Hay una situación que se repite gobierno tras gobierno y que la gente que ya tiene una carrera en el sector público la vive de manera graciosa y trágica. Muchas veces aparecen nuevos individuos que tienen una larga trayectoria en el sector privado a hacer sus primeras armas en el Estado y alegan que van a "hacer patria". Se puede interpretar buena voluntad e intenciones de parte de ellos. Es una forma de devolverle al país lo que el país le dio a ellos.
Sin embargo, esa expresión esconde cierta condescendencia con aquellos que están hace años en la función pública. Estas personas asumen que al irse del sector privado al público se está cometiendo un acto heroico que alguien o su conciencia se lo hubiera pedido. La verdad, nadie les pide nada. Como nadie me pediría nada si yo comenzara un emprendimiento privado.
Son pocos los que cambian de sector con la humildad necesaria para aprender los mecanismos del Estado y la complejidad de llevar adelante políticas públicas de calidad. Estas personas, la mayoría de las veces, desembarcan en el sector público asumiendo que están rodeados de inútiles y, paradójicamente, se arrogan que ellos sí se la saben lunga a pesar de ser neófitos en la cosa pública.
Con la excusa de buscar mayor eficiencia intentan modificar circuitos y procesos administrativos sin tener en cuenta la legalidad de los actos ni la Ley de Procedimientos Administrativos, impulsan políticas sin fundamentos legales ni estadísticos, cambian estructuras organizativas en función de personas y no de misiones y funciones, y manipulan recursos (humanos y materiales) sin entender la organicidad y las limitaciones del Estado.
Los resultados aparecen a la vista en poco tiempo, y la conclusión suele ser que estos personajes tampoco están habilitados para producir el cambio de fondo que la sociedad reclama. La gestión de un gobierno depende eminentemente de entender rápidamente el andamiaje administrativo del Estado para ponerlo a ejecutar en función de las demandas de la sociedad. El sector público tiene que mejorar mucho y tiene mucho margen para hacerlo. Para esto necesita que muchos se involucren en la cosa pública pero sin ínfulas, sin arrogancia, sin condescendencia.
(*) Politólogo