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deconcierto oficial

No saben dónde ir

El Gobierno insiste con sus errores y con culpar a los demás de las consecuencias. ¿Hasta cuándo Kicillof?

SEXO, DÓLAR & ROCK AND ROLL.
| Dibujo: Pablo Temes.

Casi mil millones de dólares. Esa es la cifra que alcanzó el nivel de pérdida de reservas que sufrió el Banco Central en la semana que transcurrió desde el anuncio del levantamiento del cepo cambiario. Este es uno de los nuevos “éxitos” del ministro de Economía de la devaluación y la improvisación, Axel Kicillof. Hay un dato que marca el grado de desconfianza que reina en la gente: en vez de dejarlos depositados en los bancos, la mayoría de los que compraron dólares optó por llevárselos a su casa aun cuando para ello debía pagar el 20% más. La penosa imagen de argentinos haciendo cola en la puerta de los bancos para cambiar sus pesos por dólares que ilustró la tapa de ayer de The New York Times nos trae reminiscencias del pasado. La Argentina parece condenada a repetir su pasado indefinidamente. El problema es que, en nuestro país, el pasado es sinónimo de fracaso.

El otro “éxito” de la semana fue –es– la disparada de los precios. De los así llamados “precios cuidados”, va quedando poco y nada. Como contracara, en algunos se verifica un paulatino desabastecimiento. Nadie vende a 6 pesos lo que deberá reponer a 8. Como siempre hace ante los problemas, el repertorio gubernamental para enfrentar el descalabro de la hora se limita a echarles la culpa a los otros: empresarios, banqueros, medios y conspiradores distribuidos en el mundo entero. Es la misma historia de siempre: el mundo complotado contra la Argentina con el objetivo de lograr su destrucción.

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Nadie sabe cuánto durará la buena estrella de Kicillof. Es evidente que la Presidenta está inquieta con la marcha de la economía. Por eso el lunes pasado, estando en La Habana, siguió con atención la evolución de la nueva operatoria para la compra de dólares. Por eso también llamó otra vez a Guillermo Moreno. Uno de los resultados de esa consulta fue la designación de Alberto Samid como vicepresidente de la Corporación Mercado Central. Habrá, por lo tanto, mucho show. Lo que no habrá serán soluciones genuinas al problema de la suba del precio de la carne. Tampoco las habrá para los incrementos de precios de otros productos.

El florido anecdotario oficial mostró en la semana la vuelta de la Presidenta a uno de sus hobbies favoritos: el Twitter. Los hubo desde La Habana y desde la Argentina. En ellos, Cristina Fernández de Kirchner demostró que, más allá de sus altibajos anímicos, nada ha cambiado en su permanente actitud de negar la realidad. Sigue creyendo que todo se soluciona con criticar a los medios, a los empresarios, a los banqueros y a todo aquel que osare pensar diferente. Se entretiene mirando las conferencias de prensa de Jorge Capitanich y escuchando las voces de todos los que le dicen que las cosas marchan bien. De ahí que hubiera habido fuertes críticas al gobernador de Misiones, Maurice Closs, quien, más allá de una forzada aclaración demandada por el jefe de Gabinete, salió a pedir un acuerdo multisectorial para evitar repetir una situación como la que marcó el fin del gobierno de Raúl Alfonsín o el de Fernando de la Rúa, eventualidad que sería devastadora para todos. Las expresiones de Closs fueron producto de la complicada situación económica por la que atraviesa no sólo su provincia sino todas las demás, cuyos presupuestos están siendo devorados por la inflación. Las arcas fiscales están afectadas no sólo por los sueldos del personal sino también por el aumento en el costo de los insumos.

El Gobierno abunda en marchas y contramarchas. De todos lados se escuchan voces pidiendo una convocatoria multisectorial destinada a evaluar propuestas para enfrentar la crisis. En el interregno que fue desde las PASO hasta las elecciones del 23 de octubre pasado, el Gobierno pareció haber accedido a esa demanda. Pasados los comicios, todo quedó en la nada. Los que participaron de esas reuniones, sin embargo, recuerdan la escasa predisposición de los funcionarios participantes –desde la Presidenta hasta los ministros y secretarios de Estado– para aceptar cualquier crítica, observación o sugerencia de cambio. “Fue un diálogo de sordos”, definió un dirigente industrial que participó de dos de esas reuniones para después nunca más volver.

En la semana que pasó, hubo mucho diálogo entre empresarios y sindicalistas. Allí quedaron expuestas las preocupaciones comunes originadas en un diagnóstico compartido: la incomprensible obstinación del Gobierno en negar las causas que están motivando este desbarranco imparable de la economía y el mayúsculo nivel de incompetencia del equipo que comanda Kicillof. La presión de las bases le está complicando la vida a toda la dirigencia gremial, empezando, obviamente, por los de la CGT oficialista.

Ayer salió a la luz la iniciativa de Kicillof de pedirles a los bancos 10 mil millones de dólares para hacer frente a la caída imparable de reservas que experimenta, todos los días, el Banco Central. El requerimiento ya había sido hecho a los banqueros a comienzos de la semana. El pedido generó desasosiego. Producto de todo este desbarajuste, habrá de ser la reunión que para el martes próximo tendrá la cúpula de la Unión Industrial Argentina. “El Gobierno no tiene idea de lo que está haciendo, y encima sus funcionarios siguen insistiendo con la metodología del apriete”, reconoció uno de los empresarios que asistirá a ese cónclave.

Dijo Abraham Lincoln: “Si pudiéramos saber primero en dónde estamos y hacia dónde vamos, juzgaríamos mejor qué hacer y cómo hacerlo”. Notable frase que sintetiza el presente del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner que, día tras día, demuestra no saber en dónde está ni hacia dónde va.
 

Producción periodística: Guido Baistrocchi.