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¡Metiste en cana a Videla!

Jorge Videla 20221027
Jorge Videla y el resto de las Juntas Militares fueron condenados en el histórico juicio que refleja "Argentina, 1985". | Pablo Temes

A tan solo un mes desde su taquillero estreno en los cines y a pocos días de haber logrado un récord para la proyección en plataformas de streaming, Argentina, 1985 va camino a convertirse en el acontecimiento político y cultural más trascendente de los últimos años. Es que el film, que recrea el mítico Juicio a las Juntas Militares, no solo está recubierto de los condimentos necesarios para erigirse en un verdadero éxito cinematográfico (lucha del “bien” contra el “mal”, personajes ordinarios que se vuelven héroes extraordinarios), sino que ha llegado para dar cuenta de un irresponsable vacío que la historia reciente argentina guardaba con semejante acontecimiento.

Gracias a la potencia que asume el relato audiovisual, nuevas generaciones de argentinos ahora pueden comprender más cabalmente cuándo, cómo y por qué se pudo poner fin a la enfermiza reincidencia de golpes de Estado que corrompieron al sistema republicano a lo largo de todo el siglo veinte. A partir de las bases cívicas y morales que este histórico juicio sentaron para la Argentina, la democracia logró su inmunidad.

Es cierto, no obstante, que el tono edulcorado que eligieron Santiago Mitre y Mariano Llinás para el guión devino en un relato extemporáneo por la pretendida y sobreactuada escenificación antigrieta que el film intenta reflejar sobre aquella época. En Argentina, 1985 no se muestra, por caso, la real dimensión que asumió el protagonismo de Raúl Alfonsín al impulsar y sostener la fundamental decisión de sentar por primera vez en el banquillo de acusados a un grupo de jerarcas militares que aún guardaban un inmensurable poder. No fue magia: el Juicio a las Juntas sólo fue posible a partir de la voluntad política expresada por el líder radical, en años en los que bajar un cuadro podía terminar en tragedia.

Por otra parte, tampoco se señala en la película dirigida por Mitre, la irresponsabilidad del peronismo al finalizar la dictadura. Nada se dice de la intención del candidato justicialista Ítalo Lúder, quien estaba dispuesto a garantizar la autoamnistía que habían decretado los militares, en caso de haber triunfado en la elección presidencial de 1983. Ni tampoco se menciona el desaire que tuvo el partido fundado por Perón para eludir la obligación política de acompañar y convalidar a la Comisión Nacional de Desaparecidos (Conadep) en 1984.

Argentina, 1985 es el acontecimiento político más trascendente en años.

Pero eso no impide, sin embargo, reparar en que 1985 logra reubicar al Juicio a las Juntas en el podio de los acontecimientos más notables logrados por la historia argentina. Porque nunca antes la justicia ordinaria de un país había logrado enviar a prisión a los militares que derrocaron a un gobierno democrático. No existen antecedentes para semejante proeza.

El juicio que se realizó en Argentina podría ser comparado con el que las potencias aliadas hicieron con los representantes del nazismo. Pero los Juicios de Núremberg representan un proceso impuesto por potencias victoriosas sobre los vencidos. Fueron jueces de Estados Unidos y sus aliados los que dictaron sentencia sobre militares alemanes. En 1946, los que habían participado del Tercer Reich bajo las órdenes de Adolf Hitler escucharon sus condenas a través de un traductor del inglés al alemán. Es algo muy diferente de lo que ocurrió en Argentina.

El otro antecedente que presenta un parangón se produjo en Grecia en 1975, cuando un grupo de militares fue sentenciado por los crímenes cometidos durante la dictadura que se prolongó entre 1967 y 1974. Pero este caso también es diferente al argentino, porque en Atenas los violadores de los derechos humanos fueron juzgados por un Tribunal Militar. En cambio, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas evitó asumir la responsabilidad que se imponía y los dictadores argentinos fueron acusados por jueces civiles de su propio país.

