica pueden quebrar las expectativas de los actores y logran que todos esperen menos inflación a futuro.

Si por un extraño conjuro mañana todos amaneciéramos pensando que estamos en cualquiera de los 200 países del mundo que tienen menos de 10% de inflación, nadie pediría paritarias por encima de ese valor y a ningún empresario se le ocurriría remarcar mucho. Tampoco los consumidores convalidarían aumentos en un escenario de estabilidad.
En ese caso la inflación sería tan baja que el Banco Central se vería obligado a bajar fuerte las tasas de interés, y esa expansión monetaria endógena, a diferencia de las emisiones que no tienen como contrapartida un aumento en la demanda de dinero, produciría un fuerte crecimiento de la actividad económica.

Con el esquema de metas de inflación, el nivel de actividad económica queda entonces determinado por las expectativas sobre los precios. Si el Central tiene credibilidad y los actores económicos forman los precios dentro de la banda fijada por la autoridad monetaria, la economía crecerá en torno del 3% previsto, pero si en cambio nadie le cree a Sturzenegger y los precios se forman con aumentos mayores al 17% pues la economía crecerá menos. La buena noticia es que si todos piensan que la inflación será más baja, entonces la economía puede terminar creciendo incluso a tasas más cercanas al 5%

Por esta razón la suerte de la economía 2017 se juega en estos últimos meses del 2016, porque si la inflación sigue desacelerándose hasta fin de año y terminamos en el último trimestre consolidando una inflación mensual menor al 1,5% será más fácil que todos estemos convencidos de que el rango establecido por las metas de inflación del Banco Central es factible.
Todo lo que no se logre este año en materia de expectativas habrá que pagarlo el año que viene con menor actividad.

*Economista UNLP.