COLUMNISTAS
La argentina, segun giorgio alberti

“No hubo crisis en el clima intelectual”

Para el director de la sede porteña de la Universidad de Bologna, el politólogo italiano Giorgio Alberti, nuestro país conserva “la tradición de excelencia académica” en las ciencias sociales y un alto nivel intelectual a pesar de los problemas políticos tan recurrentes. Esta aparente contradicción tiene que ver, en su opinión, con “la relación entre la intelectualidad y el poder; se trata de ámbitos que trabajan con distintas realidades”. Alberti se mostró muy satisfecho con su balance de diez años al frente de esa casa de estudios, que se inauguró en 1998 con una conferencia de Umberto Eco.

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“Fundar nuestra representación de la Universidad de Bologna en Buenos Aires fue un gran acierto. Acabamos de cumplir diez años en este país y sentimos que pudimos ayudar a instalar a la Argentina como un puente del conocimiento y la investigación científica entre Europa y América latina”, aseguró el politólogo italiano Giorgio Alberti en su última entrevista con un medio argentino, antes de finalizar su tarea al frente de la sede porteña de la prestigiosa universidad que tiene más de cien mil estudiantes y fue creada en 1088, lo que la convierte en la más antigua de Occidente.

“No tuvimos muchas dudas cuando nos decidimos por este país, fue una elección natural porque aquí se encuentra la mayor cantidad de italianos en Latinoamerica pero, sobre todo, porque en Buenos Aires no se siente la diferencia con las principales ciudades europeas y porque el clima intelectual que se respira en Argentina es muy alto, ahí no hubo ninguna crisis”, agregó el doctor en Ciencias Sociales especializado en procesos de democratización en Latinoamerica, que este mes termina su mandato en la única representación universitaria extranjera que mantiene una sede permanente en la Argentina.

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—Hablando del clima intelectual que se respira en la Argentina, ¿cómo evalúa el nivel de las nuevas generaciones de profesionales?

—Veo mucha creatividad, en general, llegan bastante bien preparado y siguen teniendo un muy alto nivel. Los profesores que vienen desde Italia no sufren ningún shock cultural cuando dan clases en Buenos Aires y coinciden en que el nivel que encuentran aquí es muy parecido al que existe en Bologna o en el resto de las universidades europeas. Este país tiene una gran tradición de excelencia académica, pienso en figuras como Guillermo O’Donnell o Juan Carlos Portantiero, dos de los mayores cientistas sociales de los últimos años. Y, claro, debemos también recordar a la figura emblemática de la sociología moderna como fue Gino Germani que, a pesar de ser italiano, pudo desarrollar sus trabajos en la Argentina.

—¿Y si tuviera que marcar un aspecto a mejorar de los estudiantes argentinos?

—Creo que, en algunas ocasiones, presentan una marcada tendencia a enfatizar el trabajo individual. Las actividades en equipo podrían ser más desarrolladas por los estudiantes argentinos.

—¿Cómo es posible que en la Argentina conviva un alto desarrollo intelectual y, a la vez, se reiteren crisis sistémicas en el plano político y económico?

—Creo que en el fondo tiene que ver con la relación entre la intelectualidad y el poder. Los intelectuales no siempre pueden transmitir a los políticos el trabajo de sus investigaciones. Los hombres y mujeres que se destacan en la investigación científica y en las ciencias sociales pueden producir en el largo plazo ideas que podrían ir modificando las visiones que los dirigentes tienen del quehacer político, pero no siempre resulta ser una tarea sencilla porque se trata de ámbitos que trabajan con distintas realidades. Recuerdo que cuando llevé a Fernando Henrique Cardoso a Bologna para que recibiera el Honoris Causa dijo: “Cuando era intelectual, pensaba cuál era la mejor solución para un problema. Cuando empecé a ser político, sólo podía pensar en cuál era la solución que estaba al alcance de la mano”.

—¿Cuál es el balance que puede realizar luego de una década al frente de la Universidad de Bologna en la Argentina?

—En términos personales representó una experiencia extraordinaria. Esta sede se inauguró en 1998 con una conferencia magistral de Umberto Eco en la que se destacó la importancia que tenía para Bologna llegar a la Argentina, y en 1999 iniciamos nuestro primer curso. Pero los primeros años no fueron fáciles porque teníamos que demostrar nuestras capacidades y nuestro deseo de integrarnos en la comunidad académica argentina. Después de diez años de trabajo, puedo decir que hemos alcanzado nuestros objetivos: somos la única universidad extranjera que tomó la decisión de seguir los procedimientos del Ministerio de Educación de Argentina para integrarnos totalmente al sistema universitario de este país.

—¿Cuál es el aporte que Bologna dio a la Argentina?

—Este año hemos ganado el proyecto más importante de la Comisión Europea para desarrollar la cooperación académica que permita crear un espacio común de educación superior entre Europa y América latina. Es un proyecto muy importante, que voy a tener el honor de dirigir y, debido a esa convocatoria, hemos estado principalmente preocupados en atender dos problemáticas trascendentales para esta región: la cohesión social y el desarrollo local. Estos son temas fundamentales. Las democracias latinoamericanas no podrán tener éxito si no se resuelve el problema de la polarización inclusión-exclusión y si no se modifican las tremendas desigualdades y el alto nivel de pobreza que esta región todavía sufre.