COLUMNISTAS

Mr. Black no tiene quién le escriba

Hace tres semanas (¡qué tiempos aquellos!) escribí sobre lo que entonces me había caído como un balde de agua fría: que mis aportes jubilatorios (todos ellos y sin discriminación alguna) hubieran sido retirados sin mi consentimiento de mi cuenta de capitalización en Nación AFJP por la ANSES.

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Hace tres semanas (¡qué tiempos aquellos!) escribí sobre lo que entonces me había caído como un balde de agua fría: que mis aportes jubilatorios (todos ellos y sin discriminación alguna) hubieran sido retirados sin mi consentimiento de mi cuenta de capitalización en Nación AFJP por la ANSES.
Días después me llamaron por teléfono. La amabilísima persona que preguntó por mí había leído la columna, se identificó como el Sr. Black, adscripto a la Gerencia de Relaciones Institucionales de Nación AFJP, adhirió calurosamente a mi reclamo, elogió mi prosa y me pidió que concurriera a sus oficinas para ver cómo podía resolverse lo que, evidentemente, había sido mal hecho. Le dije que lo haría en cuanto consultara con “mis abogados” (figura completamente retórica que utilizo cuando hablo con personas cuyas intenciones no me son del todo claras a propósito de temas que no domino bien). En todo caso, el colectivo “mis abogados” son una banda de locas con las que suelo encontrarme cuando salgo a bailar, de vez en vez, y hubieran recibido mi consulta con una carcajada ebria. Me sentí feliz, esa mañana, porque me pareció que, como había sido dicho tanto tiempo atrás, “toda carta llega siempre a su destino” y escribir será siempre como mandar señales de vida que uno espera que alguien lea. Además, me pareció que había un universo de personajes eficientes que, de pronto, se presentaba ante mí para solucionar mis problemas.
Antes de que tuviera tiempo de contestar el llamado de mi héroe privado (del cual había comenzado incluso a enamorarme un poco), el sistema entero de Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones fue borrado de un plumazo.
En contra de lo que los mazorqueros piensan, recibí la noticia con alivio y alegría. Siempre me pareció que un sistema jubilatorio como el que regía en la Argentina era insostenible en un país como el nuestro (que pretende ser civilizado sin conseguirlo nunca): un sistema mixto, ineficiente, inequitativo y, sobre todo, confuso para una ciudadanía cada vez más envilecida y más embrutecida (lo que es responsabilidad de las autoridades educativas y, voto a Fogwill, el Ministerio de Defensa). Respaldo en un ciento por ciento la decisión del Poder Ejecutivo de volver a un sistema único e integrado de jubilaciones (y el consecuente aumento en los haberes de mi madre, lo que aligerará mis contribuciones a su presupuesto). Dejo las cuestiones técnicas para que las resuelvan quienes entienden en el tema.
Por supuesto, mi caso dejaba de ser lo que era y pasaba a ser un ejemplo (a la vez particular y universal) de una zozobra generalizada. No es esto lo que me importa, sino la suerte de Mr. Black, mi lector, mi ángel de la guarda, que iba a quedarse, de pronto, sin trabajo (el amor es así).
El Poder Ejecutivo tiene problemas de discurso. Es totalmente incapaz de presentar con eficacia y claridad cualquier medida que sus asesores extranjeros le recomiendan (lo que comprobamos durante los agotadores meses de la guerra contra el campo). Ahora sucedió lo mismo: en lugar de explicar con tranquilidad que el sistema mixto no funciona y que el año que viene habrá que pagar con no se sabe qué dineros vencimientos de la deuda externa, lanzan números, resentimientos, cuadros comparativos, acusaciones de ¡ladri! (que les son devueltas con creces) y todas las estampitas indigestas del progresismo peronista del setenta. ¡Qué fijación malsana con las causas perdidas siendo, como son, gobierno! Llamen a Mr. Black. Yo, lo recomiendo.