COLUMNISTAS

Palabras asesinas

Un océano de palabras aparentemente enormes transpira desde el uso cotidiano. Acuciados por la necesidad de embriagarse con vocablos supuestamente definitorios, los medios periodísticos y muchos de quienes en ellos operan en la Argentina cobijan un paquete impresionante de términos que exhiben un fatídico común denominador: patentizan una exageración evidente y falseadora de lo que presumen describir.

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Un océano de palabras aparentemente enormes transpira desde el uso cotidiano. Acuciados por la necesidad de embriagarse con vocablos supuestamente definitorios, los medios periodísticos y muchos de quienes en ellos operan en la Argentina cobijan un paquete impresionante de términos que exhiben un fatídico común denominador: patentizan una exageración evidente y falseadora de lo que presumen describir.

Son palabrotas en sentido lato: en lugar de nombrar, gritan. No cuentan una historia, vociferan.

Lo que sigue es un primer y provisorio intento de definir el sentido recuperado de lo que hoy, en el habla y la escritura de los argentinos, es un agrandamiento artificial del léxico.

Aclaración: es lo que dicen hacer la mayor parte de los medios cuando deben admitir un error editorial. Es infrecuente que aparezcan fe de erratas. Cuando se equivocan, “aclaran” en lugar de rectificarse.

Alianza: el nombre político del acuerdo entre la UCR y el Frepaso en los años noventa es hoy un insulto en boca de los funcionarios del actual gobierno, en cuya primera fila proliferan muchos de los hombres y mujeres que trabajaron codo a codo con De la Rúa hasta diciembre de 2001. Para el kirchnerismo, la palabra alianza designa a un demonio del pasado, del que han tomado prestado, sin embargo, muchos ministros, diputados y embajadores.

Auschwitz: campo de exterminio de la Alemania nazi en la Polonia ocupada de la Segunda Guerra Mundial donde los verdugos nazis asesinaron a varios centenares de miles de judíos, entre otras minorías a exterminar. En la Argentina, los autodenominados “asambleístas ambientalistas” de Gualeguaychú, que mantienen clausurada la frontera con Uruguay hace más de dos años en repudio a la planta uruguaya de pasta de celulosa de Botnia, sostienen que es igual a Auschwitz.

Búnker: palabra alemana que refiere a una construcción habitualmente subterránea, hecha con acero y hormigón armado, a prueba de bombardeos. Hitler se mató en su búnker en mayo de 1945. En la Argentina, cualquier hotel céntrico u oficina en algún edificio donde trabaje un líder político es un búnker. La palabra se usa con ligereza absoluta, como sinónimo de sede central, un auténtico disparate.

Destituyente: invento de la jerga de barricada de 2008, se usa para estigmatizar a la oposición al gobierno del matrimonio Kirchner, pretendiendo sugerir que quienes se oponen a ellos quieren “destituir” a estos mandatarios para promulgar un cambio subversivo del poder. Así, ser opositor al poder es ser destituyente.

Fascista: comodín todo terreno usado a destajo para casi todo en varias colectividades ideológicas. Desde el oficialismo, bocones como D’Elía han llamado fascistas a productores agropecuarios y fuerzas políticas adversarias. Desde la oposición, Elisa Carrió usó el término italiano para denostar a Kirchner. El fascismo fue un agresivo y totalitario movimiento italiano de masas, que estableció una dictadura feroz, se alió al nazismo hitleriano y promulgó leyes raciales anti judías en la Italia de los años veinte a los cuarenta. Es una palabra dolorosa y fuerte que debe ser usada con extremada prudencia.

Genocidio: un clásico de la izquierda más radicalizada, que pareciera ignorar palabras como matanza o asesinatos en masa. En un sentido estricto, las víctimas de la violencia criminal del Estado terrorista en los años setenta no fueron victimas de un “genocidio”, en tanto no fueron muertos por pertenecer a un grupo étnico, religioso o singular que hubiera sido considerado blanco de destrucción, como gitanos, judíos u homosexuales. La palabra genocidio se usa, además, para todo: los padres de los muertos en Cromañón en 2004 han dicho que los jóvenes fueron víctimas de un genocidio y también se ha dicho que las políticas de Menem en los años noventa implicaron un genocidio.

Golpista: lo que define a partidarios y ejecutores de un movimiento violento para derrocar a las autoridades legítimamente electas y constituidas se usa en la Argentina desde el Gobierno para denigrar a quienes lo critican. Una desmesura ofensiva. ¿Macri y Bonasso, Carrió y Solanas, Pinedo y De Angeli critican al kirchnerismo? ¡Son golpistas!

Gulag: última adquisición dialéctica de gente enojada con el Gobierno. Se afirma que los Kirchner estarían implantando un gulag en la Argentina, en alusión a la palabra rusa con que pasaron a la leyenda trágica los campos de concentración del comunismo soviético, donde millones de personas murieron de hambre y enfermedades en la larga tiranía de Stalin. GULAG son las iniciales en ruso de la Dirección General de Campos de Trabajo, rama de la siniestra policía política, la NKVD, que comandaba la red penal de campos de trabajos forzados y otras funciones de represión. El Gulag fue un sitio para encarcelar a presos políticos, herramienta punitiva contra la oposición al totalitarismo soviético. Conocida desde mucho antes, la palabra gulag se hizo notoria en Occidente sólo después de publicarse en 1973 la monumental obra Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, donde el escritor estudiaba los campos de concentración de la URSS y los comparaba con una serie de islas. Equiparar ese régimen de terror y exterminio, armado en nombre del socialismo, con el rústico gobierno de los Kirchner es una demasía inaceptable.

Holocausto: todo gran episodio de muerte y tragedia diseminada es automáticamente descripto como holocausto, palabra con que en todo el mundo fue definido el exterminio sistemático y a escala industrial de judíos durante la Segunda Guerra. Ese Holocausto, mejor definido en hebreo por la palabra Shoá, es un hecho histórico singular y sin antecedentes. Todo uso irreflexivo de la palabra banaliza el hecho y pretende licuar sus características excepcionales.

Kosovo: provincia serbia autoproclamada república con el auspicio de Europa, este pequeño territorio de la ex Yugoslavia fue uno de los diversos escenarios de las guerras balcánicas de los años noventa, cuyos campos de batalla más sangrientos vieron el enfrentamiento de croatas, serbios y bosnios, con la consiguiente muerte de millares de personas. En los últimos meses, cualquier episodio de violencia delictiva típica del Gran Buenos Aires es definido por intendentes, policías y periodistas con un lapidario “esto es Kosovo”, comparación ridícula, banal y totalmente inapropiada.

Toda banda de ladrones es una “mafia”, cualquier miserable vendedor de paco es un “narco” y los revolucionarios de los años setenta que se animaron a rever sus delirios y excesos de entonces son unos “quebrados”. Extraño país la Argentina, donde el lenguaje es vampirizado y manipulado sin piedad y donde, de tanto exceso en los vocablos, no terminamos sabiendo qué sucede ni quiénes somos.


*Escuche los podcasts de Pepe Eliaschev en www.perfil.com