En La cascada de la justicia: cómo los juicios de lesa humanidad están cambiando el mundo, la politóloga estadounidense Kathryn Sikkink explica el antecedente que tuvo Argentina a nivel mundial, por constituirse en el único país que pasó de ser un “paria” a un “ejemplo internacional” en materia de reparaciones de violaciones a los derechos humanos. Docente de la Universidad de Harvard, Sikkink es experta en relaciones internacionales y derecho internacional y sostiene que el Juicio a las Juntas Militares permitió instalar en el mundo entero la idea de que, tarde o temprano, la justicia actuará contra los crímenes cometidos por cualquier dictadura.

No existen antecedentes: jueces civiles condenando a dictadores de su país.

Reparar en el destino que otros países tuvieron frente a flagelos semejantes también refleja una situación muy favorable para el caso argentino: la compleja salida que ofrecen las dictaduras regionales así lo demuestra. En Uruguay, por ejemplo, se presentó una curiosa paradoja en 2010, cuando el ex guerrillero tupamaro, José Pepe Mujica, ganó la presidencia en la misma elección en la que la sociedad uruguaya respaldó la idea de amnistiar a las cúpulas militares.

El antecedente chileno también amerita un caso de estudio. Augusto Pinochet se convirtió en un símbolo para los militares sudamericanos, porque luego de gobernar de facto durante quince años tras derrocar a Salvador Allende, propuso en 1988 un plebiscito en el que buscaba legitimarse a través de las urnas. Pinochet perdió esa elección y así se dio inicio a la transición hacia la democracia, pero el legado pinochetista se mantiene hasta la actualidad en un país en el que aún perdura la Constitución sancionada por la dictadura.

Brasil y Paraguay también sirven de ejemplo. En ambos casos, los militares cedieron el poder con un respaldo social mucho más amplio que el que se evidenció en la Argentina. Por eso, las Comisiones de la Verdad en esos países no han tenido el mismo impulso que el argentino y no han podido dar cuenta, hasta la actualidad, de la totalidad de los crímenes cometidos durante esas dictaduras.

El franquismo en España y el salazarismo en Portugal, a su vez, son antecedentes europeos que demuestran que pueden existir prolongados gobiernos de facto, que luego de permanecer durante varias décadas en el poder logran más tarde un manto de impunidad que les impide ser juzgadas por sus delitos. Asimismo, hay evidencia de países asiáticos, como China, Corea del Sur, Hong Kong o Vietnam, que hoy son ejemplos de un desarrollo económico que fue consolidado por gobiernos dictatoriales, sin que hayan tenido que dar cuenta de las atrocidades cometidas.

Mientras que en África se encuentra el antecedente del apartheid, la dictadura racista que gobernó Sudáfrica por largos y oscuros año hasta que el gobierno de Nelson Mandela lideró la Comisión para la Verdad y la Reconciliación. Ese organismo fue creado en 1995 para alcanzar la justicia restaurativa, a través de un proceso que asemejaba un juicio pero no lo era: las personas que habían sufrido violaciones a los derechos humanos eran invitadas a prestar declaración, mientras que los autores de esos crímenes no eran juzgados a cambio de revelar qué había pasado con las víctimas.

El Juicio a las Juntas sentó las bases de la democracia argentina.

Todos estos antecedentes realzan mucho más la emblemática causa 13/84 llevado a cabo por la Cámara Nacional de Apelaciones y que Argentina, 1985 viene a recuperar. Al comienzo de la película, el hijo Julio Strassera pregunta al fiscal: “¿Vas a meter en cana a Videla?”. Y al final de la narración, el mismo joven grita eufórico: “¡Metiste en cana a Videla! ¡Metiste en cana a Videla!”. Enviar a prisión a los dictadores en los primeros años de la restauración democrática permitió que ningún otro militar osara con volver a levantarse en armas contra la Constitución. Porque al condenar los hechos cometidos en el pasado, el Juicio a las Juntas proyectó un futuro menos traumático.

En Cuando el poder perdió el juicio, Luis Moreno Ocampo recuerda a Viet Thanh Nguyen, un escritor vietnamita que siendo un niño se refugió con su familia en un campo de refugiados durante la guerra de los setenta, hasta que su familia se exilio en los Estados Unidos donde se transformó en destacado profesor de Ciencias Sociales. En Nada muere jamás: Vietnam y el recuerdo de la guerra, el ganador del Pulitzer sostuvo: “La guerra se libra dos veces, primero en el campo de batalla y luego en la memoria”.