“Le voy a hacer una oferta que no podrá rechazar.”
Don Vito Corleone, The Godfather, de Mario Puzo.
El pasado jueves 24 de abril una austera carta de una sola carilla y cuatro párrafos llegó a la mesa de entradas del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Dirigida a Carlos Alfonso Tomada, que hace cinco años es el ministro de esa cartera, la misiva portaba una denuncia perturbadora. Llevaba la firma del apoderado de la Asociación de Fabricantes de Cemento Portland (AFCP) y estaba etiquetada como “urgente”.
Sin patentizarlo directamente negro sobre blanco, la denuncia de la AFCP alude a un negocio ilegal que fuentes consultadas estiman en los 50 millones de pesos, un mecanismo del que se aprovecharía, según todos los indicios, el sindicato de camioneros y en particular el grupo capitaneado por Hugo Moyano.
Activista de la violenta Juventud Sindical Peronista en los años setenta, Moyano viene siendo acusado de haber colaborado activamente también con un grupo nazi, luego integrado en la criminal Triple A, complicidad que, por ahora, no se ha logrado documentar.
Pero los cementeros no son viejos militantes izquierdistas preocupados por ajustar cuentas con ancianos macartistas. La industria del cemento es muy importante en la Argentina y varios de sus jugadores principales son grupos multinacionales de primer nivel.
No es que están “preocupados”: en verdad, puede decirse que, aun cuando hacen esfuerzos para no admitirlo, parecen directamente aterrorizados.
La carta a Tomada es diplomática pero contundente. Sirve de encabezado a dos denuncias, formuladas por Loma Negra y Juan Minetti, grandes empresas (pero no las únicas) actualmente acosadas por pedigüeños pesados, emisarios del gremio camionero.
El sindicato de Moyano y su hijo Pablo, portavoces musculosos de los puntos de vista del Gobierno en el conflicto con el campo, viene ejecutando medidas de fuerza que, de hecho, bloquean el transporte de la mercancía producida por esas empresas.
El primer afectado por los cortes aplicados por los camioneros fue Juan Minetti. El modus operandi del moyanismo es sencillo: grupos de pocas palabras y fiero talante se apersonan ante las empresas y les exigen que sean “solidariamente responsables” de todas las transportistas y clientes que retiran mercadería de esos centros productivos.
Las encañonan sin vueltas: las supuestas deudas de tales compañías o privados deben ser asumidas y pagadas por las cementeras, pero de manera directa e inmediata.
Por ese rubro han conseguido algunos pagos. Se sostiene en el medio cementero que ya han retirado en concepto de “responsabilidades solidarias” unos cinco millones de pesos, pero eso sería sólo el 10 por ciento del tesoro por el que van.
El planteo de Camioneros es rústico pero eficaz: todo lo que se mueve sobre ruedas es territorio propio del temible sindicato. Hay que pagar o pagar.
Cemento Avellaneda, por ejemplo, ya se vio impedida de despachar sus productos por varios días. Loma Negra, el ex emporio de Amalia Fortabat comprado por capitales brasileños, pronostica cortes de las rutas de acceso a sus plantas, como sucedió en Olavarría con Cemento Avellaneda, si no dicen sí a los pedidos de Camioneros.
El argumento de los Moyano es que quieren cobrarse aportes previsionales, de obra social y cuotas sindicales y lo quieren practicar en la billetera de quienes, no siendo responsables de tales acreencias (si es que existieran), aparecen como garantes de los presuntos encubrimientos.
La alimentación de la caja sindical por vía tan expeditiva no será públicamente cuestionada por el Gobierno. Es que Moyano y su grupo no han crecido sólo como producto de su dinamismo y devoción militante. Más que nunca, el empinamiento de Moyano a la cúpula del pejotismo kirchnerista responde a una fría y deliberada decisión estratégica.
El mensaje es escalofriante. La técnica de la exacción con argumentos sociales se aplica concentrando la succión de dinero en grupos privados que afrontan una imposible opción: si no pagan, sus operaciones comerciales son impunemente bloqueadas, cortes de ruta que la propaganda oficial demonizó en el caso del paro rural, pero avala en Gualeguaychú y en las expediciones punitivas de la gente de Moyano.
La construcción, niña mimada de la recuperación económica pregonada en tiempos de Kirchner, sería la principal afectada por el desabastecimiento.
El conflicto que ya se perfila es algo más que un mero episodio de lucha social, previsible y de rutina. Encarna, por el contrario, una por ahora no desmentida complicidad oficial con técnicas ilegales de acción directa que se parecen mucho a las tácticas bandoleras más convencionales: pagar o aceptar las consecuencias es la ecuación que las resume.
De por medio no hay una colección de trémulos perejiles esperando que el Gobierno les dé subsidios. La gravedad de los hechos se corresponde con la estatura de los intereses afectados.
- Cementos Avellaneda es filial argentina del poderoso grupo español Uniland. Argentina fue el capítulo inicial en la globalización de ese grupo, que ya en 1980 entró al mercado local y tiene ahora aquí dos fábricas de cemento, dos canteras de áridos y seis plantas de hormigón. Joint venture entre Uniland y Cementos Molins, es la tercera cementera del país. No se ha quejado en público, pero ya fue apestillada por los hombres de Moyano.
- Cementos Minetti fue fundada en 1930 por Juan Minetti, industrial argentino que había desarrollado una positiva trayectoria en el sector harinero. Productora y comercializadora de cemento de Argentina, está asociada a la suiza Holcim, cementera internacional con presencia en más de 70 países.
- Loma Negra fue comprada por Camargo Correa, coloso brasileño fundado hace 80 años, con más de 30.000 empleados, y que facturó 10.000 millones de reales en 2006.
La “calidad institucional” de la Argentina fue el eje de la campaña de Cristina Kirchner en las elecciones que ganó ampliamente en octubre de 2007. Episodios gansteriles como los aquí sintetizados, que revelan la dimensión y el papel jugado por Moyano y su grupo, aniquilan la presunción de los prometidos cambios y mejoras.
Mario Puzo y su padrino mítico comienzan a ser un autor y una obra para niños en la torva Argentina de los aprietes eternos. “No es nada personal, es cuestión de negocios”, explica Corleone, articulando un descargo que hoy cruza el accionar de grupos y personajes característicos de la actual encrucijada argentina.