COLUMNISTAS

Operación Primicia: pobres y olvidados, mueren los héroes y sus padres en Formosa

Los soldados conscriptos que hace casi 35 años defendieron un cuartel del ataque de un grupo guerrillero son invisibles para el gobierno y los organismos de DDHH.

default
default | Cedoc

Los soldados conscriptos que hace casi 35 años, en pleno gobierno constitucional, defendieron el cuartel en Formosa del ataque de un grupo guerrillero siguen muriendo en la pobreza, invisibles para el gobierno nacional, los organismos de Derechos Humanos y los partidos políticos. También sus parientes: el domingo, un usuario de perfil.com, Rolando Calvete, me envió este mensaje desde la ciudad de Formosa: “Le comunicamos que los vecinos del barrio Mariano Moreno acabamos de sepultar al padre de Marcelino Torales, Don Vicente, que lamentablemente a diez días del recuerdo de aquel luctuoso suceso, como progenitor, pretendía despedirse de su hijo y no lo pudo lograr”. Y en referencia a mi libro, “Operación Primicia”, agregó: “Esperamos contar con su presencia, toda Formosa agradece su investigación”.

Fue larga la agonía de don Vicente Torales: cuatro meses atrás, cuando viajé a Formosa por segunda vez, visité su casa con Julio Ortiz, un historiador local que colaboró en el libro. No lo pudimos ver porque ya estaba enfermo pero conversamos con su esposa, que nos habló de su hijo Marcelino, un albañil que cantaba en los bailes y soñaba con subirse a un escenario junto a su ídolo, Sandro. Marcelino fue uno de uno de los diez soldados muertos aquel domingo 5 de octubre de 1975, en un combate que duró treinta minutos, cuando a Montoneros se le ocurrió realizar el bautismo de fuego de su flamante Ejército Montonero.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Marcelino murió en el dormitorio de la Guardia, mientras descansaba con una veintena de compañeros. En marzo, sus padres cobraban una pensión mensual de 842 pesos, gracias a una gestión realizada en diciembre de 1999 por el entonces jefe del Ejército, general Martín Balza, actual embajador en Colombia. La pensión no incluía ayuda médica.

En simultáneo, los padres de al menos ocho de los doce guerrilleros muertos aquel domingo ya habían cobrado, según datos oficiales, la indemnización prevista para los herederos de desaparecidos y muertos por la represión ilegal, que en marzo ascendía a 620.919. En el libro, calculé que don Vicente y doña María Torales debían cobrar esos 842 pesos todos los meses durante más de 61 años para llegar al dinero ya cobrado por los parientes de cada uno de los guerrilleros. En el caso de don Vicente, no pudo lograrlo.

Quince días atrás, murió Juan Carlos Torales, “Toralito”, que en 1975, con su metro cincuenta y cuatro de altura era el centro de todas las cargadas en el regimiento. Aquel domingo, Toralito estaba también en el dormitorio de la Guardia y fue quien, de forma totalmente inesperada, permitió la fuga de casi todos sus compañeros. Fue uno de los héroes de aquella tarde y murió a los 56 años en el interior de Formosa, trabajando en una plantación de pomelos, sin ningún subsidio público y sin asistencia médica. “Murió en la pobreza; se enfermó, no lo atendió nadie y a los días, murió”, me contó Ricardo Valdéz, titular del centro que agrupa a los ex soldados. Un héroe olvidado; una muerte que, tal vez, se habría podido evitar.

*Editor jefe del diario PERFIL.