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La lengua argentina

No nos vamos a quedar sin trabajo

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Ayuda. El ChatGPT parece ser una herramienta para comenzar un trabajo, pero no para terminarlo. | shutterstock

Narra Platón, en el Fedro o de la belleza, que Sócrates evoca una antigua tradición. El dios Theuth, creador de los números y del ajedrez, entre varias otras artes, se presentó ante el rey de Egipto para hablarle de las bondades de sus invenciones. Al mencionar la escritura, afirmó: “¡Oh rey!, esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener”. Pero el rey le replicó: “Entusiasmado con tu invento, no ves, Theuth, que la escritura solo producirá el olvido en las almas de los que la conozcan y, confiados en este auxilio extraño, abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque, cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida”. Es conocido que con la aparición de cada nuevo medio se vaticinó la muerte del anterior: que el diario mataría al libro, que la tele mataría a la radio, que internet los mataría a todos. A contramano de esas predicciones, cada nuevo medio convive con los anteriores –e internet los subsume a todos–. La escritura no mató a la memoria.

La aparición del ChatGPT (3.5) en escena en noviembre del año pasado trajo una especie de conmoción en muchas áreas. Ya hay demandas en contra de la empresa que lo ofrece, prohibiciones por parte de algunos gobiernos o duelos y quebrantos de trabajadores en distintos rubros. ¡Y ni que decir la convulsión que ha provocado en el ámbito educativo!

Pero empecemos por el principio. ¿Qué es el ChatGPT? Es uno –quizás el mejor al momento– de tantos grandes modelos de lenguaje (LLM, por la sigla en inglés) o sistema de inteligencia artificial que permite desarrollar una conversación (casi) como si se estuviera conversando con una persona: responde a nuestras preguntas de modo (medianamente) digno. La información que alimenta su “cerebro” (sus algoritmos, que le permiten “aprender” de manera autónoma) está dada por una ingente cantidad de datos que la empresa creadora (Open AI) le ha suministrado como insumo.

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Eso sí, hay que hacer un par de advertencias. Espécimen en un punto arrogante, a veces, si no sabe algo, lo inventa –los especialistas, con mesura, dicen que sufre de “alucinaciones”–. Además, en función de experiencias previas algo incómodas –según cuentan–, esta versión del ChatGPT tiene un sesgo hacia lo políticamente correcto. Y su caudal de información se detiene en 2021.

Como fuere, la verdad es que esta novedad nos trae fuertes disquisiciones de tipo ético. Porque parece que el chat puede completar de modo (más o menos) satisfactorio muchas de las actividades que implican información y discurso, como la mayoría de las personas, pero en mucho menos tiempo. O sea que tendremos que encontrarle la vuelta para que lo que producimos sea mejor que (medianamente) digno o (más o menos) satisfactorio. Y, en lugar de simular que hicimos sin ayuda lo que le hemos pedido al chat que hiciera, deberemos aprender a usar la herramienta para obtener resultados superiores.

En cualquier caso, ya se ha probado que no se puede confiar a ciegas en el ChatGPT. Y no solo porque alucine: también puede ocurrir que repita o derive información incorrecta. Tal cual ocurre con Wikipedia, el ChatGPT parece ser una fantástica herramienta para comenzar un trabajo (una investigación, un proyecto, una codificación), pero no para terminarlo. Las personas humanas, hay que decirlo, debemos controlarlo.

La paradoja del cuento de Sócrates en el Fedro es que, sin la escritura, su palabra –recogida en letras por Platón– nunca hubiera llegado a nosotros. Tal vez en el siglo XXXI, antes del Apocalipsis que “pronostica” Marco Denevi, se agradezca la existencia del ChatGPT o de cualquiera de los otros sistemas parecidos por dejar testimonio de nuestro paso por la historia.

Mientras tanto, ¿qué haremos, pobres mortales del siglo XXI, con el tiempo que nos sobre?

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.