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Pensamiento lateral y círculo rojo

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Hace ya décadas que los programas de capacitación de CEOs y altos ejecutivos enfatizan la importancia del pensamiento lateral para el análisis y la toma de decisiones. Fue el psicólogo Edward de Bono, creador de la técnica de los seis sombreros para pensar, quien propuso “pensar lateralmente”. Simplificando, digamos que el pensamiento lateral ayuda a pensar fuera de la caja (out of the box) y permite revisar los conocidos “siempre fue así”, “ya se sabe” o “es obvio que”.
El mundo de los negocios tiene muchos ejemplos de resultados positivos logrados por líderes y organizaciones que se atrevieron a pensar distinto. Desde los pequeños papeles autoadhesivos de 3M hasta el Cirque du Soleil. Y si se quiere, hasta el iPhone y Amazon. Despegar (revolucionando un mercado tradicional) y Páez (redescubriendo… ¡las alpargatas!) son dos buenos ejemplos argentinos.
Ahora, pensar lateralmente no es una conducta simple de incorporar. “Salir de la caja” exige un esfuerzo consciente para abandonar hábitos, y nuestra tendencia natural es mantenerlos. En lo que hacemos, en lo que usamos, en los recorridos y en los lugares que visitamos. También hábitos para interpretaciones, deducciones y conclusiones.
Ese desafío de no aceptar lo obvio y hasta cuestionar convicciones excede el marco de lo empresarial; con lo que todo el círculo rojo podría plantearse revisar sus actitudes frente a un accionar político diferente del que estábamos acostumbrados. Muchos referentes políticos, económicos y sociales siguen hoy evaluando “lo que pasa”, sin plantearse si no habrán aparecido elementos nuevos, inesperados, creativos, que habiliten otras conclusiones.
Tal vez ese accionar diferente tenga mucho que ver con las turbulencias que hoy enfrentan importantes actores tradicionales (por lo menos desde lo que se aprecia en la superficie). Veamos. Sindicalismo: los pro y los anti Moyano, Soeme y Uocra, el triunvirato de dos o de uno en la CGT, etc. Justicialismo: los pro y los anti CFK, Barrionuevo vs. Gioja, las “nuevas” iniciativas de unificación (y van…), el “papelito misógino”, etc. Justicia: patrimonios inexplicables, preventivas difíciles de justificar y liberaciones tal vez más extrañas; juzgados federales que dejan de serlo, reformas integrales y auditorías, etc.
Por eso resulta curioso comprobar cómo –frente a tanta turbulencia– muchos políticos y sindicalistas, y también referentes empresariales y sociales, siguen usando gastados preconceptos para analizar y entender una gestión política diferente. Se resisten a cuestionar lo que hasta ayer parecía acertado y no conciben que tal vez hayan aparecido formas nuevas de hacer política. Líderes políticos que validan así la irónica definición de Duran Barba: algunos políticos creen que la humanidad empezó con la fundación de su partido
Pensar lateralmente y concluir –si así fuera– que efectivamente esto es algo inédito no significa suponer que ese accionar novedoso es bueno per se o que tiene el resultado asegurado. Como suele suceder con los procesos que proponen cambios radicales, surgen amenazas y riesgos de todo tipo. Quedan muchos temas pendientes. Baste recordar la cantidad de desempleados o los gravísimos niveles de pobreza y pobreza extrema para dimensionar la envergadura de lo que falta.
Además, tanto los –aparentes y no– conflictos de intereses de funcionarios, como los –forzados y no– errores cometidos tampoco ayudan a desarrollar una mirada renovada e ingenua (quiero decir: sin preconceptos) sobre una propuesta política que se define diferente.
Aun así, es muy tentador citar a Einstein: “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. Adaptado a nuestra actualidad, podríamos afirmar: dado un accionar político distinto, no esperes los mismos resultados de siempre. Y en ese caso, intuyo que muchos deberían apurarse a cambiar el cristal con que miran y juzgan. Apurarse a salir de la caja y ejercitar el pensamiento lateral.


*Aliado estratégico/Lic. en Administración de Empresas.