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Mis fines de semana

La vida es fácil y sencilla. Salvo los libros, la biblioteca, claro, verdadero invento del diablo, un ancla que nos amarra a lo peor... ¡La cultura!

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Mientras todos van de fiesta clandestina en fiesta clandestina, de bar en bar, de aventura en aventura, yo uso mis fines de semana para ordenar libros. No me puedo quejar: peor sería tener ropa de invierno y de verano (en mi caso, siempre uso lo mismo. ¡Todo el año es navidad!), tenerla durmiendo en valijas o estantes altos y tener que sacarla y guardarla dos veces por año. Un embole. La gente como yo tiene la ventaja de que cuando se separa se lleva todo lo suyo en un bolsito, sin más (justamente porque no tiene nada más). La vida es fácil y sencilla. Salvo los libros, la biblioteca, claro, verdadero invento del diablo, un ancla que nos amarra a lo peor… ¡La cultura! Pues, mientras escuchaba mi programa de radio favorito (Vayan a laburar, en AM750, sábados y domingos de 4 a 7 de la madrugada) se me dio por poner en orden al menos un sector de la biblioteca que no frecuentaba hacía bastante. Así, como quien no quiere la cosa, di con En busca del barón Corvo, de A.J.A Symons, publicado por Libros del Asteroide. ¿Cuándo lo compré? ¿Dónde? Ni idea. De hecho, recordaba que ya lo había leído en inglés (además estaba justo al lado, en una linda edición de Penguin Classics) y que lo había comprado para regalar en una vieja edición de Seix Barral, pero ni noticias de cómo llegó a ese estante la edición de Libros del Asteroide. Poco importa. Importa, sí, que pocas biografías superan al biografiado (pienso ahora en El mensajero, obra maestra de Fernando Vallejo sobre Porfirio Barba-Jacob) y la de Symons no está lejos de ello. 

Cercano tal vez a Ronald Firbank y a nadie más, baron Corvo (nacido en 1860 en Londres con el nombre de Frederick Rolfe, muerto en 1913 en Venecia, de un derrame cerebral cuando ya no le quedaba un centavo) suele ser mencionado en las biografías como “escritor excéntrico”, o como “artista homosexual”, o de maneras semejantes que no dicen nada. Rolfe fue efectivamente un excéntrico, hizo de la homosexualidad una forma de arte cotidiano, y de la provocación su carta de presentación. Pero, ¿quién no? La diferencia en baron Corvo reside en haber sido el autor de Hadrian the Seventh, genial novela que inaugura un género que bien podríamos llamar “autobiografía deseante”, o “autobiografía de sus deseos”, género que no incluye a ningún otro libro, salvo a Hadrian…, de ahí la genialidad antes mencionada. La trama es de una sencillez maravillosa: el personaje central de Hadrian –baron Corvo apenas disfrazado- lleva adelante buena parte de los sueños que el autor hubiera querido cumplir en la llamada vida real. Corvo, bajo el nombre de George Arthur Rose, es elegido Papa, y desde esa posición se ocupa de castigar, uno a uno, a sus enemigos, y de reformar a la Iglesia de un modo tan libertino que ningún Francisco se atrevería siquiera a pensar sin salir corriendo a confesarse. 

Symons escribe con ironía anglosajona, cargada de erudición y rareza (“Al construir sus oraciones, coloca los adverbios tan lejos como puede delante de ambas partes del verbo y, aunque a menudo cae en cultismos y latines, no desdeña incluir en sus rebuscados párrafos los giros más vulgares”) como la propia vida de Symons, que estuvo también llena de escenas rocambolescas. Si quieren enterarse más, no lo busquen en Wikipedia sino en la entrada que le dedica la Enciclopedia Británica, igualmente maravillosa.

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