COLUMNISTAS
VIOLENCIA en la antesala del duelo

No le peguen más al fútbol

Definitivamente, el fútbol está fracasando. Este nuevo bochorno por el que los hinchas de Racing pasaron el jueves, luchando unos contra otros por unas míseras 1.500 entradas para el clásico de hoy contra Independiente nos hace pensar en el alejamiento definitivo de los hinchas visitantes de los estadios.

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Definitivamente, el fútbol está fracasando. Este nuevo bochorno por el que los hinchas de Racing pasaron el jueves, luchando unos contra otros por unas míseras 1.500 entradas para el clásico de hoy contra Independiente nos hace pensar en el alejamiento definitivo de los hinchas visitantes de los estadios. Es una imagen patética la que se nos viene de repente. Contrariamente a lo que pueda pensarse, lo patético no es lo de los sufridos simpatizantes de Racing. Es patética la imagen de los dirigentes sentados en sus mullidos sillones, mirando por televisión cómo el negocio suma dinero a través de esos desaforados que tienen la loca idea de acompañar a su equipo desde una lejana tribuna, en el clásico que esperan todo el año. Otra imagen irritante, seguramente, será la de los que hacen el negoción de la venta telefónica. Son esos que, después de estas luchas entre hinchas de un mismo equipo, ofrecen esas localidades mediante avisos en los diarios. Y cuando uno va y compra esas entradas mágicas, se encuentra con que son de protocolo. ¿Qué significa esto? Que quienes reciben entradas de favor, las venden. Una auténtica canallada.

Lo del Comité Provincial de Seguridad Deportiva –el famoso Coprosede–, en cambio, es una mezcla de ineficacia e intereses cruzados. Voy a quedarme con la ineficiencia que sufre el hincha todos los domingos. Tiene varios ítems, generales y particulares…

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* En los estadios, los pulmones son cada vez mayores. La manera de combatir la violencia que tiene el Coprosede es la de sacar la mayor cantidad de gente posible de los estadios: una ridiculez. Es como si para combatir los accidentes de tránsito se prohibiera que los autos circularan por las calles. En el ascenso, los hinchas visitantes tienen el acceso vedado y en casi todas las canchas de Primera, la capacidad para ellos está reducida al mango. Da pena verlos hacinados como ganado, al lado de tribunas vacías. El Coprosede debería instruir a la Policía para que cuide a los hinchas y no alejar a los hinchas para que los policías no trabajen.

* Pese a esta estúpida medida, las cosas no cambiaron. Las barras siguen entrando a los estadios como Perico por su casa. Lo hacen sin careo, sin pagar, y reciben dádivas de los dirigentes como siempre. El Coprosede ni se enteró. El único dirigente de la historia juzgado y encarcelado por asociación ilícita con la barra fue el ex vicepresidente de Chacarita Armando Capriotti.

* El Coprosede fue partícipe en la construcción del nuevo estadio de Independiente. Parece no haberse dado cuenta de que los accesos están colapsados, que si la policía corta el tránsito en la subida de los “siete puentes” no hay manera de llegar. Los estadios de Independiente y Racing no tienen acceso desde la avenida principal de la ciudad en la que se encuentran (Avenida Mitre) y, en el caso del del Rojo, llegar al estacionamiento es una tarea imposible. Al estar en construcción, el estadio Libertadores de América no tiene un lugar decente para los visitantes. En estas condiciones –con asistencia de las dos hinchadas–, el estadio queda chico e incómodo para los visitantes. Y si asistiera sólo el público local, estaríamos siendo consecuentes con el Coprosede, que propone un fútbol casi exclusivamente por televisión.

* Otra medida absurda del Coprosede es la de retener al público local durante una hora, en lo que representa, lisa y llanamente, un secuestro. Nadie tiene derecho a retener personas a la fuerza en un lugar y sí, en cambio, tiene la obligación de que el público se vaya de los estadios sin que le ocurra nada malo. Es tal el grado de inutilidad que, mientras los visitantes se van, los policías descansan, charlan y, los más activos, ponen los escudos en las caras de las personas que intentan irse a casa para seguir con sus vidas.

El primer club que redujo la capacidad de una tribuna visitante fue, justamente, Independiente, en el partido que definió el Clausura ’94 contra Huracán. A la enorme tribuna visitante del viejo estadio de la Doble Visera y a Huracán le quedaron 10 mil lugares. Racing daría cualquier cosa por tener esa cantidad.

El primero que achicó drásticamente el número de entradas visitantes fue Mauricio Macri, cuando era presidente de Boca. En la Bombonera, confinó a todos –desde River hasta Atlético Tucumán– a hacinarse en la tercera bandeja, de la que se ve poco y nada y en la que, en el caso de los clubes grandes, siempre es insuficiente.

El resto de los dirigentes, en lugar de ser mejores que Macri, se decidieron por la ley del Talión (“ojo por ojo, diente por diente”) y empezaron a otorgar las malditas 3.500 entradas que Boca les da a los visitantes. En el caso particular de Independiente, no tiene más lugar porque se habilitó una cancha que no está terminada y a la que llegar es una tarea digna del rubio de Camel. Pero, aunque el Libertadores no esté terminado y sea el “Old Trafford argentino”, no parece que se les vaya a dar más lugar a los visitantes.

Hay una cuestión que el fútbol argentino no debe perder, aunque suene romántico y naïf: la identidad. La está rifando a pasos agigantados, por culpa de dirigentes inútiles y corruptos, por la tremenda ineficiencia del máximo organismo de seguridad y, por qué no decirlo, por los hinchas de este siglo, absolutamente intolerantes y dueños de una violencia jamás vista, ni siquiera en tiempos más oscuros.