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La acción antipolítica

Antipolítica Temes
La antipolítica amenaza al sistema democrático, tal como se evidenció recientemente en la Argentina. | Pablo Temes

¿Qué es exactamente la antipolítica? Y, lo que es más importante: ¿qué consecuencias tiene la antipolítica para la democracia? ¿Se trata tan solo de una renovación del sistema político, propia de un cambio generacional? ¿O es, lisa y llanamente, la mayor amenaza a Occidente desde que se le pusiera fin a los fascismos y a los totalitarismos? ¿Es un fenómeno que representa la causa de una evidente apatía social? ¿O es, por el contrario, la consecuencia del descreimiento del consenso democrático?

Para arrojar luz sobre estos interrogantes, la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP) y la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) organizaron esta semana una interesante actividad académica que convocó a dirigentes, empresarios e intelectuales de distintos sectores ideológicos, reunidos para reflexionar a partir de la exposición de una invitada de lujo: la politóloga italiana Silvia Bolgherini.

Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Florencia, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Perugia y en la Escuela Nacional de Administración del Ministerio del Interior de Italia, Bolgherini se ha especializado en la docencia sobre teoría y filosofía política en renombradas universidades de Europa y Estados Unidos, a la vez que se ha destacado en la edición y producción de ensayos para el Quaderni dell'Osservatorio Elettorale, una influyente revista científica italiana dedicado a la difusión de papers de análisis político.

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En su exposición, Bolgherini hizo una detallada revisión de la bibliografía y de la utilización del término “antipolítica” en la historia reciente, para concluir que se refiere a un concepto que debe ser definido a partir de un conglomerado de sentimientos, actitudes y comportamientos que reflejan, no solo el contundente desprecio hacia los principales actores e instituciones políticas, sino que también manifiestan una profunda hostilidad.

¿Qué consecuencias tiene la antipolítica para la democracia?

La antipolítica, por lo tanto, obliga a repensar un escenario que va más allá del simple escepticismo. Porque la antipolítica se traduce en acción y ese aspecto es el que deja ver su gravedad. El dilema de la antipolítica, por ende, no es el desgano que se presenta en el aumento del ausentismo electoral o el crecimiento del “voto bronca”. El problema de la antipolítica se enmarca en el germen de la acción (negativa) que siempre conlleva. Una acción que aguarda latente hasta que se activa, veloz e irremediablemente, para despertar las peores pesadillas de una sociedad.

La antipolítica refleja, a su vez, un proceso multicausal. Porque no se encuentra solamente en una ciudadanía crispada, definida como antipolítica desde abajo, sino que también aparece en la propia dirigencia, entendida como antipolítica desde arriba, lo que es aún más grave.

Y mientras la antipolítica ciudadana puede ser activa (rechazo) o pasiva (aislamiento), la antipolítica que se instala en la dirigencia puede ser interna –cuando cuestiona los privilegios de la propia clase política–, o puede ser externa –cuando directamente critica la raíz de la actividad política como mecanismo para la toma de decisiones sobre la agenda pública–.

Son, en definitiva, distintos grados de un mismo flagelo: la despolitización de la sociedad que puede derivar en el quiebre de las democracias.

Hablar de acción antipolítica en la actualidad no es abstracto. Las recientes elecciones de Italia –en las que triunfó el posfascismo de Giorgia Meloni–, y la primera vuelta en Brasil, –donde sorprendió el apoyo que aún mantiene el extremismo de Jair Bolsonaro–, así lo demuestran. Pero la acción antipolítica también se expresa en estos días en la Argentina, a través del intento de magnicidio contra Cristina Kirchner y las macabras performances de Revolución Federal. Son nefastas manifestaciones que se inscriben en el resurgir del tan mentado discurso anticasta que promueven ciertos movimientos libertarios.

La antipolítica obliga a la política a imponer un nuevo paradigma.

¿Cómo opera, entonces, la antipolítica en el régimen político? ¿Cuál es el efecto de tanta indignación? ¿Es un fenómeno que puede  integrarse al sistema político sin canibalizarlo? Bolgherini advierte los riesgos: no es posible confiar en que la democracia pueda autorregular semejante reto por el tamaño que imponen estas expresiones tan dañinas. Y sostiene que la única salida posible es obligar a un “esfuerzo cultural” que empodere a la política para que pueda traspasar las fronteras de lo que es capaz de hacer. La antipolítica obliga a la política a imponer un nuevo paradigma.

“Entre los componentes de la política está la pasión. Como en el deporte o en el arte, la pasión es una pulsión motora importante de la política. Esa pasión tiene que servir para correr los límites de lo que es pensable y alcanzar metas, incluso, aquellas que parecen imposibles. Es esa pasión la que puede romper el círculo vicioso de la decepción y la rabia de las que se alimenta la antipolítica. La democracia, en cambio, necesita de visiones distintas, de ideologías distintas, pero también de acuerdos políticos que hagan de la democracia una forma de vida posible”, sostuvo la autora de La Alemania suspendida, Política comparada: estrategias e investigación y El dilema de la reorganización.

El desafío que plantea la antipolítica a las democracias es enorme. Por eso son tan bienvenidos estos debates. Y, en ese sentido, hay que destacar que esta actividad se inscribe en un evento mucho más ambicioso, también gestado por la SAAP junto a la Internacional  Political Science Association (IPSA): el próximo año se realizará por primera vez en Buenos Aires el 27º Congreso Mundial de Ciencia Política, al que asistirán más de tres mil influyentes cientistas sociales de todo el mundo. El evento académico coincidirá con la celebración de las cuatro décadas de democracia ininterrumpida en la Argentina. Un hecho sin precedentes en la historia de nuestro país.

A todas luces, se trata de un contexto ideal para reflexionar sobre los peligros reales que impone la antipolítica.