A veces hay escritores o intelectuales clave en un país, en una cultura, que sin embargo, no son demasiado conocidos afuera, no fueron traducidos, no se tiene información de su importancia. De alguna forma, eso que aparece, a priori, como un déficit, puede convertirse hasta en una virtud. Coincido con una frase de Beatriz Sarlo: “Releo un libro que no ha sido traducido (en esta época, cuando se traducen hasta los estornudos)”. Efectivamente, quizás ser nada o poco traducido, a esta altura de la estupidez ambiente sea un mérito. Y también son interesantes tales casos, porque convierten a esos intelectuales importantísimos, pero casi desconocidos afuera, en nuestro secreto. Un secreto que compartimos nosotros, los de este lado. Me viene a la cabeza ahora un ejemplo, entre tantos otros: José Bianco. Secretario de redacción de Sur entre 1938 y 1961, extraordinario traductor (En 1945 tradujo The Turn of the Screw, de Henry James, con un título que logra verter al castellano toda la complejidad del título inglés, en una verdadera obra maestra de la traducción: Otra vuelta de tuerca) y, sobre todo, gran escritor, su nombre es apenas conocido fuera de la Argentina.
Si tuviera que pensar en un caso así en Francia –aunque obviamente muy diferente al perfil de Bianco–, diría Michel Surya. Nacido en 1954, fundador de Lignes, gran revista de ensayo filosófico-intelectual, autor de más de 15 libros de ensayo y de varias novelas, sin embargo, creo que hasta ahora, había solo dos libros traducidos al castellano, y es muy poco conocido entre nosotros. La editorial Paradiso, en una impecable traducción de Américo Cristófalo, empieza a subsanar esa deuda con la publicación de Santidad de Bataille, compilación de ensayos en torno a ése, por momentos, inclasificable autor: “A veces escritor, a veces pensador; sin embargo: ¡nunca ambos a la vez! ¿Nunca a la vez? O quizá ni uno ni otro”.
Después de un agudo primer capítulo, sobre la influencia, poco tratada, de Leon Chestov sobre Bataille, el libro se abre hacia otros temas (la religión, el surrealismo, las amistades) y en particular uno, magnífico, la relación, o mejor dicho, la lectura sesgada, o interesada o distorsionada, que según Surya realiza Blanchot de Bataille, en especial, de la noción de comunidad (tema que cruza también a Jean-Luc Nancy, pero también a Agamben y al Derrida de Política de la amistad, curiosamente no tratados a fondo en el libro). Surya por momentos es brutal: “¿Qué relación puede haber entre la sacrificialidad desenfrenada de Ácephale y ese pobre lugar común judeo-cristiano característico y conmiseracional del levinalismo tardío de Blanchot? (no es lugar aquí para establecer una discusión, solo me permito señalar que en Blanchot, el levinalismo –es decir, su lectura de lo judío, no de lo judío-cristiano, término que no define ni a Lévinas ni a Blanchot– es puesto en tensión con una lectura de lo judío como ultraizquierda, como queda claro en La literatura y el derecho a la muerte). No obstante esta objeción, tal vez en la estela de L’autre Blanchot (otro de los libros clave de Surya) el capítulo sobre Blanchot y Bataille no solo es el más interesante del libro, sino que prolonga discusiones que van de la filosofía a la política –porque la discusión acerca de la comunidad inoperante sigue siendo crucial– y que continúan convocando nuevas interpretaciones.