La mañana argentina del preciso martes de las elecciones en Estados Unidos. El columnista va en
taxi a una cita de chequeo cardiológico. El tránsito es infartante. El taxista se queja de la
Selección: “Maradona no es Gardel”. El viaje es lento, aburrido y caro. Llega tarde, y
debe esperar sentado. Toma una ajada revista de La Nación, de hace semanas. En la tapa está Isabel
Allende. Suspira. Busca la nota, la hojea por arribita, pasa páginas y advierte que, además, figura
un reportaje al marido de la novelista chilena, un norteamericano vital y simpaticón que largó las
leyes para dedicarse, también él, a escribir. Cartón lleno. Pero no, aún falta. El tipo es
obamista, de la primera hora, dice. Y apuesta a que le va a ganar a McCain. Pero, sobre el final,
agrega, más o menos: “Tengo miedo de que lo maten antes de asumir”. La neurona del
columnista ata cabos, suma dos más dos. Antes de estos comicios, el FBI habría descubierto y
desbaratado un plan xenófobo para asesinar a Obama y a varios chicos negros. Lincoln. Dos Kennedy.
Luther King. Malcom X. En eso, esa nación no puede dar lecciones de democracia. Lo llaman, es su
turno. El doctor Fairman no le pregunta por la presión ni insiste con los triglicéridos, hasta
expresar: “Qué día, ¿eh?”. Demora el paciente en captar a qué se refiere. “A mí,
un cliente que sabe me asegura que gana McCain”, añade el cardiólogo. Hay disenso y
contemporización, y no se elude la palabra “negro”. Se comenta lo dicho por el marido
de la Allende. Se coincide en que, quizás, a la Argentina le convenga Obama. Después, auscultación,
electro, presión mucho mejor, eterno consejo de fumar menos y caminar más, y la receta de rigor. Ya
afuera, en la calle Austria, el columnista enciende un Jockey suave y no detiene ningún taxi. Va
hasta la avenida Santa Fe y, a pie, rumbea para esta editorial. Bárbaro, treinta y pico de cuadras.
Y pasa el agitado día, que deviene en hogareña noche. Primera impresión vía CNN, C5N, TN: va
ganando McCain. No puede ser. Todo es Kentucky y Alabama, no jodan y laburen. Luego, alguien
estima: “Increíblemente, en la Florida de Bush, Obama es Maradona, es Gardel”. Y el
resto, de madrugada, le parece el festejo alfonsinista del ’83. ¿Lo será?
*Escritor y periodista.