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Nadie sabe nada

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Procrastinador. Una característica esencial del presidente Alberto Fernández. | Juan Obregón

Suele ocurrir que algunos desarrollos teóricos se extienden como moda en voces que los multiplican. Hace algunos años todo era líquido y posmoderno, un tiempo después aparecieron los millennials, al rato los liberales y republicanos, y desde algunos años también el extraño resumen de la historia de la humanidad de Harari. Esta secuencia de temporadas conceptuales dominantes, permite ofrecer la descripción de un recurso muy útil para el desarrollo de la sociedad moderna basado en la construcción de formas conceptuales específicas para su posterior uso en situaciones de interacción. Como bloques de sentido, acumulaciones rígidas de ideas generales, aunque sin profundidad, cumplen la función de hacer más exitosa una situación comunicacional. En resumen, su logro fundamental es darle temas a la gente para que hable.

El despliegue masivo de estas cuestiones poco tiene que ver con pasos fundamentales de diseminación del conocimiento científico, sino por el contrario, con la manera en que es tratada la ignorancia. Escondido detrás de estás estrategias está la multiplicidad del mundo moderno y su enorme diferenciación, que amplía justamente los focos de información de una manera especializada y brutal en ámbitos muy específicos, pero produciendo en simultáneo ignorancia sobre todo lo que ocurre en el resto del mundo, en ese mismo presente, donde operan también otras especialidades. El conocimiento, paradójicamente es productor de desconocimiento.

Los especialistas en econometría ven funcionar sus modelos de cálculo en sus computadoras, al mismo tiempo que los epidemiólogos revisan la curva de contagios exitosa con la gente encerrada sin tener detalle de los padecimientos que producen esas recomendaciones en otras áreas del mundo. Estos economistas tecnológicos producen conocimiento sobre un modelo de mundo en movimiento, que estará sujeto a nuevas innovaciones, y que necesitará ajustes adicionales, incluyendo los impactos desconocidos de la implementación de sus propios análisis económicos. Bajo estas condiciones, la pregunta central sociológica es si existe, en consecuencia, un ámbito único y capaz de dar cuenta de toda esa diversidad que avanza sin poder ser detenida. La respuesta es que no la hay, y por eso mientras tanto se usa el libro de Harari para pasar el tiempo en las reuniones.

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Varios siglos atrás la ética del comportamiento podía ofrece algún criterio unificado del operar en el mundo, incluso con normas estéticas aceptadas. Sin embargo, con el desarrollo de la modernidad y las ideas justamente liberales, comenzó a cobrar valor la posibilidad de la preferencia individual por sobre la presión colectiva. La pérdida de centralidad de la religión y su consecuente detrimento en la capacidad de moldear lo posible en la política, la economía y en las relaciones personales, hicieron que los posibles ámbitos de especialización tomen vida propia. La Ciencia solo hará referencia a sus propios descubrimientos, la política a la posibilidad de ganar las próximas elecciones y la economía a seguir logrando que se produzcan pagos; y para todos ellos solo habrá una relación “visitante” a esos espacios ajenos. Para el electro fisiólogo, las discusiones sobre Dworking en el derecho son tan lejanas como las de desarrollo armónico en la música del siglo XIX y un mecánico especialista en aviones de pasajeros. En todos estos casos se combina mayor conocimiento, y aumento de la ignorancia en el resto del mundo.

De manera interesante, la política suele intentar incorporar las ideas de los valores y la moral a sus propias discusiones, aunque en un formato de nuevo tipo, en el que no queda claro hasta qué punto quienes acusan a los otros de inmorales, pueden ellos también comprometerse en  quedar incluidos en esa misma exigencia. El caso del ex ministro de Vidal en provincia de Buenos Aires, añorando una Gestapo propia, o los mismos agentes de la AFI haciéndola realidad, exponen no solo la terrible obligación de la política de actuar en función de sus urgencias diarias, sino al mismo tiempo la confirmación de que la moral, por más que se use como concepto lanzado al aire, como el de Harari en un cóctel empresario, no posee la fuerza para dominar las variedades del mundo moderno que condicionan lo posible de lo no posible.

Con lo descripto aquí se quiere señalar que hoy, más que nunca en la historia de la humanidad, es tan condicionante el aumento del conocimiento como de la ignorancia, y esta condición compleja produce una relación alternada y variante, entre criterios cognitivos (conocimiento) y normativos (moral).

De esto se ha aprendido mucho de los reclamos ecológicos, que como diría Luhmann, disculpan el todavía necesario aumento del conocimiento del tema, por la urgencia del problema, trasladándolo de lo cognitivo a lo normativo. Al plantearse las amenazas ecológicas como inmediatas (incluyendo la extinción del planeta), no hay tiempo para profundizar en más investigación, por lo que se traslada urgentemente al uso de criterios morales de “buenos” o “malos”, para compensar la ignorancia. El resultado es que quien defiende la energía nuclear es malo, muy malo.

Se sale a la calle, se escenifican las protestas, en algunos casos violentas, y se acusa a quienes no colaboran de asesinos. Flavia Broffoni le puso a la tapa de su libro Extinción, algo que probablemente haya ayudado a su venta en librerías, ya que en definitiva se vende en el mercado, a precio de mercado y en librerías con fuentes de energía de todo tipo, incluso las que colaboran con la extinción. Las marchas en contra de la Corte Suprema de Justicia y a favor de la Corte fueron separadas por tan solo dos días (1 y 3 de febrero), y cualquier registro atento de las declaraciones podría ser indicada como equivalentes funcionales del trato de la ignorancia en cuestiones ecológicas. Defender o reclamar a la corte, sería en ambos casos, una necesidad moral para el futuro del país.

El siempre interesante y detallista Claudio Jacquelin fue el primero en destacar el carácter procrastinador del presidente Alberto Fernández. Ese enorme detalle pudo ayudar a describir un modo posible de tratar con la multiplicidad de complejidades, en ese caso, dentro del sistema político. Probablemente el Presidente haga uso de esto hablando de música, derecho, libros de Harari y de lugares lindos del mundo, cada vez que alguien contrario, pero aliado, se le acerque con algún reclamo. De eso debe haber aprendido mucho en sus años alejado del poder, que mientras el mundo se hacía cada vez más complejo e inalcanzable, había que aprovechar y hablar de algo, mientras el tiempo pasaba.

*Sociólogo.