COLUMNISTAS
crisis entre aliados

¿Netanyahu versus Obama?

La tensión entre Estados Unidos e Israel es cada vez mayor. Más diferencias sobre la mejor receta para alcanzar la paz. Mientras, crece la presión de la derecha israelí sobre el premier.

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Durante la campaña presidencial de Barack Hussein Obama, esta columna adelantó que las tradicionales relaciones de Estados Unidos con Israel iban a sufrir cambios si triunfaba el afroamericano. Cuando hace unos meses Ehud Barak –ministro de Defensa del Estado medio oriental– viajó a República Checa y a Polonia (dos países externos a su esfera primaria de influencia) y el presidente Shimon Peres lo hizo a Brasil y a Argentina luego de décadas de ausencia, también sostuvo que la política exterior israelí iba a tantear una mayor dosis de autonomía respecto de los Estados Unidos que la que había mantenido históricamente. La visita de Benjamin Netanyahu a Washington ratificó los asertos, en clave de desencuentro: fuentes israelíes sostienen que “Obama agregó más veneno a la relación entre Estados Unidos e Israel, que ya se encontraba en su punto más bajo de las últimas dos décadas”.

Según oficiales del Departamento de Estado norteamericano, el anuncio de que el Ayuntamiento de Jerusalén había aprobado licencias para construir nuevas casas en un barrio árabe de la parte este de la ciudad, mientras el vicepresidente Joe Biden estaba en Israel, fue interpretado por Obama como una provocación que merecía una respuesta. Netanyahu, por su parte, subrayó que las administraciones estadounidenses anteriores y los mismos palestinos ya aceptaron que los barrios judíos de Jerusalén y alrededores sean anexados a Israel, a cambio de territorio en otras partes.

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El viernes 26, en los prolegómenos al inicio de una reunión entre Netanyahu y siete ministros de su gabinete para discutir una serie de peticiones que trajo desde Washington, en un comunicado su oficina de prensa precisó: “La posición del primer ministro es que no hay ningún cambio en la política israelí en Jerusalén aplicada por todos los gobiernos de Israel durante los últimos 42 años”.

Hasta aquí, algunas cuestiones que son objetivas: es evidente el fracaso de la administración Netanyahu en avanzar hacia un entendimiento con los palestinos; existe un proceso de paz en el que temas tales como los refugiados palestinos y las compensaciones territoriales exactas no están sobre la mesa; y como consecuencia de aquel fiasco, que jaquea los intereses de Estados Unidos en la región, su gobierno decidió hacérselo sentir al mandatario israelí. Washington necesita que el proceso de paz palestino-israelí avance para que decrezca el sentimiento antiestadounidense en Irak y en Afganistán, donde arrecian los combates.

Obama brindó a su interlocutor “el trato reservado al presidente de Guinea Ecuatorial”, mascullan los medios hierosolimitanos: sin fotos no oficiales, sin testigos y sin declaración final (a pesar de que se estuvo negociando hasta las 3 am del miércoles). La ingrata alusión a Guinea Ecuatorial acaso se deba a la presidencia del “teniente general” Teodoro Obiang Nguema, ex alcalde de la siniestra prisión de Black Beach. Los analistas leen entre líneas: ¿habría expulsado el martes Gran Bretaña a un diplomático israelí por un tumulto en relación con pasaportes falsificados si hubiese afinidad entre Obama y Netanyahu? Tal vez no, se responde el diario judío Iton Gadol. Finalmente, la agencia Stratfor hace notar con agudeza que ella se refiere a que las relaciones “entre los dos hombres” son malas, no porque la cuestión sea personal (aunque pudiera serlo) sino porque cada uno de ellos ha estado tratando de corporizar los problemas centrándolos en el otro y no en una crisis entre naciones.

La distinción es sutil pero también importante, desde el momento en que Netanyahu ha dicho que no habría ningún problema en la relación bilateral a no ser por las políticas de Obama, que percibe como anti israelíes y pro árabes.

Algunas de las peticiones (se dice que son 13) que Netanyahu llevó desde Estados Unidos a Israel consisten en ampliar la moratoria impuesta sobre la edificación en Cisjordania más allá de los diez meses previstos y en extenderla a Jerusalén Este; en liberar “centenares de presos” de Al Fatah como gesto de buena voluntad hacia el presidente palestino Mahmoud Abbas; y en que todas las áreas en territorio ocupado que Israel tiene bajo control desde 2000 (año del estallido de la Segunda Intifada) queden bajo la “total responsabilidad” de la Autoridad Nacional Palestina.

A la cumbre del viernes 26 asistieron además de Netanyahu cuatro ministros de derecha –Benny Begin (sin Portafolio), Moshe Ya’alon (Asuntos Estratégicos), Avigdor Lieberman (Relaciones Exteriores) y Eliyahu Yishai (ministro de Interior)–, quienes sostienen que “Jerusalén no es negociable”. Los más moderados estuvieron liderados por Ehud Barak, cuya imagen entre los estadounidenses ha mejorado (según el rotativo Yediot Aharonot), después de que se reuniera con diferentes responsables de la Administración norteamericana.

Así las cosas, Netanyahu tiene que optar entre sus aliados ultranacionalistas del Shas (como Yishai, quien agradeció al Creador por el privilegio de ser el ministro que aprobó la construcción de las viviendas en la Jerusalén ocupada) o el Israel Beitenu (como el vicecanciller Dany Ayalón), y los Estados Unidos. El Kadima, principal partido opositor, liderado por Tzipi Livni, ha hecho trascender que estaría dispuesto a sumarse al gobierno si la coalición cae, siempre y cuando el premier muestre intenciones de avanzar en el proceso de paz, aunque no para darle una cuota de oxígeno adicional.

Una encuesta reciente no hace subir las acciones de “Bibi” Netanyahu: el 69% de los israelíes considera que Obama es “amistoso y justo” con Israel; en otra el 64% opina que el actual gobierno no lleva bien la relación con Estados Unidos. Precisamente, lo mejor que para Obama podría pasar por las mentes de los israelíes: que Netanyahu está apostando las relaciones entre su país y Estados Unidos. Pero no es menos cierto que los israelíes son tan pro-norteamericanos como visceralmente opuestos a acatar mansamente los deseos de Washington.

Es muy posible que las festividades del Pésaj, que conmemora el relato bíblico de la salida del pueblo judío de Egipto hacia la Tierra Prometida y su nacimiento como tal, y que dura siete días a partir de mañana, demore la respuesta de Netanyahu a Obama. La circunstancia religiosa trae a cuento aquella frase del clérigo episcopal Phillips Brooks: “No pidáis a Dios que os dé una carga apta para vuestros hombros; pedidle unos hombros aptos para soportar vuestras cargas”.