COLUMNISTAS
Defensor de los Lectores

Muertos ocultos bajo el festejo

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Era mi intención iniciar esta columna –que reanuda su diálogo con los lectores tras una semana de interrupción por razones de salud– refiriéndome a la entrevista que una redactora de la sección Policiales le hiciera vía correo al cura Justo José Ilarraz, procesado por abusar de medio centenar de aspirantes a sacerdotes en un seminario, entre 20 y 30 años atrás. Lo haré más abajo, porque quisiera elogiar en el comienzo la decisión editorial de corporizar, poner nombres, apellidos e historias, a algunos de los no menos de 14 muertos que dejaron los violentos hechos de las últimas semanas en la mayor parte de la Argentina.

Cuando días atrás la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo instaba a investigar no los asesinatos (porque eso son, aunque se disfracen de otras cosas) sino a los asesinados, en un absurdo remedo de aquel “algo habrán hecho” con el que la dictadura intentaba justificar su ferocidad homicida, muchos sentimos un vacío en la boca del estómago, una sensación flotante entre la incredulidad y la indignación. No podía haber dicho eso una de las defensosras mayores del juicio y castigo a los dictadores y partrícipe principal en la recuperación de más de cien hijos arrebatados a sus padres para ser entregados a apropiadores. Pero sí, lo dijo. Lo que PERFIL hizo en su edición de ayer fue, en cierta medida, darles respuesta -pero no desde la sospecha sino desde la sensibilidad- a esos interrogantes que Carlotto compartió con quienes quieren justificar lo injustificable: el ejercicio de la violencia desde algunos bolsones de poder. Ese paseo por las historias de vida y de muerte de seis de las 14 víctimas fatales fue un verdadero ejercicio de periodismo federal: un subcomisario del Chaco baleado por no sumarse a la protesta armada de sus “compañeros de trabajo”; un cartonero de 23 años electrocutado cuando intentaba saquear un supermercado de Concordia, en Entre Ríos; dos jóvenes tucumanos de entre los miles de tucumanos que viven en la pobreza; el cordobés de 20 años que encabeza la lista de los muertos en el país; un jujeño de 17 años, drogadicto, marginal, padre de dos hijos ultimado en pleno saqueo.

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Fue una correcta decisión editorial. Poner en tapa y en varias páginas interiores estas historias dio carnadura al drama. Le quitó esa superficialidad con la que se pretendió condenar al olvido o la indiferencia una de las mayores tragedias sociales de que haya memoria desde aquel 10 de diciembre de 1983, cuando los argentinos recuperamos una democracia que no merece la mirada tuerta de quienes agitaron panderetas, cantaron como si nada grave estuviera pasando y olvidaron que la muerte no tiene camiseta partidaria.

Pedofilia. El sábado 7 se publicaba en la página 48 una entrevista –vía mail– pactada con el abogado del cura Justo José Ilarraz, procesado en la justicia entrerriana por corrupción de menores agravada por su condición de educador. El caso, referido a acotecimientos ocurridos entre 1984 y 1992, tuvo su origen en las denuncias de siete de las aproximadamente cincuenta víctimas que se adjudican al sacerdote, actualmente en Tucumán. Ilarraz no está preso.

Aunque el escándalo fue bien cubierto por PERFIL en octubre último con una larga nota en El Observador, los lectores de este diario merecieron otra calidad para una entrevista ciertamente de impacto pero carente de rigor en las preguntas y con libérrimas respuestas. Es cierto que los diálogos vía e-mail suelen ser limitativos, sin repreguntas, pero pareció muy complaciente el publicado, y no alcanza -estimo- con indicar en el texto que algunas de las preguntas no fueron respondidas por el sacerdote acusado de pedofilia. Una buena medida hubiese sido publicar esos interrogantes no contestados, pero me indica la editora jefa del área, Paulina Maldonado, que hubo problemas de espacio que lo impidieron.

Los lectores no tienen por qué tener en la memoria la nota original del mes de octubre. Por lo tanto, el editar sólo la entrevista sin contextualizarla con mayor rigor, indicar en el texto sólo algunas de las acusaciones y no dar espacio suficiente a la otra campana (la de los ex seminaristas víctimas del delito) dejó el campo limpio al sexagenario acusado de pedofilia para dar su versión, victimizarse y declamar inocencia. Al menos, hubiese sido conveniente recordar que el propio arzobispado de Paraná calificó de gravísimos los hechos y -siguiendo la línea habitual de la iglesia católica- trasladó al cura a Tucumán sin limitar su tarea sacerdotal.

Publicidad. En esta página, el lector Claudio Sánchez califica como “engañosa” una publicidad de la empresa Siam que publica semanalmente este diario. En la edición de ayer, el aviso indica claramente cuáles son los modelos fabricados en la Argentina y cuáles tienen su origen en Turquía. Eso, estimo, responde al lector