No son los mejores días para un futbolero. Los que recuerdan la eliminación del Mundial de 1970 en cancha de Boca con Perú hablan de aquello como una catástrofe. Eran otros tiempos y otro sistema. El mismo sistema que nos dejó afuera en el ’69 casi lo repite en 1993, cuando entramos al Mundial de Estados Unidos por la última ventana del último vagón.
Esta vez es diferente. El hecho de que las Eliminatorias se jueguen en forma de torneo todos contra todos expone de manera brutal y descarnada una realidad que, aun hoy, con la soga al cuello y con la obligación de ganarle a Perú, hace que Argentina esté peor que en las situaciones referidas.
Los torneos largos siempre dan una mirada más real del estado en que está un equipo. El torneo largo casi siempre entrega posiciones lógicas. Y parece lógico, entonces, que esta Selección mal conducida por Basile hasta el año pasado y ésta de Diego que, desde la caída en Bolivia, anda a los manotazos sin poder asirse correctamente a ningún sistema de juego eficiente, luche para ocupar un lugar de los cuatro y medio que tiene América para Sudáfrica 2010.
La realidad de nuestro fútbol es ésta. Creer que estamos cinco goles arriba de Perú y que por eso vamos a ganar es lo que nos arrastraría a la derrota. Nos convendría tomar a Perú como el último partido de nuestras vidas. Sería interesante que no miráramos los antecedentes de los incaicos para no cebarnos. Argentina, esta Argentina del retroceso a la era anterior a Menotti, no está para ganarle fácil a nadie, al menos en la previa. O sea, un partido puede darse fácil, si el equipo consigue un gol en los primeros diez minutos, se calma, hace correr la pelota y a los rivales y encuentra espacios para más. Pero no lo tomemos como fácil. Recordemos que en Lima apenas se empató, después de estar 1-0 y con el técnico Del Solar flameando en su cargo.
La gente se pregunta: “¿Por qué de nuevo Heinze?”. La respuesta no es fácil. Porque alguien dirá “Otamendi”, quien tal vez tenga nivel para estar. Pero, ¿está para bancarse semejante presión? Heinze es líder de este grupo y está bien que asuma responsabilidades. Y también es real que no tiene un sucesor claro e indiscutible. No hay, por más que los periodistas tiren nombres.
Hoy son todos discutidos, hasta Messi. De este partido con Perú –al menos en la formación inicial– quedan afuera Tevez, Agüero y Milito. Lisandro López no fue convocado. Los cuatro son de marcado éxito en sus clubes, salvo Tevez, que alterna, pero ninguno juega porque no dieron resultado óptimo. Ahora, Maradona probará con Higuaín. Está bien, todo el mundo lo pedía, y acá está. ¿Será solución o se convertirá en un apellido más de largas discusiones de café?
Hubiésemos preferido como titular a Palermo. Con el nueve de Boca en el banco, se desperdicia un goleador en racha, a un tipo absolutamente marcado por convertir goles en situaciones límite… No es el caso de Higuaín, que juega muy bien pero que generalmente va al banco y es segunda o tercera opción de cambio. Palermo es el capitán de Boca y en su última presentación con la camiseta argentina metió dos goles. Perú es endeble por arriba y con ese panorama Palermo se haría un picnic. No parece justo tirarlo a la cancha si el equipo va perdiendo y mandarlo a Troya “a ver si cabecea alguna”.
Y no hay mucho más. Esperamos como a un mesías a Angel Di María, que si bien es un excelente volante por izquierda, no hace diferencia grande por ese sector. Igual, tiene una ventaja: conoce a Pablito Aimar porque juegan juntos en Benfica. Y, aunque el fracaso del tándem Domínguez-Otamendi contra Brasil nos espantó un poco con respecto a duplas armadas, esta debería funcionar. No puede ser que todas salgan mal.
Para el final dejamos el caso Zabaleta. Manchester City lo usó en tiempo y forma, no hay nada para reclamar. Zabaleta se desgarró en la última jugada del partido contra el Aston Villa, una desgracia; algo que pudo haber sucedido hoy. Y habría sido más serio: Argentina no tiene “4”, detrás de Zanetti. Diego decidió borrar al capitán del Inter, pero no tiene reemplazo. No porque sus actuaciones sean irreprochables, sino porque el fútbol argentino no formó laterales de elite. Si no, el lateral izquierdo de hoy, en un partido decisivo para saber si vamos o no al Mundial, será Emiliano Insúa, que jamás jugó en la Selección mayor. Ni hablar del reemplazo de Zabaleta, que será Jonás Gutiérrez, habitual volante izquierdo de Newcastle y de la Selección.
Bilardo no tiene la culpa de que Zabaleta se haya desgarrado ni de que haya jugado contra el Aston Villa. El reglamento amparaba al dueño de su ficha. Los argentinos estamos muy acostumbrados a que todo se resuelva por “gauchadas”, pero en el resto del mundo, la cosa no es así. No se discute acá si eso es bueno o es malo. Sólo se dice cómo es. Si Bilardo viajaba a Inglaterra era para conseguir un favor, que el jeque dueño del City actuara “de onda”. Increíble.
Nos va la vida futbolera de los próximos años en estos dos partidos, el de Perú de hoy y el de Uruguay del miércoles. Nos va la vida. No entrar al Mundial sería una catástrofe de la que sería muy difícil recuperarse. Hay que pensar en todo esto y que, si llegamos a clasificarnos, no lo olvidemos. Hay que salir de esto, hay que trabajar mejor, desde los técnicos de inferiores hasta los entrenadores nacionales. Si faltan jugadores o si los que están no dan la talla, es que hay una falla de fábrica. Recordemos siempre que en un torneo largo con selecciones sudamericanas, estamos al borde del precipicio. Estamos discutiendo cuestiones de clasificación con Ecuador, Uruguay, Colombia y hasta con Venezuela. Salvo Uruguay en un tiempo, ninguno de los otros se sentaba a nuestra mesa. Algo pasó en el camino. Es cierto que ellos crecieron.
Tan cierto como que Argentina empezó a retroceder hace ya un tiempo y no encontramos la manera de frenar la caída. Hoy es una gran ocasión para empezar.