COLUMNISTAS
chistes fulminantes

Morir de risa

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Hace unas semanas, Sacha Baron Cohen montó un show en la entrega de los premios Britannia. El video se volvió viral, así que me pareció justo echarle un vistazo. Salma Hayek presenta al ganador y una anciana en silla de ruedas –la última sobreviviente de una película de Chaplin– le entrega el bastón original del film City lights. Cohen juguetea a hacer de Chaplin pero tropieza en mala hora y empuja la silla de ruedas a la mierda. La anciana aterriza entre unas mesas con manjares y muere en el acto, entre gritos y cámaras picadas.

No se hace evidente hasta bastante después que todo está arreglado y que la anciana debe ser una judoka formidable maquillada. Sacha acepta el premio minimizando el asesinato. La brevedad y la seriedad del asunto son tan ridículas que justifican la viralidad del video.

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La gente se enoja mucho. Sacha se ha expuesto. Critican no sólo su mal gusto en bromas sino también las pavadas de sus películas. No puedo juzgarlo; no las he visto y si están llenas de chistes tal vez no las vea, salvo en un avión de Alitalia, yendo a algún lado empastillado.

Pero no comparto el encono. Es horrible presenciar la muerte de una anciana de manera tan estúpida, pero el alivio de saber que es un chiste es enormemente mágico, una de las pocas magias que les están permitidas a los bromistas. El cerebro atenazado de dolor, de razón, de responsabilidad hace sencillamente corto circuito y no habiendo palabras para tanta desazón, ocurre la risa. No es una risa intelectual, es un rictus pasajero, un reflejo de lujo (tal como quería Arthur Koestler). Uno de los pocos reflejos con los que los humanos superamos a las bestias sin lenguaje.

El chiste es, claro está, una forma degradada de literatura. Los comediantes no ganan los grandes premios, tampoco los frívolos: unos y otros se los llevan los actores de dramones. Las comedias divertidas no son invitadas a festivales prestigiosos. El chiste está relegado a ese baldío mal iluminado que comparten con el circo, el carnaval, la pantomima.

Pero inevitablemente se acerca febrero y todos sacan las mangueras, y así es también como este video se torna viral. Verlo causa un reflejo de risa irreprimible, una visita ilegal al campo bruto donde lo culto no florece.

Yo, por mi parte, siempre he avizorado con sorpresa la cercanía ineludible del chiste y de la muerte, como si fueran el lado A y el lado B de un mismo viejo cassette hecho por Moebius, cuyo doblez está en algún lado de la cinta que no se ve a tiempo.